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Lo mejor que puede pasar

Carles Puigdemont

Elisa Beni

“Vienen cuatro si no ocho años de gobierno progresista. Para muchos el fin de su seguridad de seguir trepando, para otros la esperanza de hacer carrera sin pasar por ciertos aros, porque el PP no ha querido adeptos sino siervos”.

X. Magistrado español

Lo mejor que puede pasar es que nadie sienta que por interpretar la ley hasta sacarle el sentido va a ser premiado. Lo mejor que puede pasar es que las ambiciones no precisen de obediencias. Lo mejor que puede pasar es que no se pida adhesión sino honestidad. Y algún síntoma, ya vamos viendo.

En concreto quiero fijarme en el asunto de la extraña resolución de la Junta Electoral Central para sacar de las listas a Puigdemont que se toma justo antes de que se conozca la debacle del PP y el triunfo de las fuerzas progresistas. Ese día siete juristas, de prestigio reconocido al menos por lo lejos que han llegado, no sólo no son capaces de ver la ley sino que cuando cuatro de sus compañeros les ponen por delante el mandato correcto de ésta, lo ignoran. Fíjense que no es ya confundirte en la aplicación de la norma –la JEC no es un órgano jurisdiccional y no puede interpretar o valorar o sopesar según las reglas del sano juicio– sino hacer caso omiso cuando el presidente del organismo, el vicepresidente y dos compañeros te la ponen delante de los morros. Hemos visto también cómo los jueces unipersonales de lo Contencioso-Administrativo de Madrid se quitaban la patata caliente de encima alegando una presunta competencia del Tribunal Supremo –extraño pues el pie del recurso era claro– y que después de peerse se enojan al ver que éste les devuelve la papeleta diciéndoles no sólo que resuelvan sino cual es el sentido claro que debe adoptar esa resolución.

Raro, dicen algunos. Raro era el planteamiento que se había montado Ciudadanos a través de su vocal Andrés Betancur para sacar a Puigdemont de las listas. Este catedrático es un ejemplo palmario de hasta dónde puede llegar la desvergüenza intelectual y profesional y ya veremos si es más que eso, puesto que esta semana será querellado por prevaricación y yo creo que con algún motivo. Este catedrático, que lideró la corriente mayoritaria de la JEC para excluir a Puidemont de las listas, lo hizo con la santa pachorra de saber que eso no era posible sin cambiar la ley. Lo conocemos a ciencia cierta porque él mismo lo escribió meses antes en un documentado artículo. Así que promovió una prohibición a sabiendas de que no era posible. Idem sucede con el partido que lo propuso para la Junta Electoral, Ciudadanos, que interpuso este recurso electoral después de que en febrero de 2018 su líder, Albert Rivera, declarara a RNE que iban a instar una reforma de la LOREG para evitar que Puigdemont se pudiera presentar: “Vamos a proponer que los prófugos de la Justicia no puedan ser elegibles en una lista electoral”. Así que, ellos también, sabían que intentaban excluir a Puigdemont con una añagaza más allá de la ley que nunca se cambió. Y el Partido Popular también lo sabía.

Así que ahí tenemos un intento torticero de sacar al ex president de las listas al Europarlamento para conseguir, de forma espuria, que no pudiera concurrir a las elecciones y, por tanto, conjurar el riesgo de que tras salir elegido hubiera que dejarle tomar posesión del acta. Pasadas las elecciones una sección de la Sala Tercera, presidida por Díaz-Picazo, “el Señor de los gastos hipotecarios” les dio con la puerta en las narices y, a continuación, recibieron el portazo del Tribunal Constitucional que ni siquiera admitió sus recursos. Lo que viene siendo una muestra de que ya no hay tanta gente dispuesta a taparse ojos, narices y mentes por patrioterismo barato. Y es lo mejor que puede pasar.

Lo mejor que puede pasar es que se asuma, porque hay precedentes y por su situación legal, que Puigdemont podrá recoger su acta en Madrid si es elegido y que tendrá que ser el Parlamento Europeo el que decida si concede el suplicatorio para que sea juzgado, igual que se hizo con Ruiz-Mateos. Lo mejor es que asumamos que sólo hay un camino que es respetar a rajatabla los derechos y la norma y no pretender salvar la patria a base de posibilismos. Es obvio que el enorme error de Mariano Rajoy de haber permitido –no voy a decir que instigado, porque no es ni necesario– la presentación de una querella tan surrealista como la de Maza, tiene muy mal remedio. Esconderse tras las togas no soluciona nada y, por contra, siempre lo enreda todo. Hay muchos ejemplos anteriores y el presente no es sino una muestra aumentada de tal aserto.

Lo mejor que puede pasar es que sepamos que la rigidez sólo produce fractura y que las soluciones exigen cintura. Acaba de fallecer Alfredo Pérez Rubalcaba, que fue un ejemplo de cómo conjugar el rigor del Estado con la búsqueda de caminos. Esa es una senda que estoy segura de que los socialistas no han olvidado nunca, al igual que sus responsabilidades históricas. Iceta es la primera piedra y es una piedra que va a ser soporte de otras muchas cosas porque, no lo duden, Iceta va a ser el catalán que presida el Senado. No se dejen engañar por la tensión electoral no resuelta. Están pasando cosas y se están tratando cosas y el camino que se va a emprender para solucionar los conflictos no va a ser el del mazo y las flechas porque hay muchos políticos en España, muchos, más de los que creen, que saben a ciencia cierta que de la confrontación estéril nunca surge el alivio.

Lo mejor que puede pasar es que confiemos en que un gobierno progresista tendrá otra forma de mirar las cosas y que, por mucho que oigamos aún, en Catalunya las cosas tampoco se encararán de la misma manera. Lo mejor que puede pasar es que los mercenarios del voto, los que nos venden que quieren una España unida pero están dispuestos a desgarrarla sólo por obtener poder, se pasen un tiempo en el banquillo.

Al tiempo.

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