Necroperiodismo
La necrofilia es algo más que sentir placer sexual por los muertos. Late un espíritu detrás del necrófilo que se refleja en sus hábitos y costumbres. Unamuno se lo decía a Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: “Acabo de oír el necrófilo e insentato grito de ¡Viva la muerte!… me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de masas”. Erich Fromm desarrolló su teoría sobre el “carácter necrófilo” en su obra Anatomía de la destructividad humana, en 1961, usando el ejemplo del escritor español. El carácter necrófilo es una tipología psicológica que estamos sintiendo en la ideología más reaccionaria y sus satélites propagandísticos, los que intentan dirigir a la masa.
El individuo con carácter necrófilo solo puede relacionarse con un objeto si lo posee totalmente. Eso incluye el poder o la patria, que considera suyos y que prefiere muertos y en posesión a vivos y en manos del otro. Sin la posesión, pierde su capacidad de relacionarse con la vida, por eso no extraña que cuando el reaccionario pierde el poder, actúe con vesania y no sea capaz de medir las formas, modos y tiempos. Su ansiedad por recuperar el poder le lleva a actitudes vitales que rozan la criminalidad con tal de recuperar el control. Antes perder la vida que la posesión, si es necesario, dejar sin vida para recuperar la posesión. El carácter necrófilo considera la violencia, física o psicológica, el único modo de resolución de problemas. Su actitud vital es de destrucción, jamás buscará empatía o un esfuerzo constructivo.
Existe un periodismo en España unido de manera indisoluble al pensamiento político más reaccionario de nuestro país. No solo de manera económica y cobrando para publicar propaganda elogiosa intentando ocultarlo como noticias, sino ligado por una concepción cultural que le impide separarse del servilismo nacionalcatólico. Esa visión necrófila de la política se adapta de forma panfletaria en los lugares propagandistas que cada uno ocupa. Jorge Bustos, admirador de Louis Ferdinand Cèline –pero porque escribe bien según él mismo asevera, no porque sea antisemita y fascista– es uno de sus máximos exponentes. Anda estos días desde la jefatura de opinión de El Mundo intentando desbancar a Pedro Sánchez con poco disimulo. Reconociéndolo. Por eso cree que el necroperiodismo de su diario al publicar con intereses políticos poco disimulados una foto sin firmar de una morgue es una loa al descarnado espíritu de Céline de mostrar la realidad tal y como es, sin artificios. Vender una mascarada como si fuera un desnudo.
Es norma en un periódico como El Mundo no ser demasiado honesto a la verdad desde sus jerifaltes editoriales, un diario que guarda entre sus vergüenzas contemporáneas haber dado pábulo a las mentiras de un terrorista del 11M, condenado a 34.715 años de cárcel, para alimentar una conspiración infame tiene el listón demasiado alto en la sublimación necroperiodística. No sorprende que oculte entre sus páginas al condenado reincidente por faltar al mínimo deontológico, y protegido desde arriba, Javier Negre. Condenas que el periódico tiene que publicar en sus páginas para luego borrar con disimulo ante el bochorno de los compañeros, periodistas sufrientes y avergonzados de compartir espacio con semejante prócer. Es posible que por poco tiempo. Bustos y Negre representan el necroperiodismo mejor que nadie. Aunque bien es cierto que al menos Jorge Bustos tiene unas capacidades intelectuales respetables.
La necrofilia política y la periodística están unidas de manera indisoluble al pensamiento reaccionario. También el fascismo tuvo esa característica de carácter necrófilo, desde su vinculación al futurismo de Marinetti y su gusto por la técnica a la pulcritud positivista generando un nacionalismo expansivo, nativista y necrófilo: “El futuro necesita sangre. Necesita víctimas humanas, matanzas. La guerra interior y la guerra exterior, revolución y conquista: esto es la historia... La sangre es el vino de los pueblos fuertes, y la sangre es el petróleo para las ruedas de esta gran máquina que vuela del pasado al futuro”, aparecía en las páginas del periódico fascista Lacerba.
Esa necrofilia está apareciendo de forma constante en nuestra vida pública a través de la necesidad constante de la derecha de mostrar muerte, dolor, féretros y morgues. De Pablo Casado a Vox, pasando por sus corifeos en prensa que se mostraban ávidos por sacar muerte en primera plana, no por honrar a Céline sino a sus pagadores. La necrofilia periodística se está mostrando de manera descarnada y afilada, si puede utilizar el dolor para derrocar a un gobierno lo va a hacer. Antes una patria muerta que roja, o como diría Bustos, mejor un corrupto a un comunista. Es fácil distinguir estos días el necroperiodismo, el que usa la muerte y siente admiración devota por una morgue para matar lo que no puede poseer.
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