La unidad feminista
Desde que se hizo público el nombre de la coalición entre Izquierda Unida y Podemos, Unidos Podemos, las redes están que arden. Muchas personas nos hemos sorprendido con la elección de esta denominación pues el uso no sexista del lenguaje se ha convertido en el abc de las políticas de igualdad. Práctica en las formas que, lamentablemente, en más ocasiones de las deseadas, no garantiza la diligencia en los contenido pero que, en cualquier caso, parece adecuado observar. No resulta entendible, por lo tanto, que entre tanto talento como concurre en la nueva Coalición nadie haya reparado en que no es, cuanto menos, políticamente correcto utilizar exclusivamente el masculino.
Pero si Garzón e Iglesias quisieran terminar de arreglar este asunto- nótese por favor el tono irónico- solo tendrían que tirar de Real Academia de la Lengua Española, institución con la que, todo sea dicho, tengo una profunda relación de amor y odio. Efectivamente, la máxima autoridad de la lengua castellana, el Tribunal supremo de los catellanoparlantes, de cuyos 46 miembros sólo 8 son mujeres, dice que usar expresiones como “unidos y unidas ” es “un desdoblamiento artificioso e innecesario desde el punto de vista lingüístico” y que la actual tendencia al mismo va contra el principio de economía del lenguaje. Dice también que “deben evitarse estas repeticiones que crean dificultades sintácticas y de concordancia” y apunta que “el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/ femenino, por ello es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto”.
Es en este momento cuando levanto la mirada de la pantalla, la concentro, por un instante, en el verde brillante de los naranjos amargos de mi calle y, con cierta pesadumbre, me digo a mi misma: “Madre mía, lo que queda por hacer”, utilizando, por supuesto, en este caso, la función expresiva del lenguaje que es la que sirve para transmitir emociones y, también, y esto es aportación mía, para encomendarse a la Madre. ¿ Algo que comentar al respecto?
Obviamente no. No nos va a servir, desde un punto de vista lingüístico, por supuesto, ni el hecho de que el 50,9% de la población en el Estado español somos mujeres.
Como apunta la Unitat d'Igualtat de la Universitat de València el lenguaje es lo más tradicional que las personas nos transmitimos de generación en generación. Así, el lenguaje viene cargado de costumbres, vivencias, fórmulas lingüísticas etc. que parecen inamovibles, tradicionales, hasta que se inicia una nueva tradición. Que los hilos de las culturas dominantes actuales los han movido los hombres (el género masculino) es evidente, así nos lo han transmitido las tradiciones lingüísticas en que, por ejemplo, la omnipresencia del género masculino ha omitido siempre la presencia femenina. Las tradiciones nacen y su transmisión es perpetuada en las culturas hasta que ocurre algún cambio que las hace tambalear. Y esta es, en mi opinión, la cuestión clave, la que abordamos en estos momentos en nuestra sociedad, el movimiento, la ola, el fenómeno cultural, social, económico, que va más allá del cambio para instaurarse en el terreno de la transformación, del tránsito a un nuevo modelo de sociedad.
Así, tradicionalmente, la izquierda -término también en construcción desde los llamados partidos emergentes y desde la ecología y el feminismo políticos y sociales donde me inscribo- se ha presentado a la sociedad fragmentada bajo diversas siglas y ha sido también tradicional comprobar que no importaba mucho bajo qué siglas pusieras tu atención feminista pues en todos ellos los problemas eran los mismos y la cuestión de la igualdad quedaba irremediablemente dañada en clave interna de partido. Yo que tengo la oportunidad de compartir con mujeres de diferentes organizaciones políticas he de decir que las quejas, los conflictos y las reivindicaciones son los mismos y que estos no parecen quedar superados con la aplicación de la paridad y la técnica cremallera en las listas, que esto es sólo la imagen más pública que muestran los partidos pero que bajo la superficie el iceberg se extiende profundamente, como espejo que es de nuestra misma sociedad.
Si el tránsito a un nuevo modelo de sociedad significa la unidad de las personas para hacer políticas que pongan a estas, y por lo tanto a la vida en el centro, la unidad del feminismo es la condición sine quo non para que esto pueda producirse no sólo porque es un pensamiento transversal y holístico que imprenta la sociedad entera sino también porque tiene alternativas, propuestas superadoras del modelo heteropatriarcal capitalista que agoniza y que es el responsable de la crisis global que padecemos.
He sentido mucha tristeza en estos días al saber que en una de estas organizaciones políticas con las que comparto, las mujeres que quisieron hacer público su malestar por la elección del nombre Unidos Podemos han sido apercibidas, no oficialmente, por supuesto, para que se abstengan de hacerlo pues “podría hacer peligrar el débil -espero que por poco- equilibrio de los pactos de partidos”. Una muestra más de que la confusión en nuestras prioridades es intensa y la incoherencia una enfermedad extendida. ¿Somos las mujeres las que debemos “sacrificar” nuestra libertad, valores y visibilidad para que la supuesta prioridad de alcanzar pactos se produzca? ¿Acaso no es el pensamiento feminista imprescindible para avanzar en el tránsito a un nuevo modelo cultural, social y económico?
Creo que el Unidos Podemos era innecesario pero si algo he comprendido en mi vida es que sólo se percibe la grandeza de esta y, por lo tanto de todos sus subsistemas, cuando todo suceso se convierte en un aprendizaje positivo.
Así, en esta ocasión, las reacciones idénticas de los grupos de mujeres organizados bajo todas esas siglas políticas que se inscriben a la izquierda me han permitido tomar conciencia de que la unidad feminista es un proceso imprescindible e imparable para superar la crisis civilizatoria en la que nos encontramos y que Unidas todas Podemos.