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Bravo Murillo al frente y los cementerios de Chamberí a la espalda: estampa de la calle Cercedilla en 1914

Calle Cercedilla, en 1914 y en 2021

Diego Casado

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Es difícil imaginarse un distrito a medio hacer, un lugar en el que el suelo de las calzadas era de tierra y piedras, con viviendas bajas, típicas de pueblo, junto a los nuevos edificios de cuatro o cinco alturas que llegaban. Así era Chamberí en 1914, cuando fue tomada la imagen que ilustra este Retrovisor en la actual calle Cercedilla, una pequeña vía que une Bravo Murillo con Magallanes, en el barrio de Arapiles.

En aquel año la calle Cercedilla aún no existía. Se llamaba Callejón del Alamillo y estaba compuesta de varias casas bajas, con tierra en lugar de calzada y lo que parecen ruedas de molino en su acera derecha. Los faroles servían para iluminar esta vía pública y su entorno era muy diferente al actual.

Al fondo de la imagen ya se divisaba la nueva calle Bravo Murillo, que serviría para unir el centro de Madrid con Tetuán de las Victorias, al norte, pero que en esta zona todavía estaba en construcción.

Si el fotógrafo de 1914 se hubiera girado para mirar a su espalda, se hubiera encontrado con una tapia, la que recorría los cementerios que había justo detrás de esta zona del barrio: estaban el Cementerio de la Patriarcal y la Sacramental de San Ginés y San Luis, y la calle Magallanes recorría sus límites. Detrás de ellos se encontraba el asilo de San Bernardino.

Pese al aspecto urbano (o protourbano) de la instantánea, en el distrito de Chamberí había por aquella época más solares que casas. Los depósitos del Canal de Isabel II se encontraban más al norte (el tercero, donde luego se instaló el campo de golf, estaba en construcción) y la mayoría de viviendas estaban desperdigadas. En el cruce de Bravo Murillo con García Paredes había un lavadero y siguiendo por esa calle y girando a la izquierda te encontrabas, a un cuarto de hora andando, con el Hipódromo de La Castellana.

Hoy, la calle Cercedilla continúa como una vía menor de Chamberí. Las aceras siguen siendo estrechas y sus bajos albergan varios locales comerciales, entre ellos una escuela de ajedrez y una academia de baile. En el lugar donde las señoras estaban sentadas se abren las puertas de un Todo a 100 que, pese a la llegada del euro hace más de dos décadas, aún no ha cambiado sus carteles.

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