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Una noche con la 'patrulla violeta': así previenen las fiestas de barrio las agresiones machistas

María y Luciana, en la calle Rossend Arús de las Fiestas de Sants

Pau Rodríguez

Luciana y María tienen que forzar la voz para presentarse, aunque su chaleco con el logo violeta “No es no” de más de un palmo las delata. Es medianoche. De fondo suena la cumbia de The Rigodonians –dos DJ del barrio– mientras esta pareja, una suerte de violeta antimachista, peina la zona de la barcelonesa calle Rossend Arús con dos objetivos bien asumibles: aconsejar a las mujeres sobre qué hacer si son víctimas de una agresión y hacerse visibles para intervenir si esto ocurre.

Por ahora, su primera noche en las Fiestas de Sants, una de las más multitudinarias del verano en la capital catalana, se presenta plácida. Las primeras dos horas las han pasado recorriendo las calles y informando de su servicio a todas las comisiones de vecinos que montan las verbenas. “Les damos nuestro teléfono para que nos llamen si les reportan alguna agresión, y nadie nos pones inconvenientes”, comenta Luciana.

Tampoco ninguno de los grupos de jóvenes a los que abordan en la hora y media que permanecen en la calle Rossend Arús les esquiva. Al contrario. El agradecimiento por parte de las mujeres es generalizado. “Me parece muy necesario tener esta opción para denunciar si te sientes acosada”, comenta Laura, estudiante de 23 años, que alejada de la música toma una copa con sus amigas. “En mi caso, creo que si algún chico me molesta trataría de solucionarlo con mis amigas, pero aun así es más seguro saber que puedes llamar a alguien”, añade.

La charla que mantienen Luciana y María con este grupo de chicas es una de las 163 acciones de sensibilización que harán esta noche, hasta que terminen el servicio pasadas las 3 de la madrugada. Aparte de ellas, hay otra pareja que se pasea por la zona. El servicio es del Ayuntamiento de Barcelona, aunque lo gestiona la entidad Centre Jove d'Anticoncepció i Sexualitat (CJAS).

Desde 2016, el consistorio barcelonés ofrece puntos de referencia violetas y parejas itinerantes para prevenir las agresiones en las fiestas y zonas de ocio nocturno. Esta es una medida asumida por cada vez más municipios, entre ellos las principales capitales de España, desde Madrid a Valencia, pasando por Bilbao o Pamplona; esta última, una de las localidades donde antes se implantó este servicio debido a las masivas quejas por agresiones ocasionadas durante las fiestas de San Fermín.

Pero tampoco es esta una ocurrencia de los consistorios. Sus actuaciones para prevenir acoso sexual toman como referencia los protocolos que desde hace años desarrollan los colectivos feministas. Sin ir más lejos, en la propia Festa Major de Sants, los colectivos y entidades que organizan la programación alternativa disponen de 'puntos violeta' desde hace muchos más años.

La prioridad, la víctima

A medida que avanza la noche, Luciana y María explican que su papel va cambiando. Cuando todavía no da la 1 de la madrugada, siguen abordando a los grupos de gente que merodean y charlan cerca de las zonas de baile. “A estas horas todavía se puede hacer la tarea de sensibilización, porque la gente está muy receptiva”, explican. Más tarde, sin embargo, se centrarán en deambular por la zona vigilantes por si detectan alguna forma de acoso.

En toda la velada, ellas no recibirán ninguna denuncia por agresión. Sí lo hará la otra pareja con la que se reparten la zona de actuación. Un grupo de chicas les avisa tras recibir una “insistente invasión del espacio” por parte de cuatro hombres. El número de agresiones reportadas por el servicio de prevención varía cada día, pero no suelen ser muy numerosas. En las Fiestas de Gracia, la semana pasada, el punto lila recibió entre 1 y 7 denuncias por noche.

Es entonces cuando pasan de la sensibilización a la acción. Lo primero, según el protocolo, es ofrecer ayuda a la víctima. “Apoyo emocional y escucha”, explican. Si ella lo solicita y la persona señalada como agresora sigue en la fiesta, la pareja se puede dirigir a él para conminarle a abandonar la zona. Si no lo hace, pueden valorar llamar al teléfono de emergencias, mientras siguen atendiendo a la afectada.

Esto cuando se trata de agresiones consideradas leves: comentarios indeseados, invasión del espacio, miradas persistentes, incluso tocamientos… Si la violencia escala, el cometido de Luciana y María debería ser avisar inmediatamente a la policía. Este es su protocolo, aunque algunos colectivos feministas van más allá y asumen la expulsión del agresor como un acto de autodefensa. Incluso en algunos casos hay quienes apuestan por interrumpir la fiesta e informar de lo ocurrido.

Algún comentario de burla

“Venimos de una situación en la que se han normalizado los comentarios sexistas, que haya babosos; muchas hasta hace poco no distinguíamos bien qué podía ser una agresión”, explica Clara, que con una amiga y su pareja apuran sus cervezas entrada ya la madrugada. Casos mediáticos como la violación de 'la manada' o la propia huelga del 8 de marzo han contribuido a abordar el machismo en el ocio nocturno.

Esto genera que algunas personas con las que se encuentran asocien el “no es no” solo con violaciones y agresiones sexuales graves. Para Luciana, esto significa que muchos todavía ven sólo “la punta del iceberg” de todo tipo de violencias machistas.

Preguntadas sobre si alguna vez han tenido que confrontar a algún grupo de hombres que rechace su presencia, o que cuestione qué puede ser o no una agresión, ambas lo niegan. “Algunos comentarios en tono de burla sí los he recibido, pero no suele ser lo habitual, y además a estos tampoco hay que confrontarlos, porque nuestra prioridad no es hacer pedagogía con los hombres, aunque a muchas veces sí lo hacemos”, sostiene.

En su primera noche en Fiestas de Sants, al menos, no recibirán ninguno de estos comentarios. No por su patrulla de hoy, sino porque Luciana ha realizado muchas antes, ambas se muestran convencidas de que cada vez hay menos espacio para las agresiones.

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