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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Coronavirus y capitalismo

Aumenta el control sanitario y de cuarentena en el aeropuerto de Sheremetyevo (Moscú) debido al brote de coronavirus en China.

Francisco J. Palazón

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La crisis del COVID-19 está poniendo al aire nuestras vergüenzas como sociedad y nuestras debilidades como sistema. A la pregunta de por qué China ha vencido (al menos de momento) y Occidente no, hay muchas respuestas, pero suelen referirse a que:

A) Son una dictadura y tienen un control sobre la población que nosotros no. Pero, si esa es la respuesta, ¿por qué Irán, dictadura teocrática, no ha tenido el menor éxito? Y, es más, ¿por qué Australia o Corea del Sur, democracias consolidadas, parecen haberlo logrado hasta la fecha? Y no olvidemos que además Australia tiene vínculos muy estrechos con China, y en las primeras semanas de la crisis fue de los países que más casos importados registró.

B) La riqueza de China, con grandes recursos financieros, reservas de divisas y humanas que movilizar. Una vez más, tenemos un problema, porque los países europeos también son ricos, y en renta per cápita, de hecho, más que China, y con una población formada como para disponer de recursos con que combatir la crisis, pero no parece que hayamos logrado nada.

Seguramente, la respuesta no es tan sencilla y cada país por sus características políticas y sociales tiene puntos fuertes y débiles respecto a esta crisis. Pero leyendo las distintas “explicaciones” y meditando un poco llegué a algo y me fui a repasar mis queridos libros de historia y mis manuales de economía.

La tesis que quiero defender aquí es que el capitalismo liberal, dejando al margen consideraciones éticas o políticas, se muestra inane para responder a crisis de estas magnitudes que impliquen tener resiliencia como sociedad y Estado, salvo en lugares muy concretos con población muy disciplinada como se trata de los países del extremo oriente, caso de Japón o Corea del Sur, o con un fuerte contenido de país “de frontera”, como es el caso de Australia, de reciente colonización.

Pero, ¿por qué? Pues bien, en mi opinión tiene mucho que ver, y aquí enlazaré con China, con la idea central que subyace en el capitalismo liberal, que es la del individuo sobre el grupo, que se podría también enunciar como el “yo, para mí, conmigo”. Según esto, la sociedad es un conjunto de individuos que viven en un ambiente continuo de glorificación y exaltación del beneficio individual a costa de quien o de lo que sea, como un 'zeitgeist' rotundo en que cualquier cosa que se diga en su contra es anatema y debe ser inmediatamente suprimido por los medios que sean, oficiales, fácticos o de otro tipo. No hace falta ser muy preclaro para percatarse de que un sistema así es incapaz o, al menos, va a tener grandes dificultades, para reaccionar ante cualquier evento del tipo 'cisne negro' que le golpee, al no tener una conciencia colectiva real.

El segundo elemento que hace a las sociedades así especialmente vulnerables a estos eventos es que las economías capitalistas liberales se rigen por dos principios básicos: las economías de escala (es decir, producir a lo grande, para repartir los costes fijos entre una mayor producción y además abaratar la misma por pura optimización de los procesos); y lo que voy a denominar economía basada en el beneficio marginal extremo, o lo que es igual, apurar al máximo, por efecto competitivo, los márgenes para copar mercados echando a cualquiera que no sea capaz de seguir ese camino.

Por poner un ejemplo ficticio de esto último, imaginemos tres zapateros que producen más o menos al mismo precio, pero uno de ellos consigue hacerlo por un 25% menos. Éste podría ganar más por unidad o bajar precios para echar a los otros dos siendo el único que venda, y además, al producir más, podrá bajar sus costes y todo estupendo. A la larga sólo quedará uno y según la teoría clásica será óptimo y todos tendremos zapatos baratos y buenos, pero resulta que no es así, y aparecen monopolios, oligopolios o directamente corrupción, pero argumentar aquí a fondo esa cuestión va más lejos de mi intención.

Ahora bien, al estar ajustando al máximo el sistema de producción en esta forma, no teniendo margen de reacción, y al tener grandes escalas de producción, las alteraciones dramáticas e inesperadas, políticas, financieras o como en este caso, naturales, hacen que su capacidad de adaptación y absorción sea mínima, produciendo colapsos o amenazas de colapsos casi inminentes.

Entonces, ¿cómo logró nuestra especie sobrevivir a miles de hambrunas, plagas sin asistencia médica y desastres naturales, además de guerras continuas e interminables? ¿Qué había en ellas para darles esa resiliencia (o como ellos lo llamarían seguramente, 'pasar las vacas flacas') sin ningún tipo de sanidad o seguridad social? Pues en mi opinión, la respuesta es: la colectivización de fondo y los sistemas de producción controlada y reglada que en España y Europa sobre todo se manifestaban en los Gremios y en los Realengos, Abadengos y otros señoríos y sobre todo las tierras colectivas de villas y burgos.

Respecto a los Gremios, perseguidos implacablemente para la creación del capitalismo moderno y la proletarización de las masas humildes, es obvio que tal sistema limitaba la oferta en gran medida, pero aseguraba unos márgenes elevados y disponía de una serie de compensaciones para los familiares de los gremiados en caso de muerte o enfermedad, sirviendo así de una especie de mutualidad. Además, los Gremios contribuían a los gastos comunes de la Villa, y multitud de documentos atestiguan sus contribuciones adicionales ante pestes, hambrunas y otras emergencias. Evidentemente cada gremiado buscaba su propio beneficio personal pero, por puro darwinismo social, se acabaron autoregulando así porque, y esto es tan sólo mi opinión, seguramente los que no lo hacían acababan peor, probablemente desapareciendo, en ese entorno socioeconómico.

Acerca de Realengos y demás, implicaban la existencia de enormes terrenos comunitarios de uso compartido en aldeas y pueblos, y en muchas ocasiones reservados para los más pobres o las viudas o huérfanos, que permitían tener un margen de seguridad de subsistencia al que recurrir cuando venían mal dadas, si bien raramente eran suficiente para aliviar los estragos que acontecían. Sin embargo, se produjo su desaparición durante la transición a la Era Industrial, algo necesario para forzar a las masas a emigrar a la ciudad en que, curiosamente, su esperanza de vida y condiciones de la misma en las primeras décadas de industrialización, iba a ser menor que en las aldeas míseras que dejaban atrás, al tiempo que los que se quedaban en ellas habían perdido ese recurso.

No quiero decir que la solución para poder enfrentarnos al COVID-19 o a los que han de venir en próximas pandemias, inevitables por pura estadística, sea volver a ese sistema, sino tratar de aprender de él y preguntarnos si no será que una China pseudocapitalista como la de hoy no tendrá aún en su idiosincrasia ese concepto de lo colectivo, además reforzado por las ideas confucianas del deber hacia el Estado, y ése pueda ser el elemento diferenciador que los tertulianos no parecen haber visto en sus sesudas (o no) reflexiones. Y tal vez habría que pensar si no será necesaria una vuelta de tuerca en esa dirección para estas emergencias o la aún más titánica como es la climática.

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