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El fin de la abundancia y la despreocupación

El presidente francés, Emmanuel Macron (centro), preside la reunión de su gabinete con los ministros en el Palacio del Elíseo en París.

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“Haced algo y, si no resulta, haced otra cosa”

F. Roosevelt

Puede que a muchos no les guste nada Macron y lo que significa, pero de lo que no cabe duda es de que no es persona dispuesta a recurrir al populismo para agradar a su población. Este miércoles hizo algo insólito: dejó a las cámaras entrar en el Consejo de Ministros galo y grabar su alocución inicial a los miembros del gabinete. Así, bajo la fórmula de oír lo que se dice allí donde todo debe permanecer secreto, los franceses pudieron oír lo que sin duda el presidente quiere que oigan y entiendan cuanto antes: “estamos ante el fin de la despreocupación y el fin de la abundancia”. El líder galo ha hecho un breve repaso por los acontecimientos de los últimos años que han alterado “la teleología de las relaciones mundiales” y que deja la constancia de que el orden internacional se está “reorganizando”, además, ha insistido en que lo que hasta ahora apreciábamos como “permanentemente disponible”, las materias primas, la energía, ya no lo están. Ha remachado también a sus ministros la necesidad de defender los principios de las democracias occidentales ante la pujanza de los actores autoritarios.

Una breve y condensada descripción de la realidad. ¿Cuándo se va a hacer aquí? “Es fácil decir cualquier cosa que la gente quiera oír, pero no hay que caer en esa tentación” y esta frase debería servir para cualquier político occidental de cualquier signo. Ha habido también una comparecencia del ministro Olivier Véran en la que ha desvelado lo evidente a los franceses: “No vamos a poder congelar indefinidamente los precios” y, entre otras cosas, “el esfuerzo es para todos”.

El problema es común. Los esfuerzos son compartidos. ¿Lo es la claridad con la ciudadanía? No voy a entrar en discusión ahora con los que creen que hay que hacer cuanto antes que Ucrania llegue a un acuerdo perdedor con Rusia para seguir nosotros nuestro camino como si nada hubiera pasado, ¡como si fuera posible! Voy a partir de la base de que todos estamos en el barco de los esfuerzos europeos. La diferencia que encuentro ahí es que la oposición conservadora, dispuesta a todo para salvar el año y pico que cree que le queda para tocar poder, ha decidido crear una realidad extrañamente paralela en la que todo esto es un problema de la gestión de Sánchez que se solucionaría con esa mágica bajada de impuestos que parece ser la única receta que guardan en la faltriquera. La diferencia que encuentro es que el Gobierno parece dispuesto a abonar una bancada de brotes verdes o al menos una visión optimista y llena de esperanza respecto a un camino que no va a ser desde luego de rosas.

¿Qué sentido tiene que el Gobierno de España no diga claramente a los ciudadanos que vienen muchas curvas para toda Europa y que ha acabado el tiempo de la abundancia y la despreocupación? ¿Qué problema tiene una oposición que aspira a llegar al gobierno en reconocer cuál es la situación real? Me remito a las declaraciones de estos días para justificar no respaldar un decreto de ahorro energético que recoge medidas que su propio líder había desgranado y que han sido aplaudidas por una relevante miembro del PP europeo, nada menos que Ursula von der Leyen. Que si no me lo han dicho, que si ha sido rápido, que si se podía haber coordinado. Hasta esas excusas me parecen mejor que negar la necesidad.

Lo del Gobierno me parece un error. Entiendo que se destaquen los resultados obtenidos mediante el tope del gas o el ahorro obtenido ya en las primeras semanas de aplicación del decreto. Está bien intentar demostrar que las medidas eran efectivas cuando te niegan hasta eso. Lo que no parece buena idea es ocultar lo que va a pasar. Ocultar que estas medidas son un primer paso para lo que va a venir y que, si la UE llega a imponer los recortes, hasta las empresas verán restringido el cupo de gas. El “racionamiento” lo llama Ayuso. Pues sí, señora, va a ser que sí. Pues sí, caballeros, va a ser que sí. Porque todo depende de si Putin cierra o no definitivamente el grifo y de cuándo lo hace. La UE no quiere llevar las restricciones a los hogares particulares —lo dice la norma publicada el 5 de agosto— pero sí se pedirá a los ciudadanos que de forma privada colaboren con el esfuerzo. “No hay un deseo de forzar a los franceses a reducir el consumo sino de apoyarlos para ello”, decía el ministro francés. No se equivoque, cuando habla de los franceses no habla de la temperatura de los bares, de los escaparates o de cerrar las puertas en los comercios, no habla de ello porque, ça va de soi, ya lo están haciendo.

“El esfuerzo es para todos”. Esta parte del discurso político del Gobierno francés también falta en España. Por eso, permítanme que les diga, es cierto que el Gobierno también debería hacer gestos que mandaran esa señal. Conseguirían así dar ejemplo y acabar con la matraca del Falcon. Pero es que lo de los aviones sí cuenta. En Francia han surgido cuentas que siguen los vuelos de los grandes empresarios. Así Bolloré —el magnate de los medios, la energía y la logística— realizó con su avión privado el pasado 8 de agosto cinco vuelos para cortas citas (Paris-Palermo, Palermo-Niza, Niza-París, París-Toulon y Toulon-París) emitiendo más CO2 que un francés medio en 7 años. Los franceses están que trinan y hay quien pide que sean prohibidos. El ministro francés de Transportes ha reconocido que “deben ser regulados a nivel europeo”. La sangre, el sudor y las lágrimas no van a poder ser solo de las masas. La tecnología permite ahora mismo hacer el seguimiento de los jets, los grandes yates y tantas cosas que dejarán claro si el coste de esta crisis, si la defensa de los valores, se pretende hacer a costa de los de siempre exclusivamente. Verán qué cara y qué discurso se le queda a Feijóo y a los amigos de restringir el Falcon si no solo se restringe el Falcon sino los aviones privados de las élites. Prueben a ver, que Macron y sus chicos son unos bolivarianos de la peor especie.

La humanidad sobrevive adaptándose al medio y a la realidad y no pretendiendo hacer a la inversa. Los que defienden que es posible seguir estirando este chicle hasta el infinito —crecimiento indefinido, recursos inagotables, consumo creciente— no van a ayudar nada. Por eso es importante que los políticos empiecen a decir las verdades a la gente aunque duela. Tal vez aunque duelan en las urnas. Será por poco tiempo. No es verdad que los adversarios tengan la llave del cuerno de la abundancia.

Valentía para señalar la realidad y valentía para tomar decisiones aunque exijan sacrificios. Honradez para hacerlo antes que nadie. Eso es lo que se le debe pedir a la clase política, a toda. No habrá político occidental que pueda escapar de eso ni ciudadano del mundo. Esa es la verdad.  

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