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“Para empezar a acabar con la violencia machista hace falta que la sociedad se implique”

Ana Bella Estévez, en el Centro Casa Cultural Las Monjas de Espartinas (Sevilla)

Javier Ramajo

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Ana Bella Estévez (Sevilla, 1972) luce ya la Medalla de Andalucía a los Valores Humanos. La semana pasada, casualmente minutos antes de recibir la noticia de que había sido galardonada, atendió a este periódico, que quería conocer su opinión ante un nuevo 8 de marzo. La igualdad, el feminismo y los derechos de la mujer no le vienen de nuevas, porque por ellos viene luchando desde que cerró la puerta al maltrato y quiso abrir la ventana a otras mujeres que, como ella, sufrió el golpe de la desigualdad en su propia casa.

La pillamos justamente hablando con la encargada de un supermercado, a la que la pareja de una de sus trabajadoras le ha rajado la rueda de su coche por tratar de ayudar a denunciarle. La labor de la fundación que desde 2006 lleva su nombre (Fundación Ana Bella), y cuyo apellido significa lo que parece (Red de Mujeres Supervivientes), se está centrando últimamente en ofrecer formación en las empresas para que sus trabajadores sepan cómo detectar y ayudar a víctimas de violencia machista. “Todos los días nos llaman de muchas empresas”, apunta Ana Bella, que es nombre completo porque su padre es de Lepe (Huelva), que tampoco se esconde a la hora de pedir abiertamente que la gente se haga socia y que presume de construir una sociedad igualitaria libre de violencia hacia las mujeres en 72 países, con la inminente ilusión de abrir la primera casa de acogida para mujeres maltratadas en Guinea Bissau.

¿Cuál es la razón de ser de la fundación?

Solamente dos de cada diez mujeres maltratadas en España reciben ayudas oficiales. El resto no la recibe porque no denuncia y no pide ayuda. Y ahí también está la fundación, para estar con ellas, y para complementar o suplir los recursos oficiales.

¿Por qué no piden ayuda esas mujeres si están siendo maltratadas?

En la mayoría de los casos porque ellas mismas no se dan cuenta de que están siendo matratadas. Yo sé que eso parece surrealista pero es que me ha pasado a mí. Tenía un negocio millonario en Puerto Banús, vendía cuadros a Prince o Rod Stewart, tenía Rolls Roice en mi casa, he sacado matrículas de honor en mis estudios, hablo idiomas... Mi marido me llegaba a pegar hasta con la correa. No era un maltrato psicológico, del que a lo mejor no te das cuenta, sino físico. Veía programas en la tele de mujeres asesinadas y me preguntaba “¿y esta mujer por qué no sale de su casa antes de que la maten?”, sin darme cuenta de que yo era una de ellas. Yo no sabía que estaba siendo maltratada. Y me sigue pareciendo surrealista, pero yo lo he vivido y no puedo explicar lo que nos pasa.

Yo no me daba cuenta, muchas mujeres no se dan cuenta, pero sí compañeros y compañeras de trabajo que pasan con ellas ocho horas al día. En España tenemos las mejores leyes del mundo, muchas medidas y recursos, aunque siempre son necesarios más. Hay ayudas en comparación con otros países. Por ejemplo, queremos abrir ahora la primera casa de acogida para mujeres maltratadas en Guinea Bissau, donda hay una ley desde 2013 pero no se aplica porque no hay presupuesto y los jueces la desconocen.

En España hay recursos pero, ¿qué falta entonces para empezar a acabar con la violencia machista?

Falta que la sociedad se implique.

¿Y eso cómo se consigue?

Nosotras lo estamos haciendo a través de las empresas y, gracias a grandes empresas, hemos desarrollado un programa para formar de forma sistémica a las plantillas. Igual que la formación en prevención de riesgos laborales es obligatoria y la formación en prevención de violencia de género no lo es, las empresas con las que nosotras trabajamos la están imponiendo obligatoria a sus trabajadores y trabajadoras. Enseñamos a las empresas cómo actuar como agentes de cambio porque ahora tenemos que actuar los demás.

¿De qué manera?

A las víctimas siempre se nos pide que rompamos el silencio, que pidamos ayuda pero si no te das cuenta o estás muerta de miedo ¿cómo lo vas a hacer? Tenemos que actuar la gente de alrededor y quién mejor la puede conocer que su compañero o compañera con la que pasa muchas horas al día. Nosotras enseñamos qué es la violencia de género, cómo se ejerce (no solo es pegar) y cómo advertir esas señales de alarma que pueden dar la pauta de que una compañera pueda estar siendo maltratada y cómo ayudarla a romper el silencio. Realizamos con la empresa protocolos de detección, actuación y apoyo a las mujeres que rompan el silencio, consiguiendo que las empresas sean un lugar seguro para ello.

¿Con qué entidades y cómo han desarrollado esta idea?

Hemos trabajado con Ikea, que en noviembre lanzó 27 medidas más allá de lo que obliga la ley, o con Veringer, que fueron los primeros que nos contrataron esta formación, la pusieron de forma voluntaria y en un mes la hicieron más de mil personas. También con Louis Vuitton, en su manufactura en Catalunya, la pusieron obligatoria y dejan 12 horas de su jornada laboral para que sus trabajadores los hagan y en un mes nos llamaron con 12 mujeres que los encargados de sección habían detectado que estaban siendo maltratadas. ¡Imagínate cómo funciona! También la hemos hecho aquí en Sevilla en la mina Cobre Las Cruces. Las empresas están acelerando ese cambio social que no viene fijado por ley.

¿En qué otras cuestiones se centra la fundación?

Tenemos también la red de mujeres. Todas las mujeres que han sido maltratadas quieren olvidarlo y no lo cuentan porque se pone en cuestión su profesionalidad. La sociedad, en lugar de recriminar la conducta del maltratador, cuestiona a la víctima. “¿Tú que eres ingeniera o directiva de esta empresa, cómo te vas a dejar maltratar o cómo te has dado cuenta?”. No se suele reaccionar “hay que ver lo que te ha hecho este hombre”. Nosotras transformamos ese sufrimiento en experiencia y empatía para ayudar a otra.

Pero no todas las violencias son iguales en todos los lugares, ¿no?

Ya somos más de 21.000 mujeres en una red que da una solución gobal que funciona en todos los países contra esa vulneración de los derechos humanos que tiene lugar en todo el mundo como es la violencia hacia las mujeres, que afecta a 1.200 millones de mujeres. ¿Quién mejor sabe cómo salir de esa situación que la propia superviviente? Hemos conseguido articular esta red con grupos de mujeres de cada lugar que las apoyan, las acompañan a los juicios, complementando los recursos allí donde ya existen o supliéndolos donde no los hay. Las supervivientes somos agentes de cambio. No somos el problema sino parte de la solución. Siempre nos han visto como unas víctimas y, gracias a los medios de comunicación, nos estamos empoderando en la sociedad, con testimonios positivos.

¿No cree que la sociedad está ya implicada contra la violencia machista?

Hay hombres que asesinan a mujeres pero también hay mujeres que salimos adelante si recibimos ayuda. La gente y la sociedad quiere ayudar, lo que pasa es que no saben cómo. Nosotras les podemos enseñar cómo hacerlo a aquellas mujeres que se quedan fuera de las ayudas oficiales. En cualquier caso, 426 euros de una Renta Activa de Inserción no es suficiente para salir de la exclusión. Hay mujeres que no pueden empezar a trabajar porque no tienen dinero para gasolina y no tienen otro medio de transporte.

¿Qué le parece el ascenso de partidos como Vox que promueven un discurso negacionista respecto a la violencia machista?

En estas cosas de política no nos metemos, porque estamos tanto trabajando con las mujeres... Pero lo que veo es que la igualdad es imparable. El feminismo es igualdad y la igualdad es imparable. Ya no hay marcha atrás.

Pero Vox recibió en noviembre el voto de 3,6 millones de españoles.

No sé quién les vota, pero lo que pienso es que en 2004 se aprobó una Ley por unanimidad contra la violencia de género y es muy difícil que eso cambie por mucho que haya partidos que lo quieran cambiar porque es una ley que favorece la igualdad y apoya a las mujeres maltratadas. No hay vuelta atrás y lo volveremos a ver el 8 de marzo cuando miles de mujeres y hombres salgan a la calle, porque esto es cosa de mujeres y de hombres. Contra ese sentimiento popular no hay marcha atrás.

¿No ve ningún retroceso en la sociedad actual en ese sentido?

Estamos diciendo que la violencia contra las mujeres es una vulneración de los derechos humanos que tiene dimensiones de pandemia global. Imagínate que en lo que llevamos de año hubieran asesinado en España a diez o doce futbolistas de Primera División. ¿Qué hubiera pasado? Se hubieran puesto unas medidas extraordinarias de seguridad, etc, etc. Hay que tomar conciencia de que cada hombre que asesina a una mujer no solo asesina a la mujer sino a la sociedad, a la igualdad de la sociedad. La unanimidad con la que salió adelante aquella Ley no la pueden volver a romper porque la sociedad española no lo permitiría y porque ha costado muchísimos años ponerla en práctica y aún no tiene presupuesto suficiente, pero que salva la vida de muchas mujeres. Una vida de maltrato es una vida perdida, no hace falta ser asesinada.

Yo recibí ayuda antes de la ley. En Andalucía había un teléfono 900 y había casas de acogida. Gracias a eso yo estoy viva. Cualquier medida que favorezca que una mujer más salve su vida habrá merecido la pena. No hay marcha atrás por muchas voces que lo quieran camuflar. Nosotras apoyamos a las mujeres sobre todo invisibles: altas directivas de grandes empresas que nunca van a servicios sociales y no la detectan, me he hecho pasar por paciente para acudir a médicas de prestigio, notarias, juezas. Trabajamos con los recursos, porque en España hay recursos que funcionan. Hay muchas asociaciones que trabajan por que las leyes mejoren y nosotras lo hacemos con las mujeres y haciendo que los medios de comunicación y las empresas sean agentes de cambio.

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