¿Son caras las entradas de Rosalía? Los precios de conciertos se duplican, pero los reventas siguen haciendo su agosto
Cuando Live Nation publicó, pocas horas después de anunciar las fechas, los precios de las entradas de los conciertos de Rosalía, muchos fans quedaron agradablemente sorprendidos al comprobar que no eran tan caras como cabría esperar. Por menos de 30 euros en Madrid (26 + gastos) y por 32 en Barcelona (28 + gastos) era posible hacerse con un ticket, aunque fuera en la zona más alejada del escenario. A partir de ahí, el precio subía de forma progresiva hasta superar los 70 euros (65 + gastos) de golden circle, el invento de las promotoras para que los fans dispuestos a pagar más vean el concierto en una primera línea reservada, separada del resto –como la primera clase en un avión–.
“El precio inicial es acorde con el estatus que ha adquirido este año, pero el rango más bajo de entradas sí es barato respecto a otras grandes giras”, considera Pablo Porcar, editor del medio especializado en música alternativa Binaural. “Tampoco recuerdo haber visto un golden circle tan barato, suelen estar a más de 100 euros”. Por poner dos ejemplos recientes: las entradas más baratas de Muse salieron a 56 euros; las de Bon Jovi también, con el golden circle a 180 euros.
Con estos precios ajustados por arriba y por abajo, la artista catalana se desmarcó de una tendencia indiscutible: los conciertos son cada vez más caros. Según los datos proporcionados a eldiario.es por el marketplace de música en vivo Wegow, que trabaja con usuarios, artistas, promotores y marcas, el precio medio de los eventos en España ha subido un 47% en los últimos cuatro años, de 14 a 20,60 euros la entrada. Este dato incluye conciertos y festivales de todos los tamaños y tipos de artista. Pero la sensación entre los expertos consultados es que los que tiran son los grandes.
“[Suben los conciertos] de primera línea y que sepan que venden un pabellón en unas horas”, dice Porcar. “Por eso es raro encontrar entradas a 34 euros”. Desde Wegow consideran que la popularización de los conciertos como forma de ocio también influye. “Cada vez más se da a la música en vivo el valor que merece”.
El alza es global: en Estados Unidos, el precio medio de conciertos de primera línea pasó de 26 dólares en 1996 a 92 en 2019. Según datos recopilados por Bloomberg, la inflación crece a su ritmo (55% en esa horquilla de tiempo) y los conciertos en general, a cinco veces más (255%).
“Suben porque la música crece y genera más dinero que antes”, resume Alfonso Santiago, director de Last Tour, una de las promotoras más importantes de España (monta el BBK Live, Azkena y lleva las giras de Amaia o Fito). “Los artistas se hacen más grandes, tienen más demanda y valen más. El precio se acuerda entre promotor y artista, en función de lo que quiera cobrar. Si el artista lo pone más caro, es porque quiere cobrar más”. Los artistas de éxito, añade Porcar, “pueden recibir ofertas de promotoras y apretar exigiendo números prohibitivos que generan entradas por las nubes. Pero ella le pone tanta cabeza a todo que dudo que se le haya ido al exigir el caché de la gira española”.
Es decir: que Rosalía podía haber puesto las entradas al doble y haber colgado el cartel de sold-out igual. Quizá unas horas más tarde. Pero con precios más bajos se asegura de que esto suceda y además queda bien ante sus fans.
“Es importante cuidar a los fans cuando tu carrera aún está empezando, aunque ya llenes estadios. Y con lo inteligente que es habrá pensado que construir una marca de éxito también es agotar”, añade Jorge Díaz, fundador de la startup de tickets Tracer, que aboga por dar al promotor total control sobre su entrada para evitar la reventa desleal. Sin embargo, que la demanda de entradas supere a la oferta tiene una fea cara B. “Si se agota significa que la gente pagaría más. Es la base de la reventa. Todo esto influye en que exista”.
La historia se repite: entradas en reventa al doble
La alegría de los fans de Rosalía duró poco, tanto en las dos primeras fechas anunciadas como en la segunda en Barcelona. En pocas horas las entradas se agotaron y aparecieron en la web de reventa Stubhub a más del doble y del triple. Ahora, la más barata en Madrid cuesta 88 euros y algún espabilado pide hasta 3.000 por el golden circle. “Lo que frustra a la gente es que es cíclico”, dice Díaz: “Concierto gordo. Reventa. Cabreo de tres días. Vuelta a empezar”.
La reventa ambulante está prohibida en España, pero la ley es de cuando no existía Internet (1982) así que la reventa digital es una especie de mundo sin ley. La operativa es la siguiente: según abre la venta, los brokers (gente que vive de revender) compran entradas de forma masiva, utilizando a varias personas desde varios ordenadores e incluso redes privadas virtuales (VPN, por sus siglas en inglés). Cuando las tienen, las ponen a la venta en portales como Stubhub y se permiten ajustar el precio en función de lo que crean conveniente. En los conciertos el formato es habitualmente electrónico (PDF), pero en eventos como partidos de fútbol se monta un tremendo dispositivo logístico para recoger los abonos de socios en persona, entregárselos al turista que paga cientos de euros y recogerlos al terminar.
En Barcelona, los encargados de ir a por abonos del Barça eran repartidores de Glovo. Las empresas de reventa alquilan un piso o salón de hotel el día del partido y los compradores acuden con su localizador a recogerlos. Al entrar al estadio deben decir que “el abono es de un amigo”.
En los conciertos, el comprador de la entrada revendida no tiene por qué mentir y decir que es de un amigo porque no suele llevar nombre. “La reventa no depende de los promotores”, dice el director de Last Tour. “Tú no sabes quién compra las entradas. Un método que funciona es el de las entradas nominales: nosotros solicitamos nombre y 'email' cuando vemos que un concierto va a dar problemas”.
Ticketmaster, la tiquetera que vende las entradas de Rosalía, ha emitido un comunicado diciendo que su tecnología le permite “identificar y bloquear ataques de bots” y “anular compras fraudulentas”. También dice que tiene métodos para minimizar el impacto de la reventa, como las entradas nominales. Llama la atención que lo remarque porque el promotor de Rosalía no utilizó este método, y eso que el promotor de Rosalía es Live Nation, una empresa que lleva fusionada con Ticketmaster desde 2009. eldiario.es ha querido recoger los comentarios de Live Nation, pero al cierre de este artículo no había respondido al ser festivo en Barcelona.
Cabe recordar que hasta hace poco Ticketmaster y Live Nation controlaban parte del pastel de la reventa con Seatwave, su propia web. La cerraron ante las crecientes críticas y Ticketmaster habilitó otro servicio de reventa “entre fans”. El FC Barcelona también tiene su propio servicio de reventa: 'asiento libre', que permite a los socios revender sus abonos y al club llevarse un porcentaje. Controlando el mercado primario y el secundario es como los grandes emisores de entradas salen ganando.
La sombra de la sospecha sobre Live Nation es alargada porque en junio se confirmó que entre 2016 y 2017 había desviado entradas de artistas como Metallica al mercado secundario (reventa), cuyos márgenes son –obviamente– más altos. Metallica aseguró no ser consciente de que eso sucedía. “Al artista le toca las narices, pero con la reventa el manager consigue agotar”, continúa el fundador de TracerHQ. “Si se venden 15.000 entradas y los reventas compran 3.000, es un 20% asegurado vendido. Decir 'agotado en 5 minutos' da caché”.
“Yo no secundo esa teoría”, incide Santiago, de Last Tour. “Yo quiero un sold out real. Que las entradas estén a un precio justo y se vendan, no que las revenda otro y especule”. Por eso, cuenta, cuando vende entradas en el mercado primario de Stubhub firma un acuerdo con la compañía para que, al menos ahí, no vendan en el secundario. “Pero no puedes evitar que lleguen a terceras plataformas”, lamenta.
Stubhub también emitió su comunicado sobre Rosalía diciendo que “la responsabilidad es del vendedor primario”. Es decir, echando balones fuera y culpando a Ticketmaster de permitir la compra masiva... ¡con la que ellos hacen negocio en su web!
Hay un tercero en discordia en todo este maremágnum de intermediarios: Google. Aunque el Ministerio de Cultura lleva tiempo hablando de regular la reventa online, el primero en ejercer de “juez” en esta guerra ha sido el buscador. En julio, Google le cortó el grifo a Viagogo (otra web de reventa) y desde entonces le impide anunciarse porque considera sus prácticas engañosas. “El 50% de las ventas de estas plataformas viene por AdWords”, explica Díaz. “Si les quitas los anuncios de Google, las matas, porque los brókers venden menos y se van a otras”.
El principal beneficiado de esta decisión no es el usuario, sino el resto de portales de reventa, que ahora tienen un competidor menos. Cuando alguien busca 'entradas Rosalía' tiene en los resultados tres webs de reventa, Stubhub la primera, y un 'scroll' hasta llegar al enlace a la web oficial.
“Nosotros vendemos la entrada a un precio y las webs de reventa invierten mucho en Google para posicionar un producto más caro que el tuyo”, señala Santiago. “La gente se mete, pone 'entradas Rosalía' y no ve el canal oficial. Es engañar”.
Todos miran a Taylor Swift
Los reventas, 'brokers' y plataformas justifican su existencia como una forma de “ajustar” oferta y demanda, al tiempo que el sector mira de reojo a la industria turística y se fija en sus “precios dinámicos”.
Cuando uno compra un billete de avión paga un precio ajustado a la demanda del vuelo y a la posibilidad de la aerolínea de vender el resto de asientos, igual que cuando uno reserva una habitación de hotel paga un precio basado en cuánta gente se espere ese día, a cuánto esté vendiendo la competencia... En teoría, si el vendedor primario ajustara el precio a la demanda, los reventas no tendrían nada que hacer. Estrategias como el golden price van en esa línea (si hay fans dispuestos a pagar más, ¿por qué no vender entradas premium más caras?).
“La reventa tiene los días contados”, señala Díaz. “Es cuestión de que haya entradas dinámicas”. Un caso interesante, continúa, es el de Taylor Swift durante su tour Reputation. “Hace dos años dijo: no voy a ir a agotar en cinco minutos. Saca entradas y vende la mitad. Sale en medios que no agota, que ya no es tan popular... Pero pasan los meses y vende un 95%. Y a precios más altos, por eso no agotó al principio. Es un gran éxito económico y un ejemplo de lo absurdo que es agotar a los cinco minutos, del miedo que supone no hacerlo y de cómo la reventa ayuda a que agotes”.
En cualquier caso, vender a precios astronómicos porque haya gente dispuesta a pagarlos dependerá de cómo entienda cada artista su producto y a sus fans. “Taylor Swift pide una barbaridad, pero es lícito sabiendo lo que vende”, considera Porcar, de Binaural. “Y de Rosalía los imputs que me llegan es que controla meticulosamente su evolución. Taylor también es así y apenas ha perdido control con los años”. O, como concluye Díaz: es inteligente que Rosalía haya vendido barato esta vez porque “ya tendrá oportunidad de ganar más”.