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Helen Prejean: “Cuando miras a los ojos a un criminal, ves a un ser humano”
Cuando la hermana Helen Prejean, reconocida a nivel internacional por su lucha contra la pena de muerte, mira a los ojos de un criminal, lo que ve es que “no es tan diferente a los demás”, sino que se trata de un “ser humano muy humano” sobre cuya vida jamás debería decidir un gobierno.
Y eso es lo que precisamente terminó viendo en Patrick Sonnier, un condenado a muerte en la década de los ochenta por el asesinato de dos adolescentes, a quien acompañó como consejera espiritual hasta el final de su vida en la silla eléctrica en una prisión de Louisiana (Estados Unidos).
La experiencia la relató en 1993 en su libro “Dead Man Walking”, que fue adaptada al cine dos años después por Tim Robbins bajo el título de “Pena de Muerte”, con Susan Sarandon en el papel de Sister Helen y Sean Penn en el de Sonnier, en su caso con el nombre de Joseph de Rocher.
Convertida en ópera en el año 2000, ahora le toca al Teatro Real transformarse en el corredor de la muerte el próximo viernes para acoger las voces de la mezzosoprano Joyce DiDonato, que interpretará a la monja, y Michael Mayes, que encarnará al asesino.
“Es una oportunidad para que se levante el telón y todo el mundo participe en esta historia”, ha dicho hoy en un encuentro con los medios la activista, quien ha recomendado al público que se “ponga cinturón de seguridad” para vivir este “viaje emocional y espiritual” con el que se removerá más de una conciencia.
Porque, en su opinión, “lo que tenemos es que buscar el perdón, evitar el odio por el odio y la muerte por la muerte”, aunque sea hacia una persona que ha cometido el más abominable de los crímenes.
Antes de su experiencia con Sonnier, Prejean “no tenía la sensación de que los criminales pudieran ser buenos; no sentía ningún tipo de compasión, sino miedo, como todo el mundo”.
Después, empezó a darse cuenta de que son personas: “cuando los miras a los ojos, ves que no son diferentes a los demás, sino que son humanos, muy humanos”. Y cuando mira a los de un sentenciado a la pena capital, ve a alguien que “tiene derecho a la dignidad”, y aunque no muestre signos de arrepentimiento, como fue aquel caso, “debemos ser capaces de sentir compasión”.
Para esta activista, trabajar con los condenados es un “privilegio”, sean culpables o no, porque pueden compartir sus sentimientos.
Tras Sonnier, Helen Prejean ha trabajado con otros seis presos y, en la actualidad, es la consejera espiritual del salvadoreño Manuel Ortiz, del que sabe que “es inocente”. “Me despierto a medianoche pensando en que lleva 24 años esperando a ver si le matan o no”, lamenta.
El instinto de venganza por parte de los familiares de las víctimas es inevitable, y por eso la hermana Helen también trabaja con ellas para convertir toda esa ira y rabia en piedad.
Afortunadamente, asegura, cada vez son menos las que encuentran en la ejecución del asesino consuelo a su dolor, y los propios guardias y alcaides de las prisiones estadounidenses empiezan a “sentirse sucios” cuando una persona es llevada a la muerte.
Por eso piensa que “pronto”, aunque desconoce cuándo, la pena de muerte, que cuando se ejecutó a Sonnier tenía una aceptación del 80 %, acabará aboliéndose en el país norteamericano. “El Gobierno jamás debe tener la decisión de decidir quién vive y quién muere”, subraya.
Aunque determinadas jerarquías de la Iglesia a la que pertenece “todavía lo está permitiendo”, aunque vaya en contra de “los mandatos de Cristo”.
“Cuanto más interpreto esta ópera, más pienso en que no se trata de la pena de muerte, sino del valor de la vida, del perdón”, ha añadido DiDonato, para quien “Dead Man Walking” es al final “una historia de amor, que vemos a través de Sister Helen”.
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