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La memoria de Yolanda González y otras víctimas de la extrema derecha en la transición se disemina por los barrios de Madrid

Yolanda González

Luis de la Cruz

1 de febrero de 2023 01:01 h

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El 1 de febrero de 1980 fue secuestrada, torturada y asesinada por la extrema derecha la líder estudiantil y militante del Partido Socialista de los Trabajadores Yolanda González cuando acababa de cumplir 19 años. El pasado domingo recibió un homenaje público en la plaza de su Bilbao natal nombrada en su honor, y próximamente será objeto de distintos actos de reconocimiento en Madrid: el jueves 2 de febrero en Alcorcón, el viernes 3 en Vallecas, y el fin de semana en Campamento, en los jardines que llevan su nombre (todos ellos organizados por la Asamblea Yolanda González y la participación de distintos colectivos vecinales, antifascistas, familiares y amigos de Yolanda).

La icónica fotografía de una joven González jovencísima, de rostro sereno y ojos inmensos, se ha convertido en un icono del movimiento que reclama la memoria de los crímenes sangrientos de la extrema derecha y el Estado durante la Transición. El asesinato de Yolanda González fue objeto de revisión en 2013 en el documental Yolanda en el país de los estudiantes, dirigido por Isabel Rodríguez y, en 2018, por el libro No te olvides de mí, escrito por el periodista Carlos Fonseca. La reivindicación de su memoria no ha hecho sino crecer durante los últimos años, haciéndose sitio en la toponimia madrileña con unos jardines en Aluche (calle Escalona), que llevan su nombre desde 2015. Allí se instaló también en 2018 una placa que reza:

“Yolanda González Martín fue una líder estudiantil, trabajadora y militante del Partido Socialista de los Trabajadores. Luchó por la democracia real, la justicia y los derechos sociales y laborales. En febrero de 1980 fue secuestrada en su casa, en el barrio de Aluche, y asesinada por un comando fascista. Tenía 19 años. Estos jardines están dedicados a su recuerdo, que sigue vivo. 1961-1980”

Una de las confirmaciones de que la reivindicación de la figura de Yolanda se ha hecho hueco en los últimos años es la atención que ha merecido por parte de los herederos de sus asesinos. La placa ha sido vandalizada por grupos de extrema derecha en diversas ocasiones…pero los propios vecinos han acudido raudos a limpiarla o han exigido que se repusiera cuando ha hecho falta.

“El crimen más brutal de la transición” y los otros asesinatos de la extrema derecha a recordar

Quizá una de las claves del reconocimiento social del caso de Yolanda es su crudeza. La fueron a buscar a su casa, la llevaron a un descampado y le descerrajaron tres tiros. El periodista Carlos Fonseca tituló el libro sobre el caso “el crimen más brutal de la Transición.” También suma el impacto que tuvo en su época –aunque luego fue cayendo en el olvido– y la controvertida actualidad alrededor de Emilio Hellín Moro, uno de sus asesinos. Todo ha contribuido, junto con el impulso de familiares, compañeros y asociaciones memorialistas, a que la imagen de la joven Yolanda sea recordada cada principio de año.

Al cumplir los 18 años, Yolanda (Bilbao, 20 de enero de 1961-Madrid, 1 de febrero de 1980) se muda a Madrid con su pareja Alejandro Arizkun, que viene a la capital para asumir responsabilidades políticas. Viven junto a otra compañera de partido en un piso de Aluche (calle Tembleque). En la capital, compagina las labores de la militancia con el trabajo como limpiadora doméstica y los estudios de formación profesional en Vallecas, donde se implicará en la lucha estudiantil dentro de la Coordinadora de Estudiantes de Secundaria.

El asesinato de Yolanda se llevó a cabo en represalia a un sangriento atentado de ETA en Euskadi, en el que murieron seis guardias civiles. Estaba (erróneamente) señalada como miembro de la banda terrorista entre el profesorado franquista de su instituto por ser vasca. La información llegó al grupo de Hellín (seguramente a través de los servicios de Inteligencia), encargado de ejecutar la venganza.

Emilio Hellín parecía un tipo normal, tenía familia y una academia de electrónica en el centro de Madrid. Era, además, militante de Fuerza Nueva, donde dirigía el Grupo 41 del distrito de Arganzuela, a las órdenes del Guardia Civil retirado David Martínez Loza. La secuestraron en la casa de Aluche, se la llevaron en coche a un descampado de la carretera de San Martín de Valdeiglesias, a la altura de Alcorcón –escoltados por policías en activo–, y allí Hellín e Ignacio Abad la asesinaron disparándola en la sien. Dejaron su cuerpo abandonado en una cuneta.

Al día siguiente, el cadáver fue encontrado por unos transportistas y el paseo fue reivindicado por el Batallón Vasco Español a través de un comunicado que en realidad había grabado el propio Hellín, por orden de sus superiores, en su academia de Malasaña. A su compañera de piso, Mar Noguerol, la llevó la policía a reconocer su cuerpo, y su familia, en Deusto, se enteró por la radio. Para sus compañeros, además de dolorosos, fueron momentos de incertidumbre, señalados como posibles miembros de la banda terrorista.

Sin embargo, la respuesta social al crimen fue rotunda. El velatorio de Yolanda González, en su escuela de Vallecas, se convirtió en un acto multitudinario, como el posterior funeral en la iglesia Dulce Nombre de María, que derivó en una marcha de nuevo hacia la escuela.

Hellín y Abad fueron detenidos una semana después por la delación de uno de los policías que les había escoltado, y se encontró un arsenal en la academia de Hellín. Tiempo después éste, que fue condenado a 43 años de prisión, se fugó con su familia al Paraguay del general Stroessner aprovechando un permiso penitenciario. Será extraditado en 1990 a España, donde cumplirá cinco años más de prisión antes de salir de la cárcel. Posteriormente, convertido en Luis Enrique Helling, empieza a trabajar como asesor para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Actualmente, su empresa sigue siendo requerida para el peritaje informático en casos mediáticos, como el de Laura Borràs, presidenta de Junts per Catalunya, Cristina Cifuentes o el juez Alba, entre otros. Estos hechos, han sido reiteradamente lamentados por la familia de Yolanda González.

No todas las víctimas de la extrema derecha durante aquellos años son tan recordadas como Yolanda, aunque muchos de ellos también buscan su hueco en la memoria colectiva del antifascismo. El homenaje del día 3 de febrero en Vallecas, de hecho, reivindicará también las figuras de Ángel Almazán y Vicente Cuervo. Almazán, militante del Partido del Trabajo de España, fue detenido en una manifestación que pedía la abstención en el referéndum sobre la Ley de Reforma Política de 1976 y murió a los pocos días por los golpes de la policía. En el atestado policial alguien escribió que estaba bebido y se golpeó contra una farola.

 El asesinato de Cuervo se produjo, de hecho, solo diez días después del de Yolanda, en los aledaños de un mitin ilegal de Fuerza Nueva en Vallecas (había sido prohibido por la cercanía del asesinato de la joven vasca). Un tiro a bocajarro acabó con la vida del joven anarquista, cuya figura ha sido mucho menos conocida que la de Yolanda González o los asesinados durante la Semana Trágica.

Los datos que ofrece el historiador Gonzalo Wilhelmi hablan de 233 víctimas ocasionadas por la violencia política estatal entre los años 1975 y 1982, de las cuales 156 fueron víctimas de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado y 77 de la extrema derecha en connivencia con aparatos del mismo. Los datos que manejan otros investigadores, como Sophie Baby, son parecidos. Muchos de ellos aún reclaman un lugar en la memoria y el homenaje que cada año se brinda a Yolanda González en también un jalón en el camino de su reconocimiento colectivo..

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