Sobre este blog

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La Sierra Morena sevillana hace bandera de sus vinos

Colonias de Galeón es un proyecto heredero de la cooperativa homónima fundada en 1925

Javier Domínguez Reguero / Luis Serrano

Cazalla de la Sierra y Constantina —

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“Ser una bodega sevillana supone llevar una mochila porque se desconoce que somos una zona vinícola”. Las palabras de Mª Ángeles Pérez, directora comercial de Colonias de Galeón, resumen la dificultad de las bodegas locales para dar a conocer sus vinos. “Hay un desconocimiento importante, pero no solo del vino sino de la sierra de Sevilla que, en muchas ocasiones, incluso se confunde con la sierra de Huelva”, apunta el gerente de Bodegas Fuente Reina, Jaime García. Esta bodega de Constantina se fundó en 1930 y en 1943 puso en el mercado lo que se considera “el primer tinto andaluz embotellado”.

Tanto Colonias de Galeón, situada en el municipio de Cazalla de la Sierra, como Bodegas Fuente Reina son ejemplos de la tradición vinícola de la Sierra Morena de Sevilla que se remonta a los siglos XV, XVI y XVII cuando la comarca fue la principal exportadora de vino a América. “El declive viene cuando se traslada el puerto de Indias de Sevilla a Sanlúcar de Barrameda y por la filoxera”, cuenta Pérez. Hasta la llegada de esta plaga que infecta las vides, la zona contaba con unas 4.500 hectáreas de viñedo. 

Rejuvenecimiento noventero 

La actividad vinícola sufrió una pausa hasta finales de la década de 1990 cuando Óscar Zapke refundó Bodegas Fuente Reina. “Óscar pone la semilla para que resurja el vino de la zona después de muchos años sin que hubiera bodegas”, señala García que adquirió la bodega hace justamente un año. “Es un activo importante del pueblo y me daba lástima que se perdiera”, resalta.

“Mi padre, en 1995, compró el terreno como una finca de recreo sin ánimo de que fuera una bodega”, recuerda el propietario de Bodega La Margarita, Raúl Fernández. Pero este empresario, tras trabajar el mosto rosado con los vecinos constantinenses, apostó por hacer un tinto. “Si no me empujan ni me inician en lo del vino, Zancúo no hubiera existido”, afirma Fernández.

El vino tinto Zancúo salió al mercado en 2007 y es el “buque insignia” de la bodega. “Es el que nos da de comer”, dice Fernández, que tiene 11 hectáreas de viñedo donde cultiva variedades de uva como tempranillo, petit verdot, cabernet sauvignon o malbec, entre otras. “Tenemos la suerte de contar con varios terrenos: franco-arenosos, arcillosos y pizarrosos, por lo que nos da para jugar con varios vinos. Siempre he tenido muchas marcas con pequeñas cantidades para que la gente que venga a casa, no se vaya sin nada”, explica Fernández.

Así, la oferta de Bodega La Margarita incluye distintas versiones de Zancúo a las que se le unen otros tintos como 2 Juanes y Borboleta y blancos como Castillo de Constantina. Y destaca Cocolubis, un vino elaborado con uva tempranillo y que festeja los primeros vinos que se producían en la zona durante la época romana.

Recuperación de uvas autóctonas

Entre dehesas de encinas, alcornoques y quejigos y a una altura que ronda los 600 metros, los viñedos de estas bodegas salpican el entorno protegido del Parque Natural de la Sierra Morena de Sevilla. El terreno es pedregoso, muy mineral y con mucha pizarra y el contraste térmico de los meses de verano, días cálidos y noches frescas, favorece la maduración de la uva. Estas características del medio se especifican en el pliego de condiciones del Vino de la Tierra “Sierra Norte de Sevilla”, una indicación geográfica protegida (IGP) que fue impulsada en 2004 por la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía para los vinos originarios de esta comarca. 

“No tiene sentido formar parte de una IGP donde no cuenta con variedades locales”, detalla Pedro Cano, fundador de Tierra Savia. Junto con Jose Acosta iniciaron precisamente en 2004 un proyecto vinícola que se ha consolidado en Cazalla de la Sierra.

Estos “amigos de pequeños, del pueblo” tenían claro que querían vivir en su localidad natal. Arquitecto e ingeniero agrícola respectivamente, no contaban con ninguna herencia bodeguera, pero se empaparon de una tradición que los “enamoró”. En Tierra Savia cultivan en orgánico siguiendo la labor artesanal, “como hacían nuestros antepasados durante siglos”, y se han empeñado en recuperar variedades autóctonas como la parrona, zamarrilla o mollar. Para ellos es una forma de rendir homenaje a las vinificaciones tradicionales de la zona. “Así cerramos el círculo y ponemos en valor las uvas de aquí”, dice Pedro. Por ello, se apartaron de la IGP a la que solo pertenece Bodegas Fuente Reina porque a la empresa constantinense le “cuadra” el pliego de condiciones y le “aporta un valor añadido”, según García.

Cazalla en la copa

Tierra Savia tiene tres proyectos: Mirlo, Zaranda y PIU. A esta oferta se les ha sumado recientemente ÉLAN, un espumoso ancestral y Blanco de Negra, un vino blanco de uva tinta que inicia una línea de elaboraciones, Taller de vinos, que dará cabida “a la experimentación y a vinos premium”.

En el rescate de las técnicas vitivinícolas ancestrales, Cano y Acosta han apostado por el uso de ánforas y tinajas de la zona, que tienen entre 200 y 400 años. “Es algo que siempre se ha hecho aquí; es el vino en barro en aquellas tinajas que se reparten por los cortijos y lagares”, cuenta Cano. Y añade: “Es romántico, pero el vino tiene que estar bueno”.

Tierra Savia no deja de ser una bodega “pequeñita” que cuenta con unas 15 hectáreas de viñedo y elabora entre 50.000 y 60.000 litros al año. Con tres trabajadores, su objetivo es recuperar el patrimonio vinícola, histórico, económico y social de Cazalla de la Sierra. De eso saben mucho en Colonias de Galeón que busca que “la cultura de la agricultura de la vid no se pierda en el pueblo”. Además, Pérez quiere crear “una memoria olfativa” captando los aromas serranos como hinojo, cantueso o jara. “Mi obsesión es embotellar Cazalla en forma líquida”, subraya.

Gracias al apoyo económico de la familia Granados Royo (Instituto Español) en esta empresa se trabaja “como si fuéramos una bodega grande”. “Contamos con seis trabajadores y estamos en constante búsqueda de la calidad y excelencia”, resalta Pérez de un negocio que agrupa otras 15 hectáreas de viñedo y que embotella unos 37.500 litros anuales.

En Colonias de Galeón, heredera de la cooperativa homónima que se creó en 1925, utilizan múltiples tipos de uva como tempranillo, syrah, chardonnay y cabernet sauvignon... “Tenemos nuevas plantaciones de garnacha, mencía o albariño, que son variedades de la Ribeira Sacra, zona que tiene unas condiciones climáticas parecidas a las de aquí”, dice Peréz que además apunta a que son “la primera bodega andaluza en cultivar mencía”. 

Colonias de Galeón es sinónimo de Pinchaperas y Soplagaitas: “son los vinos más accesibles en todos los sentidos: tanto en paladar como en precio”, precisa Pérez. Y destaca Ermita del Monte, que se convirtió en el único vino andaluz seleccionado como finalista al mejor vino tinto de España en los Premios Verema 2022.

Una etapa nueva

“Escuchar el nombre de Constantina es lo importante para que se siga vendiendo; para que no nos convirtamos en un pueblo de la España vaciada”, señala el bodeguero Emilio Caballero. Este operario, que no se veía viviendo en Sevilla capital, lleva nueve años trabajando en las instalaciones de un extinto molino harinero del siglo XIX y que es la sede de Bodegas Fuente Reina.

Pese al reciente cambio de propietario, Caballero sigue siendo el único empleado de un  equipo al que se han unido dos enólogos externos para asesorar a García a conseguir los retos de su proyecto vinícola. “Quiero seguir con una línea continuista, pero con la intención de perfeccionarla. Quiero cambiar el diseño de sus botellas y etiquetas para diferenciar los vinos que van a supermercados con los destinados a los restaurantes”, dice el nuevo gerente. 

Bodegas Fuente Reina tiene en el mercado a su marca FUNDUS, en distintas versiones, así como Fuente Reina 2019. Su vino monovarietal, 100% merlot, es el Torre Beraun Maior 2015.

“Un buen producto”

Todos estos proyectos bodegueros, a los que hay que incluir a Bodega Fuente Fría y Bodegas Cazallo, ambas en Constantina, hacen de la Sierra Morena de Sevilla una de las zonas vitivinícolas de la provincia junto a las comarcas del Bajo Guadalquivir y El Aljarafe.

La larga tradición de vinos y anisados es una realidad a la que pronto se le unirá otro proyecto: “Acabamos de comprar unas tierras en San Nicolás del Puerto para hacer una bodega nueva. En abril, plantamos las primeras vides y esperemos que en tres años esté en marcha”, adelanta Fernández a este periódico. 

Este anuncio refleja la intención del propietario de Bodega La Margarita para seguir llevando los vinos serranos a las mesas hispalenses. Ya vende en otras comunidades autónomas y también manda pequeños lotes a Francia, Italia y Suiza. La tendencia parece estar del lado de estos emprendedores: “Cada vez se ven más vinos de la sierra en la capital. Pero es que en Sevilla hay mucha restauración y todas las bodegas nacionales quieren vender allí”, argumenta Cano. Tierra Savia se ha instalado en unos 70 establecimientos de Sevilla capital y cuenta con una buena distribución en El Aljarafe. Sus vinos además se han colado en la restauración madrileña y catalana e incluso exportan a países como Alemania, Japón, Países Bajos y Corea del Sur. 

“Hay Denominaciones de Origen con mucha trayectoria, mucho marketing y que empujan mucho”, dice García, que busca ampliar el canal de distribución de Bodegas Fuente Reina para, junto a las ventas del retail, consolidarse en la hostelería. Pérez recuerda una frase: “Para el sevillano, Sevilla es lo mejor y no sabe porqué”. Desde Colonias de Galeón se han propuesto darle razones al sevillano para que conozca los proyectos de la provincia. Y eso que no tienen ningún obstáculo en el mercado: “Vendemos todas las botellas. El 60%, en Sevilla capital y no me quejo porque el vino se vende”. La falta de existencias hace que todavía no se haya abierto el canal de exportación.

Estas bodegas reivindican el legado vinícola de la Sierra Morena sevillana y su trabajo ya da frutos en la restauración. “Los restaurantes ya quieren tener al menos un vino de la sierra en sus cartas. Ahora queda trabajo para que el consumidor final sepa que aquí se hace vino”, recuerda Fernández. Y avisa: “El mejor llamamiento es hacer un buen producto para que sea bandera. Con eso, la gente lo compra. Sí o sí”.

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