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Y la Jefa de Pretenders mandó rockanrolear

La banda británica The Pretenders, liderada por la cantante y guitarrista Crissie Hynde, ofrece el concierto estelar hoy viernes en la primera jornada del Festival BBK Bilbao Music Legends.

Aitor Guenaga

Bilbao —

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Esta semana el Boss ha visitado Madrid a sus 74 años. Impecable con su show de tres horas, casi una veintena de músicos en el escenario y 30 canciones del tirón. Bien. Genial. Nos alegramos. Pero el Music Legends ha arrancado este viernes por todo lo alto con la Jefa del rock, sin fisuras, sin afonías ni alharacas y con una formación clásica de rock: guitarra, bajo y batería. Sota, caballo y rey. Una mezcla de pop rock del bueno y electrificado hasta niveles de paroxismo gracias al poder de la guitarra de Hynde y, sobre todo, de las maneras incandescentes de su escudero solista al mástil, James Walbourne, 30 años casi más joven que ella, pero sobrado de actitud y virtuosismo.

A sus casi 73 años, Chrissie Hynde conserva esa forma que tiene el rock de mirar por encima del hombro, ese talante sexy, con la chulería precisa para amarrar al respetable desde la primera canción, pero sin pasarse de frenada. Como buscando siempre algo nuevo cuando se apagan las luces y la música, la buena música, lo envuelve todo.

Este viernes, Pretenders arrancó a las 22.12 exactamente con Losing My Sense of Taste, de su último disco Relentles (2023), y los tres miembros de la banda se mantuvieron en el escenario hasta que, de la garganta intacta de su líder, la Jefa Hynde -sigue con esa voz potente y cálida a la vez- salió un “gabon” a las 23:37. El público quería más, pero los horarios atenazan el festival. Una ‘dictadura’ entendible, claro, porque también tiene que sonar la savia nueva musical en el exterior del Bilbao Arena. Y si no pues nos habríamos perdido las versiones de Ziin & The Melody Brakers de los ya mentados Rolling Stones (me encantó el saxo), Sotomonte o Arnau & The Honky Tonk Losers.

Pero volviendo al escenario principal, los cabeza de cartel supieron dar al público lo que había venido a buscar: la dosis exacta de pop-rock, con himnos feministas como Hym to Her (dedicada “a alguien que ya no está entre nosotros”, en palabras de Chrissie) o la atronadora Private Life, donde el guitarra solista convirtió la base inicial reggae, trufada de falsetes a los coros, en una explosión guitarrera con un final apoteósico que James Walbourne elevó hasta los cielos -para entonces ya electrificados- del Bilbao Arena.

Y, a lo largo de la noche, la Jefa, supo también endosar la ración precisa de clásicos, con la sabiduría que dan la edad y la experiencia.

Enfundada en sus tejanos pegadísimos a la piel, sus míticas botas negras que escalan hasta las rodillas, un cinturón color rojo teja -que parecía más molestarle que sujetar nada- y una camisa negra con cuellos de pelliza marrón, la Hynde estaba encantada de haber vuelto a la bellísima Bilbao. Tantos años después, como ella mismo recordó a la audiencia. El año pasado nos visitó en el vitoriano Azkena Rock Festival (yo no la vi), pero desde luego que no me perdí su concierto en San Mamés del 25 de junio de 2003, cuando telonearon a sus Satánicas Majestades.

Para cuando sonó la tercera canción, Turf Accountant Daddy, la Jefa ya había pronunciado por primera vez con buen acento el consabido Eskerrik asko. Lo hizo unas cuantas veces más hasta el final, tras desgranar un repertorio de 20 temas que incluía material muy reciente de sus dos últimos trabajos -Rentless y el anterior Hate for Sale-. Así sonaron Vainglorious, Junkie Walk, Let the Shine Come In y los ya comentados Turf…, Losing…

Desde las primeras filas se podía ver cómo refulgían -brillar es poco- sus largos pendientes y desde cualquier parte del Bilbao Arena, gradas o pista, daba gusto ver pasear esa melena de leona empoderada de la sabana del rock que conserva tan intacta. Como su voz. Daba igual si en sus manos había una fender, unas maracas, una pandereta o una armónica, porque la Jefa manda (y mucho) en el escenario, en el foso, en las gradas y en la pista. Y hasta el guitarra solista le rinde pleitesía después de su trabajo, mientras ella, desde una esquina del escenario, sonriente, le deja hacer, sabedora que James enriquece el show con sus solos, a veces, apoteósicos.

Clásicos y armónica

Algunos se preguntaban esta noche por qué Pretenders no tocan ya Brass in Pocket. Una pena, ya lo sé, un tema que tanto nos recuerda a Scarlett Johansson tonteando con Bill Murray (“I’m special, so special…”) en la mítica película Lost in Traslation de Sofia Coppola. Pero a mí se me borró de la mente esa canción cuando Chrissie agarró la armónica -después justo de haber tocado Bad Boys- para hacer un solo morrocotudo de casi un minuto al final de la mítica Middle of the Road, lanzando al aire el instrumento al final. ¿No es eso actitud rockera, o qué demonios es? O cuando atacó la ochentera Back on the Chain Gang del (buenísimo) Lp Learning to Crawl. O cuando la leona se puso más sexy que nunca cantando Don’t Get Me Grong, mandando bailar, aplaudir o cantar a todo el mundo. O cuando convirtieron el recinto en un rodeo texano sin sombreros (¿o era el “Oklahoma sunrise”?) al son de Thumbelina, una canción que podría haber hecho palidecer al mismísimo Joe Biden antes de conocer en sueños los resultados de las próximas elecciones presidenciales de noviembre. Lo demás ya es historia. Y búsqueda de nuevos horizontes.

Fue precisamente esa actitud de búsqueda la que le hizo cruzar el charco muy joven, cuando era una veinteañera, desde su Akron natal (Ohio, EE UU), porque por sus venas musicales corría ya por entonces más sangre británica que estadounidense. Y así sigue en el escenario, haciendo honor a su último trabajo -Rentless-, que en castellano podríamos traducir como incansable, inquebrantable, imparable, persistente. La Jefa, y punto.

Todo eso se ha dado cita esta noche en el escenario en la primera jornada del Music Legends, que continuará este sábado con los Deep Purple, como cabeza de cartel, y los Canned Heat, que el año pasado no pudieron actuar en el festival bilbaíno.

Jayhawks, menos de una hora

Algo de la tormenta eléctrica que se venía encima en el Music Legends se debió de oler el bueno de Gary Louris, patriarca de The Jayhawks. Porque arrancó su concierto a las 20:19 con los acordes guitarreros del Waiting for The Sun, una canción que en el repertorio clásico de los de Minneapolis no suele sonar hasta la mitad del set-list. Y sorprendió que esa potencia inicial -y la presencia de la guitarra de Gary- no se perdiera en ningún momento de la actuación.

He hablado ya de la ‘dictadura’ de los horarios. Pero lo de que el bolo de los de Louris apenas durara 55 minutos fue de juzgado de guardia. 14 temas. No pudieron ni tocar la última canción que tenían previsto hacer y que sí aparecía en el setlist de la banda. El respetable se fue un tanto cabreado a tomarse unas birras a las 21:17 exactamente.

El concierto estuvo bien. Capitaneados por Gary Louris, y con los habituales en la banda Marc Perlman, Karen Grotberg y Tim O’Reagan, la banda cumple ya 40 años. Y con 11 discos de estudio, las canciones sonaron potentes. Lo viejo y lo nuevo. Tal vez más potentes y electrificadas que nunca. Pero por el camino no han perdido ni un gramo de la magia que las armonías dan a todo su repertorio. Escuchar el Save It For a Rainy Day, (del Lp Rainy Day Music) con las voces de fondo de Karen a los teclados y del baterista O’Reagan, es una delicia prácticamente insuperable.

Y esta noche lo han vuelto a hacer. Pero, como digo, con una dosis eléctrica que a este cronista le ha sorprendido y gustado a partes iguales.

Es cierto que cuando Louris se calzaba la guitarra acústica y la armónica, los decibelios bajaban y el mood se aterciopelaba. Louris y Hynde tienen algo en común: ambos son estadounidenses -el primero de Toledo-Ohio y la segunda de Akron-Ohio- y ambos son anglófilos confesos. El frontman de The Jayhawks frisa los 70. Chrissie Hynde cumplirá 73 años el próximo 7 de septiembre. El primero defiende -en su trabajo y en los escenarios como esta noche de viernes en la capital del mundo- el rock de raíces. Algo que, por cierto, va mucho más allá que la sempiterna etiqueta de música Americana, trufado además por el pop y las armonías vocales elegantes. Ella es una rockera de banda, pero también con canciones y estribillos pegadizos. De esos que nadie va a olvidar jamás y la audiencia tararea de inmediato, como hemos podido comprobar en el Music Legends cuando el grupo ha revisado clásicos como el Don’t Get Me Grong a la mitad del show o quien iba acompañado se ha arrimado a su pareja para entonar la balada I’ll Stand By You.

Así que poco o nada ha chirriado en el cartel de arranque de este año. Como la propia Susan Santos, guitarrera de blues llegada desde Badajoz, que sonó de aquella manera. Y con el último capítulo de unos The Screamin’ Cheetah Wheelies, nacidos al calor del buen bourbon de Nashville, Tennessee, que pusieron el broche final con un Mike Farris chillón y un par de guitarras solistas con las acreditaciones colgando de una manera descuidada. 16 canciones y 100 minutos después, todos para casa.

¡A ver cómo tiene la garganta este sábado Ian Gillan!

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