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Tamames, Luci, Bom y otros chicos de la Transición

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato de la moción de censura, Ramón Tamames
26 de febrero de 2023 22:29 h

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Si tienes menos de cuarenta años es probable que el nombre de Ramón Tamames no te diga nada, y que hayas visto por primera vez su cara en algún meme. Pero si tienes ya una edad, es fácil que al oír “Tamames” te haya dado un pellizco la memoria, incluso la nostalgia. Si además eres de izquierda, el pellizco te habrá dolido y dejado marca, y te preguntarás una vez más: ¿qué les pasa a tantas figuras de la Transición y de los primeros años de la democracia, que desde su izquierdismo juvenil han derivado hacia el centro, la derecha y ahora ya la extrema derecha?

No son muchos, pero sí muy destacados. Por su popularidad y porque en su día eran tan radicales en la izquierda como lo son hoy en la derecha. Periodistas, escritores, ex políticos, filósofos, artistas, intelectuales varios, que en los setenta fueron comunistas, libertarios, contraculturales, transgresores, defensores de las drogas, anticlericales, críticos del poder, por supuesto antifranquistas, y que a la vejez encabezan manifestaciones reaccionarias, escriben columnas ultramontanas, anuncian su voto a Ciudadanos, se hacen fotos con Díaz Ayuso o lideran mociones de censura de Vox.

Todos coinciden en renegar de su pasado ideológico, ser talibanes de todo aquello que un día combatieron, y estar obsesionados con las mismas bestias negras: el independentismo catalán y vasco, la izquierda “populista”, la memoria histórica, el feminismo, la “ideología de género”, la ley trans, y por supuesto Pedro Sánchez. Con cualquiera de esos asuntos se encienden. Comparten también la denuncia de “la cultura de la cancelación”, la “nueva inquisición”, la falta de libertad que les oprime… mientras conservan sus columnas y tertulias en grandes medios, publican sus libros en los principales grupos editoriales, y son una y otra vez invitados a foros, conferencias, Faes y espacios institucionales pagados con dinero público.

Todos estos figurones son hombres, dato curioso. Y la mayoría comparte origen social: familia acomodada, infancia en un gran piso de Barcelona, Donostia o el barrio de Salamanca, buenos colegios, estudios universitarios en un tiempo en que solo estaban al alcance de una minoría, “exilios” en París o Londres a los veinte años para alimentar la rebeldía. En un vistazo rápido a sus biografías he contado entre sus padres un notario, un médico de renombre, varios periodistas destacados del franquismo, un alto funcionario… De modo que para muchos de ellos el viaje (y viraje) ideológico se entiende mejor en términos de clase: de jóvenes se desclasaron, mataron al padre, se hicieron marxistas, anarquistas, radicales; y con los años regresan al lugar natural, se reintegran en su clase social.

Casi todos han pronunciado alguna vez en público la simpática frasecita de “el que no es de izquierda a los veinte es que no tiene corazón; el que después de los cuarenta sigue siéndolo es que no tiene cabeza”, a la que pueden añadir la apostilla: “y el que a los ochenta no ha acabado en la ultraderecha, es que lo hará a los noventa”. En el caso de Tamames, hace treinta años ya compartía tertulias radiofónicas con Antonio Herrero, Losantos, Pedro J., Anson y el resto de periodistas del entonces conocido como “sindicato del crimen”; y su evolución en los últimos años hace que su vínculo con Vox no sorprenda demasiado.

Aunque Tamames, Luci, Bom y otros chicos de la Transición han envejecido fatal, no dejemos que su renombre y presencia pública nos confundan: la mayoría de hombres, y sobre todo mujeres, que lucharon contra el franquismo, pelearon las libertades en la Transición y protagonizaron los primeros años de la democracia ha envejecido mucho mejor que los Tamames, Savater, Leguina, Boadella, Dragó y compañía. Son muchos más los militantes, sindicalistas, políticos, periodistas, intelectuales y ciudadanos en general que a la edad de Tamames siguen defendiendo la igualdad y la justicia social. Ojalá todos envejezcamos con la dignidad de quienes no nos fallaron ni entonces ni ahora.

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