Deporte e individualismo: una relación encarnada en la política municipal madrileña
El Ayuntamiento de Madrid tiene un plan para los Centros Deportivos Municipales (CDM) y el deporte de equipo no tiene cabida en él. De aquí a que termine la legislatura licitará 14 dotaciones con piscina y gimnasio que serán adjudicadas en contratos de 25 a 40 años a empresas privadas. Contarán, además, con un jugoso ingrediente extradeportivo: aparcamiento. La gestión privada permite reafirmarse en su apuesta por la gestión público-privada y ahorrarse los costes de construcción. Sin embargo, desde la oposición y las asociaciones vecinales creen que los nuevos centros deportivos se están proyectando de espaldas a los barrios donde estarán ubicados y a medida de las empresas adjudicatarias, pues las salas de spinning, yoga, máquinas y baile son más rentables que las pistas deportivas y se esquiva reservar las horas a las que estarían obligados en sus canchas para los clubes, que pagan un bono de temporada a precio reducido.
El Ayuntamiento aduce que las salas de máquinas y las instalaciones infantiles son los servicios más demandados por los usuarios, pero muchos vecinos no están de acuerdo o al menos no con que ello sea excusa para eliminar por completo las canchas deportivas a favor de más salas de máquinas. Después de recibir críticas por el modelo, Sofia Miranda, delegada de Deportes del Ayuntamiento de Madrid, ha asegurado que aunque los estudios de viabilidad han prescindido de las pistas, los pliegos podrían incluirlas según las necesidades concretas de cada caso, pero los proyectos más avanzados las han desechado ya.
En algunos casos, el diseño se ha cambiado sobre la marcha y pasando por encima de proyectos anteriores. Así ocurre, por ejemplo, con el polideportivo de la calle Mistral (Barajas), donde muchos vecinos se han agrupado en la Plataforma en Defensa del Polideportivo de Barajas para pedir que vuelvan al proyecto la piscina de verano, la pista de patinaje y las pistas deportivas suprimidas en la última versión, donde se ha añadido también un aparcamiento para 125 coches.
Algo similar a lo que ocurre con el Polideportivo de Cuatro Caminos, situado en la plaza donde estaban las antiguas cocheras de la EMT. En la gran explanada pétrea que hay junto al solar donde se levantará el centro deportivo, cada día juegan al fútbol y patinan niños y niñas del barrio de Bellas Vistas. El proyecto aprobado durante la anterior legislatura preveía pistas que podrían acogerlos y que han desaparecido en el que ahora tendrán los vecinos.
En la última Junta del Distrito de Tetuán, la concejala presidenta respondía a dos preguntas idénticas de los grupos municipales Más Madrid y Vox acerca del modelo de gestión privada y la ausencia de pistas deportivas en los futuros polideportivos de Cuatro Caminos y del Paseo de la Dirección, explicando que la demanda de entrenamiento de los clubes deportivos se suplirá techando las instalaciones deportivas básicas –pistas deportivas al aire libre, típicamente en parques–, como se está haciendo en la actualidad con dos pistas del Parque Rodríguez Sahagún. De esta forma, las empresas adjudicatarias de las licitaciones de los Centros Deportivos se verán liberadas del compromiso con el deporte comunitario.
Pero lo cierto es que el número de pistas al aire libre y su mantenimiento son escasos en nuestra ciudad. Jugar a un deporte de equipo sin pagar, estar apuntado a una liga municipal o alquilar un pabellón es complicado en Madrid.
Si miramos la lista de instalaciones deportivas básicas de los barrios (que abarcan canchas, pistas de petanca o mesas de ping pong de exterior, entre otras cosas) vemos representados 108 barrios de los 131 que hay en Madrid, lo que quiere decir que hay barrios enteros sin una instalación deportiva de este tipo (no digamos ya canchas). Esto sucede, por ejemplo, con los barrios de Sol y Cortes, en el distrito Centro.
Hablamos con Alfredo, de la Liga Cooperativa de Baloncesto, una liga organizada asambleariamente en la que los equipos son mixtos, la participación es gratuita y los equipos se autoarbitran. Tras el parón del Covid, están volviendo a ponerse en marcha. La liga se juega en pistas básicas y no creen que estas puedan absorber la demandada de los vecinos y los clubes deportivos. “Aunque juegan equipos de todo Madrid (35 en la última edición) nuestra liga es en Hortaleza, y acabamos jugando la mayoría de partidos en cuatro o cinco pistas, lo que no sería posible en un barrio más céntrico, donde apenas hay. Nosotros no jugamos en pistas cubiertas porque un partido necesitaría por lo menos de alquilar dos horas, jugamos muchos y no podríamos; además es difícil porque están ocupadas casi siempre por los clubes, de hecho, nos encontramos muchas veces a los mismos clubes entrenando también en las pistas básicas del barrio”. Durante la legislatura anterior consiguieron del Ayuntamiento que se techara una pista en Hortaleza (actualmente inutilizada por los destrozos de Filomena, igual que sucedió con la techada en el parque Rodríguez Sahagún, en Tetuán) pero de momento no se puesto en marcha una política generalizada de techar pistas a nivel de Madrid.
Beto nos traslada la experiencia de un equipo informal de niños y niñas del distrito de Tetuán a los que él y sus amigos tratan de inocular el veneno del baloncesto. “Vivimos en el barrio de Cuatro Caminos y somos unos locos del básquet. Hace años solíamos apuntarnos a los juegos deportivos, a la liga para puretas del Triángulo de Oro [polideportivo del barrio de Valdeacederas], lo pasábamos bárbaro, pero luego varios de nosotros tuvimos hijos. De todas formas, las canchas de este centro llevan ya años cerradas por reformas. Después empezamos a quedar para jugar de vez en cuando, ya con los niños. Durante un par de años abrían el patio del colegio Jaime Vera los findes por la mañana e íbamos con los pequeños, pero dejaron de hacerlo, es una pena. En el parque de General Perón hay pintada una cancha de baloncesto pero yo llevo viviendo aquí más de diez años y nunca la he visto con canastas. Lo mismo pasaba antes en el parquecito de la calle Topete: había cancha pero ni rastro de canastas. Luego borraron las líneas y pusieron unos columpios. Alguna vez hemos quedado para ir al Rodríguez Sahagún, está bien porque nos llevamos unas latas, red de vóley y pasamos el día, pero nos pilla muy lejos, es casi como hacer una excursión”.
Hubo un tiempo, hacia años noventa, en que la extinta Caja Madrid llenó los parques de toda la ciudad de canastas de baloncesto con el característico osito verde de la caja serigrafiado en los tableros. No solo desaparecieron las canastas –y la propia Caja– sino que otros espacios deportivos en parques se vallaron o reconvirtieron. Hoy, como nos contaba un Beto que entonces no había llegado a España, es muy difícil jugar un deporte de equipo sin pagar y extraño “vivir en un sitio donde simplemente uno pueda decir: me bajo un rato a la cancha a ver a quién me encuentro, que es lo que a mí me gusta”.
Deporte e individualismo / deporte y prácticas comunitarias
La relación entre deporte y sociedad es una asociación muy conocida dentro de la literatura sociológica: cómo nos relacionamos con los demás y con el entorno en nuestro tiempo de ocio y, concretamente, en la faceta deportiva, ha sido una constante de estudio dentro de las ciencias sociales. La editorial Piedra Papel Libros, por ejemplo, lleva años promoviendo el debate crítico sobre el papel del deporte en nuestras sociedades. En su línea editorial han tratado el papel del deporte femenino en los mass media, el montañismo o los aspectos más pro y anti establishment del running, entre otros asuntos.
Consultados sus editores sobre las políticas públicas en boga, se muestran analíticos sobre la ausencia de perspectivas colectivas en el deporte y la relación de las políticas públicas con el mar de fondo individualista de la sociedad:
“El caso es que todas estas políticas parten de una idea bienestarista del deporte que al final ya no lo es tanto; una idea que privilegia los deportes individuales porque, al cabo, la práctica deportiva se concibe, fundamentalmente, como una herramienta para poner el cuerpo a producir una imagen de nosotros mismos que satisfaga las exigencias de una sociedad que demanda cuerpos jóvenes, bellos y estilizados; cuerpos normativos capaces de vender de manera óptima nuestra imagen personal, concebida como marca en los distintos mercados que se abren detrás de cada pantalla, de cada dispositivo móvil, de cada post en nuestras redes sociales... ”
“Teniendo en cuenta esto, ¿dónde queda el deporte como juego colectivo a través del cual socializar y compartir valores positivos para el conjunto de la comunidad? ¿Dónde queda las prácticas deportivas imbricadas en el tejido social de los pueblos y barrios, ese deporte que ayude a generar identidades colectivas que construyan comunidades vivas, solidarias entre sí y hostiles al individualismo extremo? ¿Dónde queda, también, una práctica deportiva que -si se quiere- ponga la salud en el centro, y no ese bienestar estético que nos conforta en la medida en que resuelve nuestras aspiraciones? Queda mucho, mucho por hacer en la arena política del deporte, donde, a día de hoy se siguen confrontando modelos antagonistas de sociedad”.
El número de licencias de deportes individuales y la práctica de deporte en gimnasios sigue una tendencia alcista en las últimas décadas en todo el planeta que se puede corroborar fácilmente mirando el número de amigos runners a nuestro alrededor y hacia los gimnasios acristalados que proliferan en nuestras calles. Los grandes deportes de equipo, por otro lado, han sufrido un claro proceso de espectacularización: hoy el fútbol es más el culebrón de Mbappe que el patio del colegio, más stream de Ibai Llanos que poner los jerséis a modo de portería.
Es precisamente en esta demanda social en donde se apoya argumentalmente el PP en el caso concreto de Madrid para eliminar las pistas de deportes de equipo, refiriéndose a la encuesta de hábitos deportivos del Consejo Superior de Deportes, que muestra que las modalidades de gimnasia o musculación cuentan con una demanda creciente, acorde con el sino de los tiempos.
Según esta encuesta, la práctica de la musculación ha subido en una década del 1,7 al 6,4 por ciento y la de la gimnasia del 12,5 al 21,9% de los encuestados, mientras que el fútbol ha bajado del 8 al 5%, el baloncesto del 2,2 al 1,9% o el frontón del 0,5 al 0,3% (el voleibol ha subido del 0,4 al 0,8% y el balonmano se mantiene estable entorno al 0,5%, sin embargo).
Se trata de una justificación que obvia las posibilidades reales de practicarlos –precisamente, por la escasez de espacios para ello– y la necesidad de fomentarlos en aras de los beneficios sociales que estos pueden reportar a sus participantes. Hay más gimnasios que pistas deportivas e incluso la disponibilidad de aparatos de ejercitación o musculación en las casas ha crecido dos puntos y medio porcentuales en la última década. Además, el crecimiento de la práctica deportiva semanal, de un 37 a un 54% en una década, no puede repartirse homogéneamente entre las distintas prácticas deportivas, puesto que es más sencillo sacar tiempo para hacer una tabla de gimnasia que reunir a un grupo y organizar una pachanga.
Por otro lado, en otras encuestas llevadas a cabo por el propio Ayuntamiento, como la que se hace a los delegados de los equipos participantes en las competiciones deportivas municipales, los aspectos que salen invariablemente como más demandados son las mejoras de infraestructuras para llevar a cabo los deportes de equipo.
Más allá de lecturas imprecisas sobre demanda social, el carácter público de las instalaciones deportivas –en polideportivos o parques– debería obedecer a líneas más complejas que a un ejercicio básico Excel con variables escogidas interesadamente.
Desde la Liga Cooperativa de Baloncesto también llevan denunciando desde que empezaron en 2012 el escaso mantenimiento de las pistas básicas que utilizan y aportan una solución parcial, que ellos ensayan con éxito, para que la práctica de deportes colectivos crezca. “Hay que potenciar más la participación de las mujeres, tradicionalmente han estado muy excluidas de muchos deportes y son la mitad de la población”.
Los sociólogos César Rendueles y Alfredo del Río, con quien acabamos de hablar también por su participación en la Liga Cooperativa de Baloncesto, han analizado el deporte cooperativo desde el paradigma de los comunes, una perspectiva muy de moda en los últimos años pero que suele remontarse a los bienes comunales del Antiguo Régimen y rara vez se ejemplifica con casos contemporáneos. Analizados distintos ejemplos, como la mencionada Liga Cooperativa, colectivos de boxeo de barrio, ligas populares de fútbol y hasta un club de golf autogestionado en Pozuelo de Alarcón, los académicos muestran prácticas comunitarias engrasadas en estas asociaciones.
Como todas las experiencias comunitarias, estos colectivos deben enfrentarse a la llamada tragedia de los comunes, la sempiterna crítica a la perspectiva de los commons que viene a decir que los recursos comunes acaban sobreexplotados, agotados por el abuso de free riders, personas que hacen uso del común sin participar de su gobernanza ni aportar nada (a veces es traducido como gorrones).
Aunque en el caso de las pistas deportivas se trata de recursos públicos y no comunes, en algunas ocasiones se han utilizado como excusa para suprimirlas actitudes que podríamos catalogar como de free rider. Es el caso de la cancha sin canastas en Tetuán a la que antes se refería Beto. “Lo que alguien nos dijo de manera informal en la Junta una vez fue que antes se organizaban reyes de la pista en los que había que pagar para entrar a jugar, por lo que se decidió no reponer las canastas. Podrás imaginar que a nosotros, con los niños, esto no nos parece bien, pero no creo que la solución sea quitar las canastas para siempre”.
Bajando a lo concreto, Alfredo enumera las prácticas colectivas que ven crecer cotidianamente alrededor de la cancha de baloncesto en la Liga Cooperativa. “Vemos como se forjan relaciones de amistad, que personas que han llegado nuevas a la ciudad o están excluidas de sus ámbitos habituales encuentran un entorno; o incluso han encontrado compañeros de piso o trabajo. Además, estas relaciones pueden ir más allá en cuanto al alcance político de las personas que se asocian…es por eso que promocionar este tipo de deportes no entra dentro de la estrategia neoliberal”.
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