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La comunidad china de Madrid toma sus propias medidas ante el coronavirus: “Los que llegan de China se encierran en casa”

Las mascarillas no se ven con frecuencia en el barrio de Usera, aunque están agotadas en las farmacias.

Marta Maroto

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El barrio de Usera está tranquilo pero vigilante. Este es el mensaje que se esfuerzan en transmitir la gran mayoría de los vecinos de origen chino de esta zona de la ciudad. La alarma mundial por la epidemia de coronavirus crece en el gigante asiático, y sus ecos alcanzan el Chinatown madrileño, a miles de kilómetros de distancia. Como medida preventiva, los recién llegados se aíslan “de forma voluntaria” durante dos semanas, el periodo de incubación de la enfermedad, para comprobar que no hayan desarrollado el virus.

Chen Enguan y Elena Xia llevan toda la mañana enviando mensajes y recibiendo llamadas. Él preside la Fundación Fujian y ella, la Asociación China y se han reunido en el local de un grupo de abogados en Usera para coordinar la información que quieren enviar a sus compatriotas en la capital. “Aconsejamos a los que acaban de llegar de China que se queden en sus casas un mínimo de 14 días”, explica Enguan, que calcula que en Madrid hay alrededor de 40 personas que se están sometiendo de manera voluntaria a este encierro. La mayoría viven en Usera y la comunidad se está volcando en ayudarles llevando comida y lo que sea necesario para evitar salir de casa.

María cuenta sonriente y atareada que no nota ningún cambio en el barrio. “Aquí todo perfecto. Allí sí están todos en casa”, cuenta. Sin embargo, hace un par de días pegó un cartel en la puerta de su restaurante para prevenir la entrada de aquellas personas que acaban de llegar de China. “Por lo menos” hasta que no hayan pasado 14 días sin síntomas en España, traduce María antes de perderse entre las mesas.

A pocos metros de distancia, en un local de rótulos y gráficos cuentan que dos de sus trabajadores están en cuarentena después de haber viajado a su país por las celebraciones del Año Nuevo. “En Usera de momento está todo bien, no hay enfermos pero hay gente que se queda en casa”, explica con ayuda del traductor del móvil una empleada que no quiere dar su nombre. Señala también que tomando este tipo de prevenciones no hay por qué estar alarmado y que la inmensa mayoría de los cerca de 10.000 habitantes chinos del barrio no han estado en contacto con personas que hayan viajado recientemente a China.

Sin embargo, sí ha notado durante las últimas semanas un cambio en el trato con la propietaria de un bar cercano al que acude todas las mañanas a tomar un café. “Yo sigo yendo y siempre saludo, no tengo la enfermedad”, señala con media sonrisa. El estigma y el racismo contra la población extranjera “siempre” ha estado presente, asiente enseguida Xia, que dirige la Asociación China en Madrid, y ahora son más comunes los mensajes xenófobos por redes sociales que tratan de vincular a personas asiáticas con el coronavirus.

De hecho, este fin de semana se ha difundido en redes sociales la campaña “Yo no soy un virus” ante el rechazo y señalamiento que en diferentes partes del mundo la población china está sufriendo. “Es una tontería, no todos los chinos tienen el virus”, explica Ángel Shi, que trabaja en una tienda de comestibles en una de las avenidas principales de Usera.

Mascarillas agotadas que no se ven en la calle

“En China están bien. Bueno, con mascarilla”, se corrige sobre la marcha Shi. Pese a ser el mayor productor de mascarillas del mundo, la epidemia de coronavirus ha agotado las existencias del país, que ha limitado su venta a cinco por familia. Ante la emergencia sanitaria, declarada como emergencia internacional por la OMS, China ha empezado a comprar mascarillas a otros países. Hace dos días, según publicaba La Vanguardia, China encargó 200 millones de mascarillas a empresas en Turquía.

En Usera la mayoría de las farmacias siguen sin tener mascarillas. “Recibimos a cuentagotas”, explica una farmacéutica en Dolores Barranco, quizá la calle con mayor concentración de negocios y vecinos de origen chino. La misma trabajadora explica que ya llevan vendidas unas 600 cajas, mientras que lo habitual es que en un año entero apenas llegue a las 50. Cada caja suele incluir cinco unidades, y su precio oscila entre los tres y los cinco euros en función de la calidad del material.

Geles antisépticos y alcohol desinfectante son también los productos que más se están pidiendo en las farmacias, explican desde varios establecimientos. La inmensa mayoría de los que compran mascarillas las envían a sus familiares en China, aunque muchos afirman que otras se revenden en los bazares y tiendas de todo a cien a precios más altos.

El uso de mascarillas en la calle tampoco parece haber aumentado, observa Adoración, una señora jubilada que ha ido a comprar un boleto de lotería a José: “Hacemos vida normal, no hay alarma”. Ya de por sí es normal que la población china lleve en ocasiones mascarillas cuando salen a la calle, explican los vecinos, y no perciben que ahora sean más visibles que antes.

Y no todos los que compran mascarillas son de origen chino. Jesi es española y acaba de comprar la última caja de una farmacia de Usera: “Soy muy sensible, me pongo enferma enseguida, y me la quiero poner en espacios cerrados como el metro. Llevaba tiempo pensando en comprar una y ahora con el virus lo he hecho”. Roza el mediodía y con esta última venta se terminan los 30 paquetes de mascarillas que recibe al día esta farmacia.

El boticario, habituado ya a la prensa tras el brote de coronavirus, explica que “no hace negocio con las mascarillas”, y que ante el aumento de la necesidad ha bajado de 4,95 a 3,95 euros el paquete. Escéptico, prefiere no dar su nombre, y se queja de la falta de información, ya que muchas personas compran productos de una calidad insuficiente para prevenir, en el caso de que fuera necesario, un contagio de coronavirus.

Horas más tarde, sigue sin haber rastro de mascarillas en los rostros de los transeúntes. El brote de coronavirus no paraliza el Chinatown madrileño.

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