Nueva manipulación: el más votado
Ahora estamos en la matraca de que gobierne el partido más votado. El PP y su candidato lo repiten sin cesar, aunque siempre se olvidan de añadir: “Siempre que el más votado sea yo”, como ha sucedido en los casos de Extremadura, Valladolid, etc. Hasta tal punto que, en el debate de los dos principales pretendientes, el candidato Feijóo se sacó un papel de la manga, que incluso firmó teatralmente, en el que, por lo visto, se deberían comprometer ambos contendientes a facilitar la investidura del que sacara más votos.
Me recuerda a ese otro mantra de la “gran coalición” PP/PSOE que sostiene cierta derecha y algún progre despistado, eso sí, siempre que quien encabece el gobierno sea la derecha. ¿Ustedes recuerdan alguna gran coalición en Alemania, por ejemplo, liderada por la socialdemocracia? Yo reconozco que no, siempre ha estado dirigida por la democracia cristiana. Ahora que el PP tiene las encuestas a favor vuelven a proponer esta milonga y se olvidan de que nunca la practican cuando el PSOE queda primero, como en los casos ya mencionados o cuando se tuvieron que repetir las elecciones de abril de 2019 porque el PP se negó a abstenerse.
Pero es que, además, esa propuesta suena un tanto mafiosilla -políticamente hablando- de reparto del botín antes de que los ciudadanos voten, orillando la función del Congreso, y no se compadece con el espíritu y la letra de nuestra Constitución. El art. 1.3 dice: “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”. Es decir, somos un sistema parlamentario y no presidencialista, como pueden ser los de Francia o EEUU. Por eso mismo, cuando el art.1.2 señala que la soberanía reside en el pueblo español, el art. 66 aclara que “las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”. Y son estas Cortes las que ejercen la potestad legislativa, aprueban los presupuestos y controlan al Gobierno, entre otras competencias.
De ahí que en las elecciones del 23 de julio estamos llamados a las urnas para elegir a los diputados y senadores, que conforman las respectivas cámaras. No elegimos, desde luego, al presidente del Gobierno, sino, para el caso que nos ocupa, a los 350 diputados. Y son estos diputados, conforme a la Constitución, los que, según lo dispuesto en el art.99, eligen al presidente del Gobierno. El mecanismo es conocido y estoy seguro de que cualquier candidato lo conoce. El Rey -previa consulta a los grupos políticos- propone a un candidato a presidente y éste, para ser investido -elegido- debe obtener la mayoría absoluta en la primera votación y la mayoría simple en la segunda. Pues bien, de no alcanzar dichas mayorías “se tramitarán sucesivas propuestas”; de la misma forma y si ningún candidato aprueba el “examen”, en el plazo de dos meses se disolverán las cámaras y se convocarán nuevas elecciones.
Un procedimiento que debería ser muy conocido, pero que se intenta manipular y tergiversar para conducirlo a lo que no es. Porque en nuestro sistema parlamentario quien tiene posibilidad de gobernar no es, necesariamente, el partido que más votos o diputados ha obtenido en las elecciones, sino quien alcanza los suficientes votos del conjunto de los diputados que le permitan ser investido presidente y, sobre todo, poder gobernar. Es decir, aprobar leyes, presupuestos, etc. En el fondo, quien tiene más apoyos en el Congreso es el que al final ha sido el “más votado”, ya que todos los votos valen lo mismo; la única diferencia es que ha logrado sumar a los de su grupo o partido los de otros, que representan a ciudadanos tan válidos como los demás. El problema que tiene el PP es que si necesita a Vox para conformar una mayoría no suma ni un solo voto más, pero ese es su problema y pretende que otro se lo resuelva.
Ante esta situación, ¿qué pretenden hacer los voceros de la derecha y algún despistado de la izquierda? En el fondo transformar, mutar un sistema constitucional parlamentario en uno seudo presidencialista en el que el presidente del Gobierno está predeterminado, antes de las elecciones, en el que saque más votos/escaños, hurtando al Congreso una de las funciones más trascendentales que le otorga la Carta Magna, como es la de elegir al presidente del Gobierno.
Por otra parte, plantear que el PSOE o el PP se abstengan con el fin de facilitar la investidura del otro no resuelve nada. A no ser que se esté pensando que, a partir de ese momento, uno de los dos se convierta en “sucursal” del otro o, todavía peor, que le facilite la investidura y luego el elegido pacte con otros partidos, ya sea a la derecha o a la izquierda. Y esto es así, repito, porque el presidente del Gobierno de España no es el presidente de Francia o de EEUU, que tienen poderes ejecutivos otorgados directamente por los ciudadanos. Aquí se depende del Congreso y, en su caso, del Senado, y no me imagino al PSOE aprobando las leyes y el Presupuesto del PP o viceversa. Es pues una auténtica trampa desestabilizadora lo que se plantea.
Lo preocupante, en mi opinión, es que todo esto que he intentado explicar lo conocen perfectamente los proponentes y, sin embargo, no se recatan en lanzarlo como si fuese de sentido común, cuando en realidad contradice lo establecido en la Constitución y tergiversa el modelo parlamentario que en aquella se establece.
En conclusión, el día 23 de julio ganará las elecciones el partido o grupo que sea capaz de concitar un apoyo parlamentario -de diputados- suficiente para investir a un presidente del Gobierno, con mayoría absoluta o simple, en primera o segunda convocatoria. En una palabra, que si el día 23 el PP obtiene más votos y escaños, pero no suma lo suficiente con Vox, no podrá formar gobierno, mientras que si el PSOE y Sumar, con el apoyo de otros, sí alcanzan la mayoría en el Congreso, podrá haber un presidente socialista. Y será tan legítimo y tan democrático como el que obtuviese mayoría absoluta. Lo señalo porque le oí decir al candidato del PP que no se merece gobernar España el partido que no haya “ganado”, en su opinión quien no haya sacado más votos y escaños. Lo que supone una interpretación muy peligrosa, pues no es lo que dice nuestro sistema constitucional. Lo advierto porque lo mismo algunos ignorantes, intoxicados por estas extrañas teorías, y en el supuesto de que, al final, no gobierne el falsamente “más votado”, sean capaces de alguna barbaridad tipo Trump o Bolsonaro.
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