Un grupo de activistas afro busca financiar su propio centro cultural
Conciencia Afro se muda de residencia, pero se niega a desaparecer. El mayor colectivo cultural de personas africanas y afrodescendientes en España estaba hasta ahora alojado en el Matadero de Madrid, de gestión municipal, pero su residencia ha caducado y ahora necesitan acondicionar un nuevo recinto. El local que han elegido se sitúa cerca del anterior, en el barrio Embajadores, pero está inacabado. Para conseguirlo han lanzado una campaña de crowdfunding en la plataforma Goteo que acaba dentro de 10 días.
Desde 2016 Conciencia Afro ha impulsado en Matadero más de una decena de proyectos, incluyendo un servicio de asistencia jurídica, una revista, un festival o un proyecto educativo. Después de cinco años están listos para emanciparse y construir un espacio propio: “Por eso nos hemos propuesto abrir un centro cultural que promueva la creación y difusión de las culturas africanas y afrodescendientes en Madrid y que se convierta en un punto de referencia de nuestra sociedad”, explican en la campaña.
Al mudarse, además de garantizar su supervivencia, se aseguran de que ningún cambio de Gobierno les afecte. Ya ocurrió en 2019, con la llegada del PP al Ayuntamiento de Madrid. “Hemos tenido miedo de que pudieran ir directamente a por nuestro proyecto porque no entra dentro de su marco artístico o del papel que tienen pensado para las personas migrantes y racializadas”, reconoce Yeison G. López, uno de los miembros fundadores de Conciencia Afro. No obstante, la profesora de universidad e investigadora Esther Mayoko puntualiza que no habrían llegado tan lejos sin Matadero y que la nueva etapa del colectivo no tiene que ver con “renunciar al apoyo público”.
La crítica atraviesa la razón de ser del colectivo, tanto social como institucional. Por eso “la independencia es siempre un plus”. El diseño del nuevo centro cultural corre a cargo de Husos Architecs, un estudio colombiano especializado en lugares colectivos, urbanismo y jardinería. “En este espacio pasaríamos a convertirnos en actores del tejido cultural madrileño”, confía García.
El presupuesto necesario es de 30.000 euros y por ahora han llegado a un tercio del total. A cambio de donar una aportación, los mecenas podrán acceder a talleres y actividades impartidas por las principales voces del colectivo.
“Las personas afro somos muy conscientes de que los recursos son limitados, a todos los sentidos. Y tampoco somos los que vivimos más holgados. Por eso vamos a optimizarlos al máximo posible”, cuenta Mayoko. Porque el fondo no va a estar destinado solo al local, sino también a ampliar y mejorar sus servicios.
Durante estos años han creado el festival anual AfroConciencia; un lugar para organizar debates, foros de cine o clases de defensa personal; la revista Negrxs; un espacio afrofeminista; una asesoría jurídica gratuita y una biblioteca especializada en libros antirracistas. La novedad más ambiciosa es la creación de una consultoría psicológica: “Más allá de tratar las consecuencias de la COVID, del distanciamiento social y de la enfermedad, estará ligado a cómo nos afectan los discursos de odio y a proteger la salud mental, porque muchos de nosotros manifestamos sentirnos más inseguros que años atrás”, asegura García.
Cultura contra la escalada del odio
De forma paralela a los hitos creados en Conciencia Afro, el discurso racista y xenófobo se ha infiltrado en las instituciones del país. “Hay una legitimación que ampara estos discursos sin que haya un reproche social ni institucional”, lamenta Yeison. “La realidad de 2021 tiene poco que ver con lo que había en 2016, cuando empezamos. Pero las que ya tenemos cierta edad, recordamos otras épocas donde el odio ya era parte de nuestro día a día”, afirma también Esther Mayoko.
“Conciencia Afro y en general muchas otras plataformas están poniendo en marcha iniciativas a nivel estatal, porque la necesidad no nace por desgracia de lo que pasó con George Floyd”, advierte la docente. Tanto ella como su compañero, politólogo de formación, echan en falta la implicación de personas racializadas en ámbitos como la diplomacia, la cultura, la sanidad o la educación.
“Como docente, estos espacios me permiten realizar un intercambio entre comunidades como la nuestra, que ha estado históricamente lejos de la universidad, y la sociedad. No basta con que seamos objeto de estudio, también tiene que enriquecerse de nuestra experiencia”, expresa Mayoko. Y, junto con García, busca fomentar ese “empoderamiento” desde el centro cultural: “Los jóvenes ven que hay una serie de espacios que les son negados y eso genera unas barreras a nivel psicológico que tenemos que romper”.
Las nuevas generaciones africanas y afrodescendientes quieren contrarrestar su escasa representación en una sociedad donde “el racismo es estructural”. “Solo juntas y en comunidad vamos a conseguir hacerle frente; y un espacio cultural afro es siempre la mejor medicina”, defiende Esther Mayoko. “Queremos que la gente lo sienta como casa, como refugio, como hogar. Pero también como un sitio que le presta servicios útiles”, expresa García. Ambos esperan inaugurar pronto un espacio donde todo el mundo sea bienvenido: “No es excluyente, es un regalo para la sociedad”.
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