Mohamed el Amrani, inclusión sin renunciar a los orígenes
- Este artículo pertenece a la revista La España de los migrantes, de eldiario.es. Hazte socia ya y recibe nuestras revistas trimestrales en casa.
Mohamed el Amrani (Xauen,1992) llegó a Catalunya cuando tenía tres años. Con solo 17 años creó la Red de Convivencia de Roses, una organización que fundó para ayudar a otros jóvenes con menos suerte que la suya. Su primera iniciativa fue buscar un pabellón para que un grupo de chavales pudiesen jugar a fútbol y así dejasen de colarse en patios de escuelas fuera del horario lectivo.
A través de esta entidad sin ánimo de lucro empezó a poner en práctica iniciativas para favorecer la inclusión de jóvenes. Mohamed prefiere utilizar este término en vez de referirse al de integración. ¿Cuál es la diferencia? “Inclusión significa que puedes formar parte de una sociedad sin renunciar a tus orígenes”. Los suyos están en Marruecos, en una ciudad del noroeste del país y que en el mapa se sitúa a más de 1.300 kilómetros de su casa. “Tenemos que concienciar a los jóvenes de que a nuestra generación le toca actuar como un puente entre dos culturas porque nosotros entendemos la manera de actuar de ambas”.
Como tantos hijos de inmigrantes -así es como el prefiere definirse- todavía tiene la sensación de vivir en tierra de nadie y pese a que tiene claro que es un ciudadano como cualquier otro explica, sin perder el buen humor, que cuando va por la calle se da cuenta de que no siempre es así. Se lo recuerda ese taxista al que tras explicarle que vive en Roses le repregunta de dónde es en realidad. O esa familia que le para para pedirle dónde puede comer un buen cous-cous. Recrea, también, los silencios del interlocutor cuando por teléfono comenta que se llama Mohamed. La siguiente frase que escucha acostumbra a ser una felicitación por no tener “acento”.
Su iniciativa para ayudar a jóvenes de Roses fue reconocida en 2014 con un premio de la Fundación Princesa de Girona. Destinó el dinero que recibió a seguir combatiendo el “sentimiento de culpa” que tienen muchos hijos de inmigrantes. Actualmente es el responsable de proyectos de la cooperativa Suara y ha montado una asociación en Girona destinada a la cooperación internacional. Resume su trabajo como “la búsqueda de soluciones nuevas para problemas antiguos”. Esa innovación permite, por ejemplo, crear una app para que jóvenes de un mismo barrio puedan estar en contacto con otros que tengan intereses o aficiones similares. Es solo una de las decenas de ideas que se han convertido en soluciones para problemas que no deberían existir.