Cuando el periodismo cambia el mundo: cómo un Pulitzer ha marcado para siempre el movimiento feminista
El jurado de los Pulitzer argumentaba el galardón al servicio público para Jodi Kantor, Megan Twohey y Ronan Farrow por destapar el 'caso Weinstein' con que su trabajo había servido de “estímulo” para la sociedad. Esa breve descripción del fallo resume un efecto dominó: tras las investigaciones publicadas en The New York Times y The New Yorker, un goteo de testimonios de décadas de abusos (hasta 80, de Rose McGowan a Salma Hayek o Eva Green) hizo caer en desgracia a Harvey Weinstein, el magnate de Hollywood.
Por los mismos motivos fueron detrás de él muchos otros famosos y poderosos. Finalmente, miles de mujeres muy lejos de Los Ángeles rompieron su silencio en torno al movimiento #metoo, #amítambién o cualquiera de sus variantes –con su correspondiente catarsis, el pasado 8 de marzo–.
Para la escritora Elvira Lindo, este “es un caso que ocurre una vez cada mucho tiempo”. “Todo el que se dedica a escribir siempre se pregunta si lo que hace cambia algo, qué importancia tiene. En este caso algo se transforma, obviamente, de manera radical, pero es un ejemplo para que podamos aspirar a que nuestra propia presencia cambie las cosas, a que tengamos una vocación crítica, de servicio público”, explica a eldiario.es.
“El hecho de que un periódico de referencia como es The New York Times destapara un caso tan correoso es más difícil para las periodistas de lo que podemos pensar desde España. Sobre todo porque Weinstein es una persona con mucho poder y con vínculos con el Partido Demócrata”. La también escritora y periodista Lucía Lijtmaer apunta que cuando el NYT se congratuló de la exclusiva, Sharon Waxman salió a explicar que cuando trabajaba en el diario en 2004 le pararon un reportaje sobre el magnate. “La cultura puede que haya cambiado, pero el periodismo-marca no”, valora.
Anna Pacheco espera no ser “demasiado” optimista, pero sí cree que “algo ha cambiado para siempre”. Para la reportera de PlayGround, lo valioso de este germen fue haber introducido un tema en agenda “que lo dinamita todo”. “Durante meses hemos leído escándalos en la vida política, en empresas grandes, en startups, en el cine, en redacciones, en la gastronomía. En absolutamente todos los ámbitos”. Una sucesión de hechos que ha marcado la conversación real y virtual con “consecuencias políticas y sociales”.
Pero el caldo de cultivo estaba ahí. La abogada e investigadora en Derechos Humanos Violeta Assiego, recuerda que 2017 venía precedido, en EEUU, por el escándalo de Bill Cosby, la Women’s March y las declaraciones y agresiones conocidas de Trump: “Quien hace que ese reportaje se convierta en viral son las mujeres que al leerlo tienen el valor y la valentía de decir ‘a mí también”.
“Este reportaje, sin la fuerza del movimiento feminista, no hubiese sido posible; pero a su vez, el movimiento, sin este reportaje, no hubiese hecho llegar tan lejos las denuncias que se vienen haciendo desde hace años”. Para Assiego la investigación tiene mérito porque constituye una función de servicio público “que con el tiempo se había ocultado un poco”.
La cuarta ola
La politóloga Mariam Martínez Bascuñán escribió en marzo en El País una columna llamada La cuarta ola. “Hay un momento en el que todo explota, como ocurrió en la Primavera Árabe. Lo que veo aquí es la importancia de destapar una práctica que no es anecdótica sino sistémica, que implica la punta del iceberg”.
Bascuñán ha investigado el origen de la viralización del #metoo, un lema que aunque impulsó el famoso tuit de Alyssa Milano a raíz del reportaje del NYT, ya se veía en sus diferentes versiones desde hace décadas en las movilizaciones, sobre todo de feministas negras.
También ella cita otros casos, como el de Anita Hill –abogada que en 1991 denunció a un candidato a juez de la Corte Suprema, proceso a partir del cual se popularizó el término 'acoso sexual'–. “Esto no se puede entender sin la historia, pero hay una inflexión, una revolución. El feminismo deja ahora de pensarse a sí mismo y mira al poder de frente”.
De revolución habla la diputada de En Marea y filósofa feminista Ángela Rodríguez Pam. “Por un lado, la última crisis ha vinculado para siempre la desigualdad de las mujeres con la desigualdad económica”. Y por otro, “lo que ha sucedido con todos los relatos, el #metoo, el #yotecreo, el #juanaestáenmicasa” ponen sobre la mesa, en su opinión, además del régimen de la verdad –“particularmente cuestionada para las mujeres”–, la solidaridad, sororidad y comprensión “en una sociedad desprendida de ciertos valores”.
La revista Times nombró 'person of the year' a “las que rompieron el silencio” y, aunque hay quien pueda pensar que lo justo es reconocerlas siempre a ellas, para Rodríguez “el cómo se ha contado es lo que ha dado el giro definitivo. Se entiende leyendo a Nerea Barjona en su libro sobre el crimen de Alcàsser: una forma de abrir una grieta en el patriarcado es precisamente cómo se cuentan las cosas”. En ese enfoque sobre los derechos de las mujeres, coinciden muchas, está lo merecido del Pulitzer. Y lo conecta con el 8M en España: “Cuando las periodistas han decidido implicarse, el desarrollo de la huelga dio un vuelco”.
“Una sensación de red”
La reportera Lucía Mbomio expresa sus sentimientos contradictorios ante tanto revuelo. Recuerda aquel día que su mejor amiga, blanca, lloró porque a ella no le dejaron entrar en una discoteca por ser negra. “Yo no me sorprendí, estaba acostumbrada. Me sorprendió que ella llorara”, recuerda. “Esto es igual, me sorprende que sorprenda, cuando es algo que se ha dado de forma muy usual en redacciones, en platós. Lamentablemente. Es la sorpresa de los varones”.
Mbomio cuestiona además que sea tan mundial: “Global, tristemente, casi siempre quiere decir 'norte político'. No tengo tan claro que estas historias alcancen a todo el planeta, por cosas tan básicas como el acceso Internet”. Es importante replantearnos “qué significa global, y sobre todo, de qué maneras podemos llegar. Y pensar incluso en incidir en sociedades a las que sí llega, pero no tiene las mismas consecuencias que para nosotros”. También sobre inclusividad, según siente la escritora Alana Portero, este 8M lo fue algo más para las mujeres trans. “Quizá sea un primer paso para que el feminismo sea públicamente mucho más transversal, aunque para esto hace falta mucho más”, opina.
En España no ha llegado a replicarse el reportaje en una especie de ‘Weinstein’ patrio pero sí muchas, como Portero, definen el “anclaje mediático al que agarrarse” creado, “una narrativa simbólica, una pertenencia o sensación de red”. Quizá tenga que ver con ello los testimonios que han surgido en todos los ámbitos, impredecibles hace apenas pocos meses. Uno fue el de Leticia Dolera, otro el de Ruth Toledano, ambos en eldiario.es.
A Toledano, lo que le empujó a hacerlo fue, más allá del #metoo, la reacción social al juicio a la superviviente de La Manada, que tantas entroncan en la narración del boom del movimiento en España. “Ya no te sientes sola, ya no tienes vergüenza, ni piensas que no va a servir de nada exponerte”, explica sobre este ya no callarse más. “Sirve a todas, así que te sirve a ti misma y, en definitiva, sirve a toda la sociedad y a la historia”.