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El suflé Podemos

Eduard Amorós Kern

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A pesar de que son múltiples los sondeos electorales que se vienen publicando a largo de estos últimos meses, lo bien cierto es que nadie se atreve a pronosticar a ciencia cierta cuál será la composición del hemiciclo valenciano a partir del 24 de mayo.

Todo y así, las elecciones andaluzas han marcado un antes y un después. Han aclarado muchas incógnitas y han generado otras nuevas:

Uno. Por un lado, han confirmado el liderazgo indiscutible de Susana Díaz al frente del PSOE en Andalucía. Lo que ha abierto el melón para la aparición de nuevas especulaciones en torno a si optará o no a las primarias del PSOE a nivel federal.

Dos. En otro sentido, los comicios autonómicos de Andalucía han evidenciado el cabreo de la gente con las políticas del Partido Popular. Así, más allá de si el candidato era el acertado, la gestión de Mariano Rajoy ha generado un fuerte desgaste en la marca Partido Popular. La dura política de recortes en sanidad y educación, su ausencia en la determinación contra la corrupción, y tantos otros asuntos han contribuido a generar un acusado desgaste en el actual ejecutivo, y por extensión, en la marca del partido. En este sentido, no es de extrañar el resultado obtenido en Andalucía.

Tres. Otro nuevo escenario ha sido el auge sorprendente de la marca Ciudadanos frente a cualquier pronóstico, lo que contribuye a posicionar al partido de Albert Rivera como una clara alternativa entre los desencantados del Partido Popular, tal y como lo empiezan a apuntar los sondeos de opinión. Lo veremos.

Cuatro. Y para finalizar, es importante destacar la relativa frustración generada en la marca Podemos. Eso sí, todo depende del ojo con el que se mire: para aquellos que su objetivo era convertirse en la alternativa real al PSOE y a la izquierda de este país, está claro que no ha logrado cubrir los objetivos. Por el contrario, si el análisis y la expectativa era moderada, no cabe duda de que para un partido de nueva creación que logre en primer lugar representación en el Parlamento Europeo y, posteriormente, 15 diputados en Andalucía, sin duda es todo un logro. Aunque algún periodista y conocido tertuliano lo haya acuñado como “gatillazo”.

Hace algunos meses apuntábamos en un artículo de este medio la idea de si la marca Podemos respondía a una moda o una tendencia en términos de marketing político. El tiempo y los resultados poco a poco van desvelando el devenir de este partido, aunque bastantes elementos indican que el suflé empieza a rebajarse. Al igual que hace algunos meses comentábamos que existían diversos elementos a favor que habían contribuido al crecimiento espectacular de la marca política Podemos, es ahora también cuando la suma de estas causas objetivas empiezan a afectar a este crecimiento: las reiteradas crisis de liderazgos, la lectura de posibles contradicciones entre lo que se predica y se lleva a cabo por parte de la dirección, la aparición de nuevos líderes de opinión en ocasiones cuestionados, en otras masacrados, o la negación a presentar listas electorales en los municipios como principal contradicción de un partido que se muestra a la ciudadanía como asambleario, generan un cúmulo de sinsentidos que minan la credibilidad de un partido que se ofrecía a la ciudadanía como el catalizador de la frustración social.

Todavía queda juego por delante pero se empieza a vislumbrar que lo que parecía una alternativa de gobierno según rezaban los sondeos, empieza a concretarse en una realidad tan defectuosa y tan humana como el resto de las organizaciones políticas. Esto es, real y duro como la vida misma.

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