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Los trabajadores de emergencias, ante la decisión de dejar a algunos enfermos en casa: “Nos sentimos muy impotentes”

Sanitarios del SEM salen del CAP Igualada con un paciente, el pasado 21 de marzo.

Pol Pareja

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Javi Porta, 39 años, trabaja de asistente en una ambulancia en Barcelona. El martes pasado, durante su última guardia, hicieron nueve salidas para casos de COVID-19, pero en casi la mitad de casos no subieron a ningún paciente al vehículo medicalizado: a cuatro de estos enfermos les dijeron que no los trasladarían al hospital debido a su mal pronóstico. “Llegamos cada día a casa destrozados”, explicaba el jueves este trabajador sanitario, con 18 años de experiencia a sus espaldas. “Hemos vivido atentados, tiroteos, secuestros, explosiones químicas… Pero nunca nada tan duro como lo de estas semanas”.

Los técnicos de transporte sanitario del Sistema d'Emergències Mèdiques (SEM) de Catalunya se han convertido en el primer y último eslabón de la cadena médica. Son los primeros en llegar, pero también los que se encargan de trasladar a enfermos a sus domicilios desde el hospital cuando ya no hay nada que hacer.

“Cuando recoges a alguien del hospital para llevarlo a casa, algunos familiares del paciente nos preguntan si ya está curado”, explica Ramon Vilella, otro técnico de transporte sanitario que opera en la zona del Alt Pirineu. “A veces los médicos ya les han alertado de la situación, pero con el nivel de saturación que hay en los hospitales, muchas veces somos los primeros en comunicárselo”, comenta.

Estas últimas semanas, a los trabajadores de ambulancias se les ha encomendado una tarea que antes apenas tenían que hacer y para la que aseguran no sentirse preparados: comunicar a algunos pacientes de COVID-19 y a sus familias que no les llevarán al hospital porque serán atendidos por los equipos de paliativos en sus propios domicilios.

La semana pasada, la Generalitat distribuyó a los trabajadores del SEM unas recomendaciones para “limitar el esfuerzo terapéutico” y medir si valía la pena trasladar a según qué pacientes terminales al hospital. En el documento, el SEM avala limitar la ventilación mecánica en las emergencias médicas a los pacientes de más de 80 años sospechosos de coronavirus y con una insuficiencia respiratoria grave, siempre y cuando lo recomiende un facultativo.

También les recomendaban cómo debían plantear la situación al paciente y a la familia. Paralelamente, se reforzó para la zona de Barcelona la atención domiciliaria para este tipo de pacientes.

En un colectivo acostumbrado a rescatar y ayudar, que cuenta con la empatía de la ciudadanía –especialmente tras los atentados de La Rambla y los disturbios del pasado otoño en Catalunya–, la situación actual les ha puesto en una tesitura que describen tan amarga como frustrante.

“Te sientes completamente impotente”, prosigue Vilella. “No es lo mismo llegar para salvar a alguien que aparecer en el hospital y decirle a un paciente o a su familia que te lo llevas a morir a casa. O aún peor, llegar a su domicilio y decirle que no vas a llevarle a ningún sitio”. En muchas ocasiones no viaja ningún médico en estos servicios de emergencias y son los propios técnicos los que tienen que comunicar la decisión al paciente y familiares tras recibir instrucciones de la central del SEM.

A pesar de que el director médico del SEM, Xavier Jiménez, señaló la semana pasada que siempre prevalece el criterio médico y que los trabajadores de ambulancias ya se han visto en anteriores ocasiones en tesituras parecidas, lo tres empleados de este servicio con los que ha podido hablar eldiario.es afirman que nunca se habían encontrado en una situación similar.

Después de dos semanas trabajando “a destajo” (en Catalunya había el jueves por la noche 23.460 contagiados y 2.335 fallecidos), estos empleados empiezan a notar el cansancio, el estrés de verse en situaciones inéditas hasta la fecha y el miedo al contagio de sus familias debido a la falta de medios.

“Está siendo un infierno”, dice Javier Hidalgo, técnico de transporte sanitario en la zona de Girona. “Psicológicamente empezamos a estar todos muy tocados”.

Un servicio en manos de empresas privadas

Según los cálculos de los sindicatos, en los servicios de emergencia catalanes trabajan unas 6.000 personas, de las cuales 5.000 están subcontratadas por empresas privadas y unas 800 trabajan directamente para el SEM. Se calcula que el 75% de los traslados urgentes en Catalunya lo realizan estas empresas. Los sueldos de los técnicos que van en la ambulancia oscilan entre los 900 euros mensuales del que tiene un contrato de prácticas hasta los 1.600 euros que percibe el conductor.

Como está ocurriendo en otros sectores, los trabajadores de los servicios de emergencias denuncian que están en primera línea sin tener el material adecuado. “Estamos yendo a pecho descubierto”, dice Vilella, del Alt Pirineu. Los tres empleados entrevistados aseguran que muchos ya no tienen mascarillas FFP2 o FFP3 y los que la tienen usan la misma durante cuatro o cinco guardias. Los que se han quedado sin ellas utilizan mascarillas quirúrgicas –insuficientes para evitar contagios– y todos explican que cada día son más los empleados que caen enfermos por coronavirus.

“Sufrimos sobre todo por nuestras familias, porque te llevas a casa la carga emocional pero también la posibilidad de contagio”, resume Hidalgo, de la zona de Girona.

Los empleados denuncian que, a medida que avanzan los días y el material escasea, se van cambiando los protocolos de protección. Si en documentos del 10 y el 11 de marzo se recomendaba a estos técnicos llevar una mascarilla FFP2 o FFP3, en los protocolos posteriores enviados a partir del 16 de marzo ya solo mencionan una mascarilla de manera genérica.

“Cada día tenemos más personal inoperativo porque se han contagiado, cada día hay menos recursos materiales porque los hemos ido gastando y para nuestras empresas reponer stocks está siendo muy difícil”, apunta Javi Lago, el asistente de ambulancia de Barcelona. Explica que en su empresa, de unos 380 técnicos, ahora mismo hay al menos 27 afectados por la enfermedad. “Aunque podrían ser muchos más porque prácticamente a ninguno de nosotros nos están haciendo los tests”, añade.

También los dirigentes de estas empresas reconocen que los empleados no van debidamente protegidos. Es lo que les ocurrió hace unos días a los empleados de Ambulancias Egara, cuando recibieron una carta de la directora de operaciones en la que admitía no disponer del material necesario para protegerles.

“Ante las dificultades que tenemos de poder protegeros con total garantía, dada la situación de excepcionalidad que estamos viviendo y que nos supera a todos los niveles, la empresa, cansada de esperar y desesperar, ha tomado medidas por su cuenta con la finalidad de protegeros a todos los que estáis en primera línea”, decía la carta, a la que ha tenido acceso eldiario.es.

La medida anunciada por la directora de operaciones era la distribución de naranjas en las dependencias de la empresa. “Dado que no podemos llegar directamente a vosotros para haceros sentir nuestra energía, hemos pensado que una buena metáfora era enviaros vitamina, de aquí la idea de repartir naranjas a todas nuestras bases”.

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