Julen Bollain: “La renta básica ya no es una alternativa utópica como se hablaba hace veinte años”
Julen Bollain (Eibar, 1990), economista y doctor en Estudios sobre Desarrollo, acaba de publicar un libro para intentar dar a conocer un poco más el concepto de renta básica universal, que sitúa como remedio a los problemas de las rentas mínimas en la lucha contra la pobreza en países ricos como España. “La renta básica tiene una cosa buena y es que cuanto más se conoce, más gusta”, afirma el profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea, que fue diputado en el Parlamento Vasco por Elkarrekin Podemos. Con encuestas al alza sobre su apoyo social, el mayor reto de la renta básica es “político”, apunta.
Publica su libro Renta básica: una herramienta de futuro poco después de presentar una tesis doctoral sobre este tema. ¿Qué ha querido aportar con estos trabajos?
La centralidad de la tesis no está en el libro, ya que se centra en la viabilidad económica de una renta básica en Euskadi y el libro tiene un ámbito más amplio. Pero sí tienen una misma estructura.
Lo que planteo es que tenemos programas de rentas mínimas en todos los países europeos y estas, como dice la propia Comisión Europea, no han logrado cumplir sus objetivos. Es decir, no son capaces de garantizar una vida digna y plena a todas las personas de la sociedad. Así que analizo las limitaciones de las rentas mínimas y cómo se comporta ante ellas una renta básica universal. El resultado es que las sortea muy bien.
¿Qué limitaciones detecta en las rentas mínimas?
En primer lugar, las rentas mínimas no son eficaces. En el Estado español la tasa de adecuación de las rentas mínimas es del 28% sobre la renta mediana. El umbral de la pobreza está fijado en el 60% y el de la pobreza severa en el 40%, por lo que ese 28% queda todavía bastante abajo. Cuando la cuantía es tan pequeña, es muy difícil que logren garantizar una vida digna a las personas.
En segundo lugar, las limitaciones presupuestarias, los errores de cobertura. En los países de la OCDE, entre el 20% y el 60% de las personas pobres no acceden a los programas de rentas mínimas. Sobre el ingreso mínimo vital, aunque es cierto que tiene poco tiempo, el 90% de las personas pobres no acceden a él. En total, abordo cinco limitaciones.
¿Cuáles son las tres restantes?
Estaría también la estigmatización de las personas beneficiarias. Las rentas mínimas dividen a la sociedad entre aquellos que dan y los que reciben, y se crea una estigmatización muy grande sobre las personas beneficiarias. Algo que no sucede con servicios universales como sanidad y educación.
La cuarta limitación serían los mayores costes administrativos y por último, en quinto lugar, lo que se llama “la trampa de la pobreza”. Las rentas mínimas son subsidios que habitualmente no son acumulativos y muchas veces los beneficiarios tienen que poner encima de la balanza si les conviene aceptar o no un empleo, porque si lo hacen pierden parte o incluso toda la renta mínima. Entonces, las rentas mínimas son desincentivos también a la hora de activar a las personas que acepten una oferta de trabajo remunerado.
¿Y cómo responde la renta básica universal ante estas cinco cuestiones?
La renta básica supera con mucha agilidad estos problemas, de una manera rápida. Si está financiada mediante una reforma fiscal suficiente, no tiene que suponer problemas de presupuesto. No presenta errores de cobertura, porque todas las personas la reciben. No estigmatiza, porque, como la educación o la sanidad, es universal para todos y tiene menos gasto de administración.
Por último, no cae en la trampa de la pobreza porque la renta básica se entiende como un suelo, una base de ingresos sobre la cual edificar, no se quita por el hecho de trabajar. Así, una persona que trabaje remuneradamente con una renta básica siempre va a tener más dinero a final de mes que una persona que solo cobre la renta básica. Con las rentas mínimas no pasa eso.
Que todo el mundo reciba la renta básica no quiere decir que todo el mundo salga ganando monetariamente, los más ricos acabarían pagando más impuestos
¿Los errores que apunta sobre las rentas mínimas no se solucionarían con más inversión? Por ejemplo, para que llegaran a todas las personas en pobreza. ¿Por qué considera que una renta universal es más efectiva para combatir la pobreza que prestaciones con el foco en la población con más necesidades?
No hemos conseguido en más de 30 años una renta mínima, sea mejor o peor, que alcance al total de la población que tiene que llegar. Como decía con los datos de la OCDE, se queda mucha gente fuera. Por lo que parece muy complicado llegar al total de la población. O hasta ahora ha sido imposible en 33 años desde que se hizo la primera renta mínima en Francia.
Además, sobre esto trataron de responder dos sociólogos suecos, Walter Korpi y Joaquim Palme, en 1998 y mediante evidencia empírica llegaron a una conclusión: que las políticas del estilo Robin Hood, que transfieren recursos monetarios de los ricos a los pobres a través de prestaciones condicionadas, son menos eficaces a la hora de conseguir una mayor redistribución que las medidas universales, como pueden ser la sanidad o la educación públicas. Ellos llamaron a esta conclusión “la paradoja de la redistribución”.
Y, por añadir otro punto más, que todo el mundo reciba la renta básica como derecho de ciudadanía no quiere decir que todos salgan ganando monetariamente. Los más ricos acabarían pagando más impuestos.
Tras analizar las limitaciones, aborda la viabilidad de la renta básica universal. ¿Es viable?
En el libro lo analizo para España, con estudios que ya estaban realizados; en la tesis lo abordo para Euskadi. En ambos casos la renta básica es viable económicamente.
¿Cómo se puede financiar?
En casi todos los estudios realizados a nivel mundial se financiaría mediante una reforma fiscal, una reforma del IRPF. Puede que no sea el impuesto más justo para financiar una renta básica, pero sí es el impuesto más accesible y son los datos que presta, en este caso a nivel estatal, el Instituto de Estudios Fiscales. Luego tanto en el libro como en la tesis recojo otros impuestos que podríamos tocar, y que de hecho deberían tocarse, pero para los cuales no tenemos información individualizada.
Se contempla lo que denominamos “cláusula de compensación”. Es decir, una cláusula para que ninguna persona que esté por debajo del decil 8 (persona del 80% no estrictamente rico de la ciudadanía o más pobre) salga perdiendo. Por lo tanto, la reforma fiscal supone una redistribución de la riqueza del 20% más rico de la población al 80% restante.
Cuando se habla del aumento de impuestos, por ejemplo a la riqueza o a las grandes empresas, se suele advertir de la posible huida de capitales. Dado el mundo globalizado como el que tenemos, que estas rentas altas se puedan marchar a otros países con menos impuestos. ¿Esta reforma fiscal y la implantación de la renta básica son viables en un país en solitario?
Lógicamente, cuanto más global sea el alcance, más posibilidades tiene de que salga bien. De todos modos, si hablamos del impuesto sobre la riqueza, sobre patrimonio, es un mito que actualmente no exista a nivel europeo. Y cuando hablamos del impuesto de sociedades, de las grandes empresas y rentas, estas no siempre están donde menos impuestos hay. En España tenemos seis-siete puntos menos de presión fiscal que la media europea y aquí no se hacen unas inversiones mayores que en otros países con una presión fiscal muchísimo mayor, ¿no?
Teniendo esto en cuenta, y dependiendo de qué impuestos hablemos y de cómo sea la competencia en este a nivel mundial, lo lógico es que se avance en una armonización fiscal. Al menos europea, necesaria también para combatir ese tipo de fuga de capitales. Se están dando algunos pasos.
Para tratar de concretar las medidas en números. ¿Cuánto tendría que recaudar España en esa reforma fiscal que plantea, enfocada en ese 20% más rico, para pagar una renta básica universal?
En este caso sería recaudar alrededor de un 3% del Producto Interior Bruto (PIB) a nivel estatal. Pero hay que tener cuidado cuando hablamos de cómo se financiaría una renta básica. Lo que hacemos no son estudios dinámicos, lo único a lo que tenemos acceso ahora y lo que podemos realizar son demostraciones como tal de su viabilidad económica.
Es cierto que una renta básica en un país solamente no es algo que pudiese dar unos frutos muy interesantes. Sin embargo, sí creo que estamos al borde del próximo ‘momento Sputnik’. Que el país que implemente una renta básica primero podrá tener una ventaja competitiva respecto al resto. Y también considero que cuando un país lo implemente, otros van a ir detrás. Hemos podido ver algunos avances en este respecto en la pandemia.
Creo que estamos al borde del próximo ‘momento Sputnik’, el país que implemente una renta básica universal primero podrá tener una ventaja competitiva respecto al resto
¿A qué se refiere?
Por ejemplo, salvando las distancias porque no se hace de una forma redistributiva, lo hemos visto con los cheques que introdujo Trump en la pandemia. O como se realizó en Japón. Son políticas que empiezan a funcionar y en las que vemos un cambio que apuesta por dos cosas. Por derechos universales en el sentido monetario y, por otra parte, por desligar estos derechos de procesos de inserción laboral. Esto tiene su lógica en un futuro donde presumiblemente se dará una destrucción neta de empleo.
Ahora mismo se están haciendo multitud de proyectos piloto de renta básica. No es una alternativa utópica como se hablaba hace veinte años, a principios de los 2000. También sobre la reducción de la jornada laboral. Si vamos hacia una destrucción de empleo en el futuro, lo que no tiene sentido es que este se concentre en unas pocas manos.
De cara al futuro, hay puestos que se destruirán por la automatización y digitalización, pero también se crearán otros.
He visto estudios que diferencian cantidades entre lo que se va a crear y lo que se va a destruir, pero, aun sin saber cuál va a ser el balance final, este es negativo en la mayoría de investigaciones. En el libro hablo de algunas de ellas. En España, por ejemplo, un informe de BBVA Research (2018) estimó que el 36% de los empleos se encuentra en riesgo elevado de ser computarizados. El estudio How robots change the world de investigadores de la Universidad de Oxford (2019) recoge que cada máquina autónoma que sea implantada supone la pérdida de 1,6 empleos y que en la próxima década se espera una destrucción de dos millones de empleos en Europa.
Según muchos estudios, se van a destruir más empleos de los que se crearán y sobre todo, lo que me parece importante, esos empleos que se van a crear serán supercualificados. Ahora mismo, hay dos cuestiones que tienen más influencia en la desigualdad en nuestro país. Una es la riqueza y otra es la educación. Como comentaba antes, ¿quién puede estudiar un doctorado o un máster? Habitualmente, quien no tiene que ir al mercado laboral y coger un empleo precario para meter recursos en casa.
Tenemos a futuro un triángulo perverso entre educación, riqueza y empleos, con el empleo como bien escaso y supercualificado. Si no conseguimos quebrar ese triángulo para dotar de una igualdad de oportunidades real a todas las personas, tendemos el problema de que tanto la riqueza como la educación y el empleo se concentrarán en las mismas manos.
Las encuestas indican que hay más población a favor de una renta básica universal que hace unos años. ¿A qué cree que se debe esto?
Aunque filosóficamente se hable de renta básica desde hace mucho tiempo, en los últimos cinco años, desde que se hizo un referéndum en Suiza en 2016 sobre ‘renta básica sí o renta básica no’, se ha hablado y escrito más del tema que en toda la historia anterior. Actualmente en los parlamentos de todo el mundo se debate sobre la renta básica. En el Congreso de los Diputados, en el Parlamento Vasco, también en Estados Unidos, en Francia…
Tras el referéndum de Suiza en 2016, en 2017 se propone el proyecto piloto de Finlandia y esto abre portadas en muchos medios de comunicación. Muchos medios tergiversaron lo que era una renta básica y más tarde también los resultados, que en realidad fueron bastante exitosos, pero se hablaba del tema. La renta básica tiene una cosa muy mala: que es muy fácil hacer demagogia sobre ella, como cuando dicen que sirve para financiar un ejército de vagos y estas cosas. Pero también tiene una cosa buena y es que, cuanto más se conoce, más gusta porque más se entiende.
¿Cree que se está empezando a ver la medida como una opción factible, cada vez menos utópica?
A nosotros que se hable de renta básica nos viene muy bien porque vemos encuesta tras encuesta que la gente cada vez conoce más lo que es y que cada vez estaría más dispuesta a votar a favor de ella. Estamos en un momento dulce, por así decirlo, cada vez más cerca de que algún país la establezca como tal. Ahora mismo el Govern de la Generalitat ha lanzado la oficina del plan piloto y cada vez hay más países y más partidos políticos a nivel mundial que defienden una renta básica.
En el Estado español tendremos que preguntarnos también por qué algunos partidos políticos se interesan más por la renta básica cuanto más alejados están del poder. Cuando empiezan a acercarse, se les empieza a evaporar ese interés. Dice Guy Standing en el epílogo del libro que el mayor reto es político. Sostiene que la mayoría de los políticos tienen lo que él llama “alma de espagueti”, es decir, que no tienen mucho valor intelectual, pero sí entienden la presión. Así que la cuestión es si la gente de a pie queremos un cambio. Según las encuestas, sí. Habrá que ver si conseguimos movilizar ese apoyo ciudadano para conseguir el reto político.
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