La victoria del PP en Andalucía se extiende a todas las provincias, pero tiene lecturas diferentes en función de la historia electoral, la magnitud y las expectativas que los populares habían depositado en cada una de ellas. En algunas, como Sevilla, Jaén o Huelva, el triunfo es histórico por ser el primero. En otras, como Málaga, se daba por descontado, pero ha alcanzado cotas abrumadoras. Y en Almería la lectura es que el PP ha recuperado el vigor en una plaza que nunca perdió, pero que parecía en peligro por el empuje de la ultraderecha.
Los populares han obtenido en la circunscripción más oriental de Andalucía más votos que la segunda y tercera fuerza juntas. El 45,53%, frente al 22,07% del PSOE y el 20,72% de Vox. El PP logra así seis escaños (dos más que en 2018), el PSOE se mantiene en tres y Vox suma uno más (tres en total). El PP gana con una diferencia de 23,5 puntos porcentuales respecto al segundo, un resultado que sólo encuentra parangón una década atrás, cuando Gabriel Amat dominaba con puño de hierro el partido y la provincia y el almeriense Javier Arenas era el candidato popular a la presidencia de la Junta de Andalucía.
Para la izquierda, la lectura de los resultados es descorazonadora. Ni Por Andalucía ni Adelante Andalucía logran escaño. Mientras que en 2018 Adelante Andalucía rozó los 25.000 votos (un diputado), ahora Por Andalucía se queda en 12.882, Adelante Andalucía en 4.509 y la izquierda almeriense desaparece del Parlamento Andaluz. También lo hace Ciudadanos, que de 42.258 sufragios pasa a 6.633, y de dos diputados a cero. Sus votos alimentan al PP.
El resultado de este domingo, a la altura del de 2012, deja un panorama muy diferente al de 2018, cuando el PP logró el 27,24% de los sufragios, el PSOE el 25,92% y Vox el 16,79%. Aquel 2 de diciembre de 2018 marcó la estruendosa entrada del partido ultra en un Parlamento autonómico. Desde ese 16,79% crecieron hasta el 26,93% en las segundas generales de 2019. Ayer, se trataba de comprobar si Vox tocó su techo aquel día. Y por ahora, así parece.
El crecimiento limitado de Vox
La ligera mejora de Vox en Almería (10.000 votos y un diputado más que en 2018) no parece suficiente para las aspiraciones de un partido que hace de la inmigración uno de sus ejes electorales, y que había convertido la provincia en avanzadilla de sus políticas. Aquí, los de Abascal habían hecho una de sus grandes apuestas, con un despliegue intensivo de actos de sus líderes nacionales y esgrimiendo, sin tapujos y sin un solo dato, un discurso que vincula la inmigración con la delincuencia. “¿Saben cuál es la diferencia entre Saint-Denis [en alusión a los disturbios en este barrio parisino] o El Puche o El Ejido? Que en Andalucía no se ha celebrado todavía una Champions”, soltó la candidata Macarena Olona en el primer debate televisado.
Por eso, al llegar la caravana electoral del PP a Almería, Juan Manuel Moreno, que sabía que jugaba con fuego, se apresuró a lanzar su mensaje de respuesta. “¡Esto no es Saint Denis!”. No es solo el potencial riesgo de un conflicto racial. Es también la economía, puesto que son los inmigrantes, principalmente marroquíes y subsaharianos, quienes ponen el trabajo en el “milagro económico” de la industria rentabilísima industria hortofrutícula almeriense, casi siempre en condiciones precarias y muchas veces, irregulares.
Moreno también sabía que en Almería realizaba un delicadísimo ejercicio de equilibrismo ante un electorado potencial que en los últimos años se ha ido desplazando a la derecha, hasta llegar al extremo. El recurso fue tirar de manual colocándose en el supuesto medio: “El punto medio es el equilibrio entre los que quieren una inmigración absolutamente desordenada de puertas abiertas, con la que no estamos de acuerdo, y los que quieren prácticamente eliminar cualquier presencia de inmigrantes, con lo que supone de impacto económico para determinadas zonas de Andalucía”, dijo en Adra. También Alberto Núñez Feijóo, presidente nacional del PP, visitó Almería.
Fue en El Ejido donde Vox logró su primera y única victoria en las andaluzas de 2018, y desde donde se catapultó en las generales de un año más tarde con media docena de triunfos en el mar de plástico. Ahora, el PP no solo reconquista una de sus provincias más fieles, sino que lo hace con claridad y poniendo freno al crecimiento de Vox. El partido de extrema derecha toca con los dedos la segunda plaza (que mantiene el PSOE por escaso margen), su crecimiento prosigue, pero ya no es fulgurante.
En esta ocasión, el partido no ha ganado en ningún municipio: desde luego, no en El Ejido (donde el PP logra el 47,6% de los votos frente al 27,8% de Vox), pero tampoco en plazas donde fue mayoritario en noviembre de 2019, como Adra, Roquetas de Mar o Níjar. En los tres municipios, los populares oscilan entre el 40 y el 50% de los votos y los de Abascal se mueven entre el 23 y el 27%.
A juzgar por el resultado, el escorzo de Moreno para taponar el trasvase de votos a Vox ha funcionado.
Los problemas internos del partido de extrema derecha
Aunque en 2018 la cosecha de Abascal fue más escasa que la de ahora, en política cuentan las expectativas, y estas no se han colmado. Del estancamiento del partido en la provincia ya habían alertado algunos afiliados críticos. Los problemas orgánicos del partido tienen su origen en la confección de unas listas a las municipales que no respondían a la sensibilidad de los afiliados, y sí a los designios de Rocío de Meer, Teresa Alonso y Mercedes Tamayo, auténtico poder en la sombra a pesar de que la presidencia recae sobre el defenestrado y luego recuperado Juan Francisco Rojas, según un destacado afiliado díscolo que pide permanecer en el anonimato.
“Sacaron unas listas patéticas, con soberbia y prepotencia, y pisotearon a la militancia”, para explicar por qué gran parte de los concejales que logró Vox en 2019 ya no siguen en el partido. De los tres en Roquetas de Mar, queda uno; de los tres de Vícar, lo mismo; de los dos de Almería, uno; y en El Ejido, Juan José Bonilla (un abogado conocido por ser hijo de uno de los agricultores asesinados en el año 2000) dejó el partido, después de romper la coalición tras año y medio de gobierno municipal con el PP, y el partido pasó a la oposición.
Esta descomposición orgánica a nivel provincial, en la que la dirección nacional no interviene por incapacidad o conveniencia (“a Madrid le interesa para que los cañones no apunten hacia arriba”, dice el afiliado) habría limitado el crecimiento de la marca. Mucho ha tenido que ver también la recuperación del PP, capaz en 2022 de reeditar un triunfo casi tan holgado como el de 2012.
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