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Proponen convertir en más de 100 habitaciones de hotel los pisos bajo el Romano en la Gran Vía de Madrid

Estado actual de Gran Vía 60 (en el centro) frente al original (izda) y al propuesto con la reforma (dcha)

Diego Casado

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El edificio del Romano de la Gran Vía va camino de ser reformado. El Ayuntamiento de Madrid acaba de publicar un plan especial por el que propone convertir sus diez plantas y el ático en un enorme hotel, con hasta 126 habitaciones. Para hacerlo tendrán que cambiar la calificación residencial que tiene ahora por la de uso terciario.

Actualmente el número 60 de la Gran Vía se encuentra deshabitado. Mantiene actividad de oficina en sus plantas baja y primera, pero las viviendas diseñadas en los años treinta se quedaron sin inquilinos, según afirma la propiedad en los documentos consultados por este periódico. Solo vive allí el portero de la finca, que reside en el sótano.

Esta falta de uso residencial es el principal argumento para que el inmueble cambie por completo al uso terciario. La memoria del proyecto asegura que “el mercado no demanda viviendas en este entorno con la gran superficie que presentan las del proyecto original” y que el “único uso posible en un edificio de estas características y protección” es el de convertirse en hotel. La sociedad que propone el cambio de uso de los pisos es Gran Vía 60 SL, una empresa controlada por Wildspitz SL y que tiene al arquitecto Francisco Javier Fuster como administrador único.

Otra de las razones esgrimidas para justificar el cambio de uso es la abundancia de hoteles en la zona que rodea el edificio, en cuyos bajos opera todavía una entidad bancaria y cerró hace un tiempo un restaurante -Don Jamón- abierto en uno de sus bajos, con unos vistosos azulejos que desaparecerían con la reforma para recuperar la arquitectura original.

Gran Vía 60 fue proyectado y construido en 1930 por el arquitecto Emilio Ortiz de Villajos Müller, según la documentación que forma parte del expediente, ahora en periodo de información pública. Levantó un edificio de viviendas y locales comerciales, con oficinas del Banco Hispano de la Edificación en las plantas sótano, baja y primera. El edificio fue inaugurado en junio de 1932, pero se sutituyó el torreón y el reloj central por la estatua de un coloso de 7,60 metros de altura, que tiene sobre su cabeza una casa que aludía al cometido del banco. La escultura, apodada El Romano, es obra de Victorio Macho.

La llegada de la Guerra Civil y los ataques recibidos dañaron el inmueble, que necesitó una reconstrucción parcial de su fachada por Casto Fernández Shaw -discípulo de Antonio Palacios- en el año 1943. De aquella época viene su aspecto actual, con un gran arco uniendo los cuerpos laterales y muchos remates que recuerdan a otros edificios de Gran Vía de estilo sobrio pero elegante y esbelto.

En la época se planificaron grandes viviendas que ocupaban solo dos puertas por planta. Ahora se propone redistribuir el espacio para albergar hasta 14 habitaciones en cada uno de los pisos del futuro hotel. Habrá además una intensificación de uso con un 10% más de edificabilidad y un incremento de aforo estimado en 107 personas, hasta las 472 según la propuesta del plan especial.

La propiedad también apuesta por recuperar los antiguos huecos de fachada, en una reforma que necesitará de 5,9 millones de euros, una cantidad que calcula pagar a crédito gracias a los 3,4 millones de facturación anual previstos. Lo que no se especifica es si se tocará su curiosa puerta de entrada, adornada con unos medallones de bronce con una ecléctica mezcla de edificios (las Pirámides de Egipto, la catedral de Burgos, la torre Eiffel, el monasterio de El Escorial), acompañados de otro medallón llamado Cortijos y Rascacielos, el nombre de la revista de arquitectura que fundó el propio Fernández Shaw.

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