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El Poble-sec intensifica el rechazo contra la masificación turística y pide prevenirla en el Paralelo

El tractor detenido, icono de la parada de las obras en el Paralelo por parte de los vecinos / J.Molina

Jordi Molina

Barcelona —

El sábado por la mañana, en el cruce de la avenida del Paralelo con las calles de Marqués del Campo Sagrado y Viladomat, una cincuentena de personas precintaron un tractor con pegatinas de protesta: “El barrio no está en venta”. Era una acción simbólica —a ambos lados de aquella esquina los trabajos de remodelación de la avenida seguían con normalidad— que culminaba una semana de debate y de acciones, los dos brazos que dan sentido y fuerza a la plataforma vecinal Som Paral·lel, que trabaja para abrir un proceso participativo y vinculante para detener la masificación turística que ya están sufriendo barrios como el Poble-sec y que puede acabar condicionando el futuro de la avenida.

Las últimas noticias del Ayuntamiento de Barcelona no han suavizado los ánimos en este rincón de la ciudad. La suspensión de licencias de locales de concurrencia pública y la apertura de un debate sobre el futuro Plan de Usos del Poble-sec han sido consideradas como insuficientes para esta plataforma vecinal, que sigue liderando la crítica social de un barrio en plena transformación desde que ha entrado, sin pedirlo, en el circuito turístico que une el Puerto de Barcelona, la montaña de Montjuïc, el Paralelo y las Ramblas.


En pocos años el Poble-sec ha pasado de ser un barrio tranquilo, popular y residencial a ser un barrio de moda, con locales para todos los gustos –y la mayoría con la oferta estrella de “tapa + cerveza a un euro”–, bullicio constante y turistas en todo momento. De hecho, hoy ya suma 345 pisos turísticos, sin contar los ilegales, sólo un centenar menos que en la Barceloneta. Por el contrario, la renta media del Poble-sec no remonta. Sigue siendo un 20% inferior a la de la ciudad y es el barrio con más paro del Distrito de Sants-Montjuïc, junto con La Marina. Y, por si fuera poco, algunos vecinos se han ido del barrio debido a las molestias y al aumento del precio del alquiler. “El Poble-sec es un caso de manual de gentrificación”, resume el sociólogo Marc Serra, uno de los portavoces de Som Paral·lel.

Un par de días antes de parar las obras, cientos de vecinos de todas las edades se habían cogido de las manos para cruzar la calle Blai, el punto más conflictivo del Poble-sec, en señal de protesta. Una cadena humana que denunciaba la progresiva masificación turística de este barrio vecino del Paralelo. Ese mismo día, una enorme asamblea vecinal hacía visible el conflicto a ojos del vecindario, que se iba sumando al gran círculo-debate que hoy marca la nueva hoja de ruta de Som Paral·lel, después de haber roto el diálogo con el Ayuntamiento de Barcelona.


“No ha habido ningún tipo de voluntad de entendimiento con las entidades vecinales y se ha actuado de forma obstinada, arrogante e incluso engañosa para seguir adelante con un Plan que genera mucho rechazo entre el vecindario”, denuncia la plataforma, que había celebrado hasta el momento tres reuniones frustradas con el área de Urbanismo. Un espacio de trabajo compartido que, de hecho, se había presentado desde el Gobierno de la ciudad como la respuesta a meses de movilizaciones vecinales y del malestar de muchos vecinos.

Una medida necesaria, pero tardía


Para serenar los ánimos entre el vecindario, el consistorio ha movido ficha y se compromete, mientras no se haya redactado el ansiado Plan de Usos, a suspender la tramitación de licencias de locales en el Poble-sec durante un año y cancelar la autorización para realizar obras de ampliación. Es decir, una medida transitoria. Fuentes municipales explican que la idea es evitar que se generen peticiones de licencias que invaliden los objetivos que debería perseguir el plan: “conciliar la actividad de los locales de ocio, sobre todo de la hostelería, con la calidad de vida y el derecho al descanso de los vecinos”.

La medida, sin embargo, no resuelve uno de los principales problemas: el exceso de terrazas en la calle Blai. Un extremo que sólo se puede abordar con el Plan de Usos, que podría limitar su impacto, en caso de que así lo aprobara el redactado final. Desde el Distrito, sin embargo, algunas fuentes explican que se prevé, más que una reducción, “una redistribución de las terrazas”, que pasaría por reducir de 6 a 4 mesas algunos veladores actuales, lo que permitiría a locales que ahora no disponen de terraza a tener algunas mesas, sobre todo en zonas de Blai menos saturadas.


La medida deja el Paralelo en la intemperie 


La medida no incluye el Paralelo, en plena reforma y la principal vía que, según los activistas, hay que prevenir de una oleada excesiva de turismo, sobre todo por la proximidad con el Puerto de Barcelona. “Hay que actuar sobre el Paralelo para frenar la imposición de un modelo turístico que, si bien ya es insostenible ahora, con la reforma puede terminar de dinamitar el tejido social del barrio, el comercio de proximidad y acelerar la expulsión de vecinos por la subida de precios de la vivienda”, explica Serra, que teme que se genere un efecto llamada de licencias de restauración y de ocio nocturno en la avenida.


Otras voces del barrio, como la Unión de Vecinos del Poble-sec, la Coordinadora de Entidades del Poble-sec y la Asociación de Comerciantes de Poble-sec y Paralelo, ya hace tiempo que pidieron más regulación en el consistorio. “Cuando sólo había 25 bares en la calle Blai ya habíamos solicitado una suspensión de licencias”, recuerda el presidente de la Coordinadora, Josep Guzmán, que concluye: “Más vale tarde que nunca”. En el mismo sentido se pronuncia su homólogo en la asociación de comerciantes, Manel Tort, que considera la medida “necesaria, pero tardía”. Y es que el pequeño comercio de la zona echa de menos que la remodelación de la avenida incorpore una normativa que limite la proliferación de grandes franquicias, “las principales responsables de las dificultades del pequeño tendero”, lamenta Tort. 


La proliferación de grandes franquicias en la avenida, sumada a la llegada de nuevos y lujosos restaurantes, y la falta de una normativa que limite las terrazas en el Paralelo –declarada zona singular y a la espera de un redactado propio– son, junto con la excesiva partida destinada en iluminación, las principales enmiendas de Som Paral·lel al Plan del Ayuntamiento. “Cada uno de estos dispositivos de iluminación costará, de media, 6.500€”, lo que “es incomprensible en un contexto de crisis económica”. Según los activistas la instalación de estos dispositivos, que representan una tercera parte de la inversión en la reforma, “no ofrece ninguna respuesta a las necesidades de los barrios implicados”.


El teatro Arnau, el gran olvidado de la reforma 


El redactado del Pla Paral·lel no aborda la situación de abandono en que se encuentra uno de los iconos de la avenida, el teatro Arnau. La plataforma Salvem el Teatre Arnau –integrada en Som Paral·lel– pide que este teatro se rehabilite como museo de las artes escénicas y de la historia del Paralelo. La reivindicación llega después de un período en el que el Ayuntamiento, que compró el edificio en 2011, no ha encontrado todavía ninguna empresa inversora capaz de asumir los 10 millones de euros que supondría una rehabilitación integral.


La propuesta pasaría por rehabilitar el teatro manteniendo su estructura de barraca, el único teatro de la ciudad de estas características, viejos espectáculos que triunfaron en la avenida. “La pantomima, el vodevil, el circo o la magia tuvieron un lugar en la avenida. Arnau podría acoger pequeños creadores y este tipo de expresiones culturales, en un momento en el que el resto de teatros ya ofrecen un circuito comercial. El Paralelo se caracterizaba por ser un eje de cultura popular donde los pequeños creadores podían encontrar su lugar”, explica el historiador Enric H. March, impulsor de la iniciativa. El proyecto incluiría un centro de interpretación de la historia del Paralelo.


El Plan de Usos y el precedente de Ciutat Vella


El Gobierno de la ciudad sabe que, a partir de enero, en plena pugna por las elecciones municipales del otoño, será muy complicado que los grupos de la oposición le aprueben cualquier iniciativa. Este es uno de los motivos por los que el Ayuntamiento espera terminar el Plan de Usos en poco más de tres sesiones. Un tiempo escaso teniendo en cuenta la pluralidad del tejido asociativo, vecinal y comercial que espera un proceso participativo “abierto, plural y vinculante”, capaz de blindar los usos públicos del barrio.


El Plan de Usos de Ciutat Vella –popularmente conocido como Plan de Abusos– y la experiencia del proceso participativo sobre el Pla Paral·lel, considerando “insuficiente” por algunas voces del barrio, proyectan una sombra de incertidumbre en torno al plan, que puede acabar siendo más consultivo que participativo. “No vamos a permitir que se vuelva a repetir la redacción de un plan sin la intervención del vecindario”, advierten desde Som Paral·lel. Desde la Asociación de Comerciantes, alertan que los poderes económicos están recurriendo a Bruselas los planes de usos para obstaculizar la libre competencia: “Desde Europa estas regulaciones no están bien vistas, si un negocio determinado cumple los requisitos se ha de conceder la licencia”, explica Tort. 



Las advertencias de Tort no son casuales. En 2010, Itziar González, artífice del Plan de Usos de Ciutat Vella, tuvo que dimitir como concejal después de hacer frente al lobby hotelero, denunciando intimidaciones e, incluso, amenazas de muerte. Su gestión al siempre delicado Distrito de Ciutat Vella, a caballo de la pobreza y la especulación, había conseguido limitar la masificación turística, una moratoria hotelera y un tope para la proliferación de establecimientos de restauración. Esta legislatura el trabajo de aquella concejala –entrevistada hace un año por Catalunya Plural– ha tumbado con un pacto político a dos manos, las de CiU y PP, que modificaron sensiblemente el plan. Ahora es el turno del Poble-sec, que como la Rambla de Poblenou o Gracia, afronta un debate con la incertidumbre de qué papel terminará jugando el consistorio.

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