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ENTREVISTA

En la guerra por las baterías, “la UE está muy lejos de poder producir litio a escala”

Lukasz Bednarski, analista de Standard and Poor's y experto del mercado del litio.

Aldo Conway

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Cada era ha tenido su máquina icónica; el símbolo de la ilustración fue la imprenta, como la máquina de vapor lo fue para la revolución industrial o las herramientas de computación lo fueron en el siglo XX. En una era singularmente tecnológica, escoger una máquina que ejerza de cabeza del zeitgeist técnico o científico parece más complicado. Sin embargo, buena parte de esta carrera por el desarrollo tecnológico pasa de forma irremediable por una búsqueda de formas de energía más sostenible y más barata. Aquí es donde entra en juego el litio, metal al que el danés Lukasz Bednarski ha dedicado su ensayo La guerra de las baterías (Errata Naturae). Bednarski es analista principal de investigación de litio y materiales para baterías en S&P Global Commodity Insights y es considerado uno de los mayores expertos del mundo en este metal, que va a condicionar en buena medida la política internacional y el comercio en las próximas décadas.

El papel de este material en la fabricación de baterías lo convierte en una de las materias primas de mayor relevancia estratégica del mundo. El futuro de la movilidad y el transporte pasa por los vehículos eléctricos, por lo que el litio, en teoría reciclable hasta el infinito, deberá ser prioritario para los países que quieran dominar el mercado mundial del futuro. Bednarski explica que, del mismo modo que en la historia del sector petrolero, Occidente y Oriente Próximo han tenido un rol protagonista, el sector del litio ha colocado a Asia y a América Latina en el centro de la diana, con China a la cabeza.

En este sentido, el gigante asiático ha llevado la iniciativa siendo pionero en aproximar esta tecnología al gran público, apuntando a generalizar el uso del vehículo eléctrico. Solo en 2019, cuenta Bednarski en el libro, China instaló, a un ritmo de mil al día, estaciones de carga para vehículos eléctricos en todo el país. Este nuevo paradigma obliga a las potencias a mover ficha, buscar acuerdos comerciales con los proveedores potenciales de litio y asegurar la disponibilidad de un recurso clave para el futuro.

En la actualidad, Australia encabeza el ranking mundial de producción de litio. Si bien China y Estados Unidos son clientes potenciales del país austral, no son los únicos. El 28 de mayo, la Unión Europea y Australia firmaron un acuerdo de colaboración para materias primas y minerales estratégicos. “Australia es un socio ideal para Europa en lo que se refiere al litio. La UE está muy lejos de poder producir litio a escala. De hecho, para abastecernos solamente contamos con una mina en Portugal y las tecnologías de extracción con las que contamos son convencionales y no ofrecen demasiadas garantías en cuanto a resultados. Además, no se trata únicamente de extraer el litio; Australia, aunque está en ello, todavía no tiene la capacidad de refinar y procesar el material”.

Sin embargo, el litio no será el nuevo petróleo; al menos no en términos monetarios. “En general, todas las inversiones en minería son arriesgadas. Y así como existen una gran cantidad de pequeños proyectos de inversión en minería, solo una pequeña parte prospera. Esto se aplica a todos los metales en general, no se ciñe únicamente al litio. La minería de litio, por ejemplo, requiere inversiones de al menos quinientos millones de euros, y la rentabilidad depende demasiado de que los precios se encuentren al alza o a la baja. Cuando escribí La guerra de las baterías, el precio del litio en el mercado era bajo; en cambio, cuando ya estaba publicado, el precio se había disparado y con él las inversiones”.

Lithium, la versión original del libro, se publicó en el año 2021. “También hay que tener en cuenta que el uso que se le da al litio no es el mismo que se le da al petróleo. El litio de las baterías dura años y se utiliza en otros productos que duran años; cuando el petróleo se extrae de la tierra, se quema, por lo que la del litio jamás alcanzará la escala del petróleo”, explica, y añade que el coste del litio comienza a incrementarse cuando se procesa y se produce para su uso en baterías. De ahí una cita de La guerra de las baterías que dice que “Chile tiene el potencial para ser la Arabia Saudí del litio”, pero que en ningún caso Chile será Arabia Saudí.

Y es que las reservas mundiales de litio están muy mal repartidas: Chile cuenta con la mayor cantidad de litio disponible del mundo, con 9,3 millones de toneladas, seguido de Australia, con 6,2 millones y Argentina, con 2,7 millones de toneladas disponibles. El resto, otros 8 millones de toneladas aproximadamente, se reparten por todo el mundo, especialmente en China y Estados Unidos, que disponen de 2 y 1 millones de toneladas de litio, respectivamente. “Soy bastante positivo con respecto al futuro, porque aunque en la actualidad la producción de litio esté muy concentrada, aún quedan muchos depósitos por explotar en Estados Unidos, en África y en Europa que harán que la producción se generalice en todo el mundo”.

Algunos capítulos de La guerra de las baterías abarcan la esfera latinoamericana, en especial Chile, Bolivia y Argentina. Este último país ha ganado gran protagonismo en el panorama internacional tras la elección como presidente de Javier Milei. Este, en septiembre de 2023, afirmó que las empresas “pueden contaminar un río todo lo que quieran”, porque de esa manera, al disminuir la cantidad de agua disponible, su valor aumenta.

Bajo esta premisa, ante la pregunta de qué puede esperarse de gobiernos anarcocapitalistas en la gestión de recursos estratégicos, Bednarski afirma que “hay que tener muy en cuenta cuál es el sistema político y administrativo de Argentina, los gobernadores de las provincias siguen teniendo mucha autonomía”. Además, dice que “Argentina tiene una larga historia con el litio. Siempre han existido proyectos, pero el clima de inversiones se ha visto siempre afectado por los cambios políticos, por lo que Argentina ya perdió ese tren hace tiempo, no tanto por la acción política sino por las decisiones individuales de las empresas”.

La Unión Europea siempre hace gala de su exigencia medioambiental, y eso hace que tenga que enfrentarse, de vez en cuando, a dilemas como el hecho de iniciar una explotación que puede tener graves consecuencias ecológicas pero que, por otro lado, pueden fortalecer su autonomía estratégica. Según cuenta el autor, la minería de litio no está coaligada a efectos medioambientales particularmente nocivos “más allá de ruidos o posible contaminación del agua”. Además, Bednarski destaca la importancia de la minería urbana, es decir: la recolección [sic] de elementos a partir de objetos desechados de nuestro entorno inmediato. “[El litio] podría seguir la trayectoria del plomo, que en el pasado procedía principalmente de las minas, mientras que la demanda actual del mercado se satisface a través de plomo reciclado”.

Competitividad medioambiental

Cree que, precisamente en materia medioambiental es donde la UE puede alcanzar un verdadero liderazgo en el sector: “Lo primero es asegurar la competitividad y no perder puestos de trabajo en favor de otros países o regiones, eso es primordial, pero también podemos asumir un papel principal en legislaciones medioambientales (...) o que garanticen los intereses de los consumidores. Podríamos ser líderes en este ámbito y el mejor ejemplo de ello es la normativa del Pasaporte de Baterías, que exige a las empresas que comercializan pilas en el mercado europeo que se aseguren de que una parte de los materiales de las pilas, como el litio, el níquel, etc., proceden de fuentes recicladas”.

Por el momento, mientras llega esta dispersión extractiva y la industria de las baterías recoge su testigo en la economía mundial, a la Unión Europea le conviene, según Bednarski, la asociación comercial con Estados Unidos en lo referente al litio, “pero no parece que haya disposición por parte de EEUU en este sentido; ellos están generando su propia economía del litio, su propia industria de las baterías, por ejemplo a través de la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 (IRA), o a través de impuestos y aranceles a los vehículos eléctricos procedentes de China. Además, están cerrando sus propios acuerdos comerciales con países como Chile o Corea del Sur”. Advierte, sin embargo, que esta búsqueda de asociación comercial e industrial con Estados Unidos no debería limitarse solo a las baterías y al litio, sino “formar parte de un paquete más amplio de colaboración y cooperación”.

Mirar hacia China se va a volver cada vez más complejo con el paso de los años, según explica el danés, ya que “el panorama internacional cada vez está más polarizado, y cada vez más países tendrán que elegir y posicionarse con China o con EE.UU; esto no excluye a la UE, por el momento, podemos comerciar y comerciamos con China, hasta el punto, de hecho, de que dependemos en buena medida de ellos, sobre todo para las tierras raras. Tendremos que elegir [bando] en el futuro, pero en este momento no tenemos mucho margen”.

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