Las calles se llenan de paseantes y deportistas: “Tenía ya ganas de ver un poco de luz”
Las calles de Madrid empiezan a dibujar lo que será esa nueva normalidad a la que tendremos que ir acostumbrándonos por fases. Este ha sido el primer sábado que los adultos han podido salir a pasear y a practicar deporte, 49 días después de que se decretara el estado de alarma y el país entero se quedara en casa. “Ayer me fui a dormir a las nueve de las ganas que tenía, y me he despertado antes de que sonara el despertador, por ilusión”, cuenta sonriente Sara, de 33 años: “Lo estoy disfrutando muchísimo, estoy viendo a la gente parar, mirar, y es increíble”.
Muchos han madrugado más de lo habitual para ser fin de semana. Despuntaba el amanecer cuando Carmen, de 61 años, ha salido a pasear: “Tenía ya ganas de salir y ver un poco de luz, ver que vamos saliendo de esto”. Otros, como Miguel y Pedro, compañeros de piso de 21 y 22 años, no han dormido siquiera y llevan caminando desde las seis de la mañana, a tramos por mitad de la carretera. “Si no salía hoy, me volvía loco”, declara Miguel divertido. Coinciden en que el confinamiento les ha trastocado los horarios de sueño, y van a aprovechar para salir lo más pronto posible para evitar que haya mucha gente.
El horario establecido para las salidas de los adultos es de 06.00 a 10.00 y de 20.00 a 23.00. Para pasear, el radio permitido de desplazamiento es un kilómetro desde el domicilio, una extensión que se amplía a los límites del municipio en el caso de practicar deporte. Justyna tiene 37 años y es triatleta, y aunque ella había salido a pasear con sus hijos –desde hace una semana se permite la salida de los niños menores de 14 años–, no es lo mismo. “No vamos a volver a la normalidad de repente, tomará tiempo hasta que pueda retomar mis tres horas de deporte diarias”, dice subida a su bicicleta.
Los caminos que colindan con los jardines de Las Vistillas en Madrid, enfrente de la catedral de La Almudena, han sido un ir y venir de transeúntes y deportistas desde primera hora. Lucía y su marido Alejandro, ambos de 32 años, se hacen fotos entre los árboles y cuentan que el confinamiento “ha sido duro, estábamos impacientes, estos días los hemos vivido con un poco de ansiedad”.
Pocos metros más allá Alberto y David, de 26 y 32 años, han coincidido en la puerta con su vecina Gema, de 47, y se han sentado a conversar y descansar un rato en las escaleras, con más de dos metros de distancia entre ellos. “La gente tiene que ser responsable, tienes que saber la distancia que debes mantener y cuidarte a ti mismo: aunque nos lo permitieran no me sentaría cerca de nadie”, afirma David, que pese a haber estado más de 50 días encerrado pidiendo la compra por Internet, dice no haber llevado mal el confinamiento. “Para mí lo peor ha sido el dolor de espalda por no poder salir a andar”, comenta Gema.
Las zonas verdes y jardines siguen precintadas. En el barrio de Acacias se han registrado algunos incidentes en los que la Policía ha tenido que intervenir para evitar la entrada de algunas personas a los parques. Muchos que se han acercado al Retiro se han encontrado las puertas cerradas. Rozaban ya las diez de la mañana cuando Rory, que celebró sus 41 años en confinamiento, emprendía camino a casa. “El momento más duro fue hace dos semanas, cuando ampliaron el estado de alarma, pero este mes ha sido interesante, siento que ahora me conozco mejor, que soy un poco más sabio. Quedan muchos meses por delante, pero solo con poder salir a correr, para mí el sufrimiento ha terminado”, cuenta mientras hace estiramientos y confiesa que la conversación con este diario es la primera que tiene cara a cara en mucho tiempo.
Desde las diez, la calle es de las personas mayores
“Estamos en todas las franjas”, ríen de la mano Alfredo y Teresa. Él tiene 74 años –“¿A que no lo parece?”, dice ella– pero Teresa, que no quiere dar su edad, es más joven. Llevan días sin salir y afirman estar disfrutando del esperado paseo: “Es por salud”, coinciden. Poco a poco, la presencia de las personas mayores ha comenzado a ganar terreno en las calles. El Gobierno ha asignado la franja horaria de entre las 10.00 y las 12.00 y por las tardes de 19.00 a 20.00 a los mayores de 70 años y personas dependientes.
María Jesús tiene 86 años y asegura haber perdido ya la cuenta de cuántos días lleva sin salir de casa. “He estado bien, aunque a ratos un poco nerviosa”, explica de la mano de su hija. Echa de menos a sus vecinas y a sus amigas, pero se muestra optimista, buscarán otra manera de relacionarse. Manuel, de 74 años, descansa en una esquina. Aprovecha el horario para las personas mayores, del que se ha enterado por la televisión, para ir a comprar el pan.
Quien está muy disgustada es Gloria, con 80 años, bastón y zapatillas deportivas. “Si yo tengo que llevar esto”, se señala la mascarilla que lleva en la boca y que le impide respirar con normalidad, “¿por qué los demás no? Sobre todo los jóvenes, hay que sacrificarse, porque mientras están hablando están echando escupitinajos”. Desde la plaza de la parroquia de San Andrés señala cuesta abajo: “Hay colas. Si esta es nuestra hora, que vayan a la compra más tarde”. Se puede ver a muchos jóvenes caminando o haciendo recados a estas horas, como Carmen, de 23 años, que afirma conocer las recomendaciones y que saldrá a dar un paseo esta noche.
Manuel y Montse, de 77 y 71 años, ya terminan su paseo. “Hemos dado la vuelta a la redonda, estamos un poco asustados, vamos a comprar el pan y a casa”, cuentan animados, cogidos de la mano y con sendas mascarillas.
17