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Catalunya, o cuando unas elecciones ponen a prueba la pluralidad

ANC y Òmnium apoyan nueva consulta pero piden cambiarla y convocar elecciones

Josep Carles Rius

La Assamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural acaban de concretar la nueva hoja de ruta del soberanismo, la que debería ser definitiva. Elecciones plebiscitarias y referendarias en el plazo de tres meses. El presidente de la Generalitat ya tiene un mandato claro. La ANC y Òmnium se implicarán en su ‘nuevo 9-N’ a condición de que convoque elecciones. “Se han acabado las dilaciones y las pérdidas de tiempo. Es la hora de poner el país por delante de vuestros partidos”, proclamó Carme Forcadell, portavoz de la ANC. Pero, evidentemente, no existe una única concepción de ‘país’ ni, tampoco, una única estrategia política para servirlo. Una vez la reivindicación ya no es el ‘derecho a decidir’, queda a la intemperie la lucha por el poder.

Artur Mas y CDC necesitan una lista única, una ‘lista de país’, para evitar la derrota. Oriol Junqueras y ERC saben que ganarían únicamente con sus siglas, pero necesitan todo lo que aún representa Convergència para su objetivo final: la proclamación de la independencia. La ‘lista de país’, sería, en realidad, la ‘lista del President’, con CDC, ERC y, posiblemente, nombres procedentes de la ANC, Omnium y de la disidencia socialista. Iniciativa per Catalunya y las CUP ya han dicho que no se implicarían en esta operación. El gran dilema está en la sede republicana. Y, también, en la de Unió, que, por primera vez, puede encontrarse con el vértigo de acudir a las urnas sin el paraguas de CiU.

ANC y Omnium acaban de fijar un mandato muy claro a los partidos soberanistas: “unidad, urnas e independencia”. Nunca hasta ahora, se hacía tan evidente que el liderazgo del proceso soberanista está en manos de las entidades que tienen el poder de convocatoria. Una evidencia que puede forzar las costuras de la democracia parlamentaria. Pero ACN y Òmnium tuvieron la inteligencia necesaria para no concretar el concepto de “unidad”. Es decir si esta unidad pasa por una lista conjunta o por un mismo compromiso – “la declaración de independencia” – en el programa de partidos que se presentan por separado y con sus propias siglas. Artur Mas habría preferido, seguro, una presión más directa a ERC para que acepte la ‘lista de país’, su lista, la ‘del President’. Y Junqueras, que asistió a la concentración de Plaza Catalunya en primera fila, debe respirar aliviado. Aún tiene margen. Aún puede ‘decidir’.

En este frenético salto de pantallas que vive Catalunya (‘Estatut’, ‘Pacte fiscal’, ‘Dret a decidir’, ‘La Consulta del 9-N’…) ahora toda la atención está centrada en las elecciones plebiscitarias y, en especial, en saber si habrá o no ‘lista de país’. Desde el punto de vista democrático, la mejor fórmula para decidir un hecho tan trascendente como la independencia es un referéndum con plenas garantías y reconocimiento internacional. Sin embargo, la miopía política del Gobierno central y de las fuerzas políticas mayoritarias en España, han convertido las elecciones plebiscitarias en la única salida para una parte muy significativa de la sociedad catalana que aspira a la independencia. Pero en unas elecciones se deciden infinidad de políticas; se expresa la pluralidad y diversidad de la sociedad; se deciden las prioridades políticas, económicas y sociales que luego afectaran directamente a nuestras vidas. Unas elecciones a cara o cruz, a blanco o negro, a unidad o independencia, son una mala noticia desde el punto de vista democrático.

Quizás esta vez no hay más remedio. No hay otra salida. Pero deberíamos aspirar a que, al menos, la pluralidad de opciones quede reflejada en las papeletas que nos encontraremos el próximo invierno en los colegios electorales. Que de forma nítida sepamos si votamos por un partido que opta por la declaración unilateral de independencia (DUI). O por un partido que, en el caso de que exista una mayoría independentista, defiende una negociación con el Estado. Partidos que, además de decirnos como afrontan la soberanía de Catalunya, también nos digan a qué dedicarán el presupuesto, cómo combatirán la pobreza y el desempleo… que ‘país’, en definitiva, nos proponen. Catalunya sufre un déficit democrático al no poder celebrar un referéndum. Y sufrirá un nuevo déficit democrático si acude a las urnas sin poder expresar toda su pluralidad política y social.

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