La Embajada de los Tebeos, sede P.E.R.C.E.B.E de Arganzuela que protege, expone y comparte la pasión por el cómic

“La idea surgió, como tantísimas otras cosas en este país, durante la pandemia. Empiezas a ordenar tu colección de comics y te preguntas para quién va a ser. He tenido esa conversación con mucha gente preocupada por si sus tebeos van a acabar en un mercadillo, o peor. Nos planteamos entonces crear un sitio donde guardar y preservar esta cantidad de material. Un material fabuloso que en algunos casos es muy fácil de obtener, pero en otros prácticamente imposible”, cuenta Juan José Jiménez Blázquez a Somos Arganzuela.
El alma máter de la Asociación Cultural P.E.R.C.E.B.E. atiende a este periódico en La Embajada de los Tebeos, nuevo santuario del noveno arte en Madrid. Situado en el número 28 de la calle Cáceres, en el momento de la entrevista la tebeoteca todavía ultima las obras y los preparativos. Quedan pocos días para la inauguración de este jueves 6 de febrero, a la que seguirá una potente mesa redonda el viernes y un mercadillo el domingo. Será la puesta en marcha de un espacio que funcionará como depositorio de obras gráficas, oportunamente guardas en unas grandes taquillas que copan las paredes del recinto. Y que busca convertirse además en una referencia para el intercambio no solo de comics, sino también de ideas.
Juanjo es más conocido El Rápido. Este profesor de instituto nacido en Carabanchel Alto, un barrio donde la ausencia de dotaciones culturales fue clave para hacer del cómic un epicentro creativo, se define como “el típico niño que dibujaba bien”. Ha compaginado durante toda su vida su empleo con la creación y edición de tebeos: “Me convertí en faneditor”. La Más Bella, Humo o Tos son algunas de las revistas que impulsó este amante declarado del Paracuellos de Carlos Giménez.
Cansado de esas publicaciones frustradas por los cambios en los modelos de consumo, se autodefine como el gran “embaucador” de una aventura en el que ha enrolado a cinco compañeros. Uno de esos “embaucados” fue su amigo Miguel Bartolomé. Como Juanjo, él es otro apasionado de las viñetas que no ha podido dedicarse profesionalmente a ello. Ahora se dedica al mundo de la publicidad. Puede que eso explique el maravilloso naming de la asociación que impulsa esta Embajada de los Tebeos.
“A esa primera idea de tebeoteca se fueron añadiendo otras más ambiciosas. El P.E.R. de P.E.R.C.E.B.E. es de Protección, Exhibición y Reconocimiento [el resto de siglas se corresponden a Cómic Español en el Barrio de Embajadores]. Con estas dos últimas patas se sumaron, por un lado, la exposición y puesta a la venta de originales de comics españoles (queremos llegar a 100.000 ejemplares) Por otro, el reconomiento del cómic español. De vez en cuando sacaremos las 50 sillas que tenemos en el almacén y esperamos que se llene siempre que hagamos una conferencia, una charla o una mesa redonda”, relata Juanjo.
El primer fin de semana ya van fuerte con esta vertiente. Primero con la inauguración del espacio y de la la exposición con originales de Francesc Capdevilla “Max” el jueves 6. Después, el viernes 7, se le une una charla entre el autor de El canto del gallo y otros dos dibujantes: Olaf Ladousse y Yeyei Gómez. El domingo 9 tendrá lugar el primer mercadillo del cómic en la sede, una iniciativa que estos agitadores culturales percebes ya venían desarrollando en otros lugares.
“En Madrid la gente suele montar cosas para ganar dinero, lo cual está muy bien, pero nosotros lo hemos hecho sabiendo que vamos a perder dinero”, confiesa Juanjo. Los únicos beneficios después de su importante inversión vendrán de las cuotas de socios o la venta de originales y productos derivados (catálogos, posters, camisetas...). Algunos de estos ingresos se repartirán con los autores y saben de antemano que no compensarán ni de lejos el dinero que estos particulares han inyectado en el proyecto. “A los seis miembros fundadores de P.E.R.C.E.B.E. nos une el amor que tenemos por el cómic, aunque ninguno de los seis seamos profesionales de este mundillo”, apunta.
Un local que ni pintado
“Lo primero fue conseguir el sitio en el que establecernos. Yo vivo a 140 metros de aquí y un día yendo con mi mujer a los Cines Embajadores pasamos por delante de este local vacío. Llamamos por teléfeno, al día siguiente lo vimos y dos días más tardes estábamos firmando las arras. El precio era increíblemente barato para sus dimensiones y su ubicación. Yo estaba convencido de que nos estaban timando”. Aun con estas ventajosas condiciones, solo la herencia que Juanjo recibió al sufrir la muerte de su madre les permitió acometer ese primer pago y la posterior reforma.
“Es complejo porque nunca habíamos abordado un proyecto de este estilo”, confiesa Miguel. “Todavía nos queda rematar cosas tan básicas como que nos dejen abrir una cuenta corriente para los pagos de asociados. Por suerte entre los seis fundadores de P.E.R.C.E.B.E. hay un abogado, Emilio, y poco a poco vamos avanzando”, añade. Desde su punto de vista, lo más enriquecedor ha sido “el apoyo de gente a lo que le gusta este mundillo, aunque sea un respaldo más bien a nivel emocional”. Menciona también a autores que han mostrado su disposición a acompañarles cuando podían apostar por alguna “superlibrería”. Ahora ultiman los preparativos para abrir solicitudes de captación de socios y, con ello, reforzarse tanto en lo económico como en lo logístico.

Respecto a ese apoyo, Marian San José resalta que es “excepcional” poder empezar la andadura reuniendo cuatro totems del tebeo español. En las exposiciones de este 2025 se sucederán Max, Juan Berrio, Amelia Navarro y Migelanxo Prado. “Autores top que han confiado en nosotros.. ”Max viene aquí después del salón del cómic de Angulema, que es EL salón. Es muy loco“, dice esta ingeniera que compagina su trabaja para Bosch con la pasión que le despertaron los Don Miki y le refrendaron Tintín en el Tíbet o Astérix en Córcega.
Juanjo recuerda que Max, creador de personajes como Gustavo o Peter Pank, “se iba a jubilar”. Fue Emilio, el abogado oficioso (que no de oficio) de Percebe, quien le convenció para retrasarlo un año. “Al final Max es el primer ganador del Premio Nacional del Cómic. Es nuestro padrino”, completa Miguel.
“No hay que olvidar que es un mundo bastante precario. Se valora que alguien se acuerde de ti y de tu obra, que se preocupe por ti o trate de fomentar la industria. Por eso nuestra idea es poco a poco dar también espacio a autores emergentes o nuevas tendencias. Hacer trabajo de comunidad y de debate, con colegios u otras asociaciones que han hecho de Arganzuela un polo cultural muy importante”, explica.

Miguel tiene muy presente la mirada barrial. No en vano, preguntado acerca del tebeo que salvaría en la Embajada si solo pudiera rescatar uno, se queda con Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo. Francisco Ibáñez creó a estos tres personajes desempleados después de la quiebra de la editorial Bruguera, época en la que un conflicto en materia de propiedad intelectual le impidió desarrollar las aventuras de sus creaciones más recordadas, con Mortadelo y Filemón a la cabeza. Estos tres jóvenes parados llegaron a los kioscos en 1986, de la mano de la revista Guai!, que lanzó primero Ediciones Grijalbo y luego Ediciones B.
Reliquias personales y colectivas
Miguel aclara que, pese al acceso libre a la Emabajada, la consulta de fondos requerirá de solicitud y aprobación previa: “Habrá que cumplir una serie de procedimientos para garantizar su protección”. La muestra de la Embajada del Tebeo se restringe a la revista, el formato más difícil de conservar y “más tendente a desaparecer”. Arrancan con más de 12.000 ejemplares procedentes de la colección particular de Juanjo, pero todo indica que la cifra no va a tardar en aumentar: “Ya tenemos una persona que nos ha comentado que tiene todos los ejemplares de 1929 de la revista Macaco, una publicación editada entre 1928 y 1930. El material más antiguo que teníamos de partida era de los cuarente, así que en nada ya hemos conseguido algo previo a la Guerra Civil”.
“Hay mucha gente con su propio tesoro acumulado que, debido a no tener a quien legarlo, nos han comentado que probablemente nos lo cederán a futuro. Es algo que ya nos ha pasado a nivel particular a la hora de alimentar las colecciones propias. También lo de encontrarte una oferta en alguna plataforma de compraventa y que te rebajen el precio si ven que el material queda en buenas manos”, explica Miguel. Juanjo menciona el caso de un arquitecto octogenario de Arroyomolinos que guardaba decenas de cajas repletas de “reliquias”, entre ellas numerosos ejemplares de la mítica revista Pulgarcito o la colección completa de Diego Valor: “Ni su mujer ni sus hijos compartían su afición, así que decidió cederlos”.
En las revistas hay un reflejo social muy claro porque eran obras inmediatas. Nos aportan matices para entender cosas que no sabemos de aquellos momentos y de aquella sociedad
Para Marian, se trata de “preservar, además del arte, un momento histórico y cultural determinado”. Miguel coincide: “En las revistas hay un reflejo social muy claro porque eran obras inmediatas. Los niños y no tan niños tenían que entenderlo en sus códigos de entonces, aunque en muchos casos fuera a través de la censura. Nos aportan matices para entender cosas que no sabemos de aquellos momentos y de aquella sociedad”.
Son conscientes de que llegan además a un distrito que vive una gran ebullición cultural: “Ahí está la referencia de Matadero, las escuelas de interpretación, los cines, los estudios de fotografía u otras asociaciones culturales como el Espacio Afro”. Marian cree que todos estos proyectos, como el suyo, “dan vidilla al barrio”. Lo animan y alborotan, como hacía Ibáñez con el mítico portal 13 de sus historietas. (35:03)
Sobre el genial creador de Rompetechos, Juanjo cita una anécdota que le contó el actor, cantante y dibujante Carlos Areces: “En frente de la casa de Ibáñez, un señor tenía un puesto de tebeos. El hombre, que no tenía donde guardarlos, los dejaba con la familia de Ibáñez. En aquella época los tebeos eran intonsos. Es decir, se imprimían, pero no se guillotinaban. Una vez comprobado, había que abrirlo con un cuchillo o un cúter. Ibáñez los tenía en casa, pero no los podía leer salvo si separaba un poquito las páginas y se asomaba a ver cada página de reojo. Eso es tener devoción intensa”. Un recuerdo que viene muy al caso de esa curiosidad sabuesa que guía a estos diplomáticos de las viñetas.
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