PSOE y PP se culpan mutuamente por los cuatro meses de ruptura entre Sánchez y Casado
“Nadie hizo tanto daño a España nunca en tan poco tiempo” fue la despedida que el líder del PP, Pablo Casado, dedicó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado miércoles en la penúltima sesión de control al Ejecutivo. El dirigente popular lo acusó también de dejar España “en manos de quienes quieren romperla” por su negociación con la Generalitat y las fuerzas independentistas que, sin embargo, había saltado por los aires el pasado 9 de febrero cuando la vicepresidenta, Carmen Calvo, anunció que había roto con los secesionistas porque no aceptaban las condiciones del equipo de Sánchez.
“Empaquete el colchón porque lo sacará de Moncloa en dos meses”, le recomendó el líder del PP al jefe del Ejecutivo aludiendo al Manual de Resistencia en el que el presidente contaba que su primera decisión al llegar a su nueva residencia tras la moción de censura fue cambiar la cama. “Ojalá la crispación y la mentira salgan de la política”, respondió el dirigente socialista desde el atril del Congreso.
Casado trató de escenificar que su ruptura con Sánchez obedecía a la negociación con los partidos independentistas y la Generalitat, pero la fractura total entre ambos líderes se produjo mucho antes, el 25 de octubre, justo ahora cuatro meses, cuando el Gobierno aún no había iniciado negociación alguna con los secesionistas y sus contactos con la administración de Quim Torra se reducían a unas cuantas reuniones protocolarias.
El fin de la relación tuvo su origen en otra bronca sesión en el Congreso, la de ese 25 de octubre, en la que Casado acusó a Sánchez de ser el “responsable del golpe de Estado” en Catalunya. El presidente del Gobierno decidió anunciar que ponía fin a todo contacto con el Partido Popular.
Fuentes de la dirección del PP sostienen que esa no fue más que una “excusa” para que el también líder del PSOE arrinconara del debate público al presidente de los populares.
Ni llamadas ni reuniones
Desde entonces el único diálogo entre Sánchez y Casado se circunscribe a las sesiones de control al Ejecutivo en la Cámara Baja. En cuatro meses no ha habido entre ellos ni llamadas ni reuniones, según reconocen los equipos de ambos dirigentes, que se culpan respectivamente de la congelación total de las relaciones.
Pero sus partidos sí siguieron en contacto, hasta el punto de lograr en noviembre un pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que preveía colocar de presidente del órgano del Gobierno de los jueces y del Tribunal Supremo al controvertido Manuel Marchena, el magistrado que dirige el juicio del procés. El pacto se frustró en unas horas tras salir a la luz el WhatsApp del portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, en el que presumía del “control” que iba a ejercer su partido sobre el Tribunal Supremo. Hace apenas una semana PP y PSOE acordaron también enterrar la investigación parlamentaria de los másteres irregulares del propio Casado, de la expresidenta madrileña Cristina Cifuentes y de la exministra socialista Carmen Montón en la Asamblea de Madrid.
La relación entre Sánchez y Casado fue en todo caso prácticamente nula desde que Casado fue elegido presidente del PP, en julio. La frialdad se percibió muy pronto en la reunión que ambos mantuvieron en la Moncloa en agosto. El Ejecutivo mantuvo las formas e incluso dio trato preferente al presidente de los populares a quien cedió la sala de prensa principal del complejo gubernamental para que diera su rueda de prensa, a diferencia de lo que hace con otros líderes políticos que deben comparecer en un recinto más modesto. Pero ni siquiera entonces hubo distensión o acuerdos.
Pese a la evidente falta de sintonía entre ambos y aunque la ruptura se consumó en octubre, en los últimos meses la insistencia del líder del PP al presidente del Gobierno para que le telefonee y retome el trato con él han sido constantes. “Llámenos por teléfono”, le pedía Casado a Sánchez en otra bronca sesión en el Congreso de los Diputados en diciembre, apenas mes y medio después de que el jefe del Ejecutivo diera por finalizada la relación con el jefe de la oposición, para hablar sobre Catalunya.
Una estrategia de desgaste
La exigencia de Casado se repetía a finales de enero durante una de las visitas del líder del PP a Catalunya, esta vez con un propósito enveneado. Quería una llamada de Sánchez para suspender allí la autonomía. “Que llame al PP y acordemos cómo aplicar el artículo 155 para poner fin a esta pesadilla”, aseguraba Casado haciendo campaña con la crisis independentista.
Los socialistas creen que esa apelación a la intervención de la autonomía de forma “perpetua” vulnera la propia Constitución y considera que no se ha dado ninguna circunstancia que lo justifique. Ven en la actitud del líder del PP una estrategia de desgaste y le acusan, además, de falta de “lealtad”.
En los últimos meses cada vez que se ha preguntado a Casado o a su equipo por su falta de colaboración para hacer frente al desafío secesionista en Catalunya –sobre todo después de que el propio Sánchez apoyara en el pasado al Gobierno de Mariano Rajoy en la aplicación del 155– , los dirigentes populares han contestado lo mismo: que su dureza contra el Ejecutivo por su posición en Catalunya se debe, en gran parte, a que Sánchez rompió relaciones con el presidente del PP.
Ese mismo argumento fue el invocaron los populares para oponerse a hablar con el Gobierno sobre una posible negociación de los Presupuestos Generales del Estado, tumbados en el Congreso hace dos semanas por los votos de PP, Ciudadanos y los partidos independentistas. “Estamos dispuestos a negociar los Presupuestos, pero a mí no me ha llamado”, lamentaba Casado en enero. “Me da la sensación de que va a llamar a los de siempre, a los independentistas, los batasunos y los podemitas”, denunciaba.
Para el PSOE, que públicamente apelaba a PP y Ciudadanos para que apoyaran la tramitación de las cuentas, nunca fue una opción porque daban por hecho que ninguno de los dos grupos estaría por la labor de hacer semejante gesto.
No obstante, Gobierno y PSOE dejaron claro desde el primer momento que el fin del contacto se circunscribía exclusivamente a Sánchez y Casado, es decir, que el Ejecutivo, el partido y el grupo parlamentario mantendrían las vías de negociación abiertas con el PP. En ese contexto deben entenderse las negociaciones para el Poder Judicial.
Génova reconoce ahora que aunque la llamada de Sánchez se hubiera producido “habría llegado tarde” para el presidente de los populares, que dio la orden a los negociadores de su partido de no lograr ningún acuerdo con el Gobierno o el PSOE. “No se va a aprobar nada más con ellos. No vamos a pactar nada”, explican fuentes de la más alta responsabilidad.
El Gobierno, a través de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, intentó de nuevo un acercamiento para renovar el CGPJ, para lo que el concurso del grupo popular es imprescindible. Sin embargo, el PP cerró la puerta a un nuevo entendimiento.
La aversión, hasta el 26 de mayo
Génova explica que además de para renovar el CGPJ, el Gobierno también ha llamado a los populares para reformar la dirección de RTVE, el Consejo de Seguridad Nuclear o lograr un acuerdo para la pensiones en el marco del Pacto de Toledo que también fracasó esta misma semana. En los tres casos la respuesta de la dirección de Casado ha sido la misma: un 'no' rotundo a hablar con el Ejecutivo socialista.
El entorno de Casado reconoce, no obstante, mantener una “buena relación personal” con la mayor parte del Ejecutivo. “Pero eso es compatible con no apoyar sus reales decretos ni querer lograr acuerdos”, zanjan. Los socialistas ven en Casado una posición electoralista y esperan la aversión por parte del PP hasta el próximo 26 de mayo, cuando terminará el ciclo electoral que inició Susana Díaz en Andalucía, que siguió Sánchez tras el fracaso presupuestario y que acabará con las autonómicas, municipales y europeas.