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La normativa de autoconsumo del ministro Soria: el pasado es ahora

José Donoso

Que el mundo se mueve, que los avances tecnológicos producen que lo haga a una mayor velocidad, que los cambios que se provocan cuentan con la oposición de algún actor que se siente perjudicado por ellos y que esas reacciones están condenadas al fracaso y solo consiguen tiempo mientras se lo hacen perder a la sociedad, entra completamente en el campo de lo obvio.

El ciclo se repite constantemente con cualquier innovación, sobre todo cuando ésta tiene un carácter disruptivo sobre los modelos de negocio previos.

Este proceso de oposición está sucediendo en este momento con respecto a la energía fotovoltaica, debido al grado de competitividad alcanzado por esta tecnología y su posible utilización por parte de empresas y ciudadanos como sistema de eficiencia energética.

El incremento en la utilización del autoconsumo energético en todo el mundo, amparado por las regulaciones existentes desde Japón a California, está generando la oposición de aquellos agentes que prefieren la continuación del status quo actual a adaptar sus modelos de negocio y explorar las nuevas posibilidades de crecimiento.

No nos olvidemos que el desarrollo del autoconsumo con balance neto es sólo el eslabón de una cadena que conduce a las ciudades inteligentes. Espacio donde se entremezclarán energía, transporte y telecomunicaciones. Las transformaciones que en este escenario veremos en los próximos años harán que el mundo urbano se parezca poco al que conocemos hoy.

Las empresas que tengan la visión de ver esas oportunidades serán las vencedoras de mañana; las que apuesten por el pasado serán las perdedoras.

La oposición a esta nueva tecnología disruptiva no ha llegado en ningún país al extremo de radicalidad expresada en el reciente borrador de Real Decreto de Autoconsumo publicado por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo. El objetivo final de dicho borrador no es otro que el de intentar cerrar cualquier puerta al desarrollo de esta tecnología, instalando todas las barreras tanto administrativas como económicas que los equipos de la Secretaría de Estado de Energía han podido idear.

Barreras como el establecimiento, con efectos retroactivos como es marca de la casa, de la obligación de solicitar un estudio de conexión a la compañía eléctrica, por pequeña que sea la instalación y aunque no se piense verter un solo watio en la red. Un estudio innecesario que, dicho sea de paso, hay que abonar y que para pequeñas instalaciones puede suponer un sobrecoste de hasta el 40%. En Portugal, por ejemplo, basta con una simple comunicación a través de internet.

Barreras, como la imposición de las cargas conocidas popularmente como “impuesto al sol”. Cargas que pretenden llevar a los posibles proyectos fuera del área de rentabilidad económica, con la finalidad de hacer desistir a los posibles interesados.

Es un borrador lleno de paradojas. Al tiempo que cita la Directiva 2009/28/CE que establece la obligación de racionalizar y acelerar los procedimientos administrativos relativos a las energías renovables, establece un proceso tan irracional como el mencionado anteriormente y cierra la puerta a las regularizaciones simplificadas que habían establecido o estaban estableciendo la mayoría de las Comunidades Autónomas.

Otra paradoja es el tratamiento que se da a los territorios extrapeninsulares. El texto reconoce que el autoconsumo, por su competitividad, supone un ahorro importante para todos los consumidores  al reducir los extracostes del sistema. Sin embargo, sólo exime del “impuesto al sol” en los territorios extrapeninsulares durante menos de cuatro años,  totalmente insuficiente para rentabilizar la inversión necesaria.

La voluntad de los responsables del R.D. es muy clara: impedir el desarrollo del autoconsumo en nuestro país. Con ello están cercenando el futuro de una industria que está compitiendo con éxito en los mercados internacionales. Se destruyen puestos de trabajo y se evita que se creen los que vendrían de la mano del desarrollo de esta actividad. Y sobre todo, se nos cierra el paso no solo al futuro sino también al presente, intentando mantenernos en un pasado obsoleto. Pero el futuro llegará.  

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