'Si me queréis, venirse': Lola Flores es tomada como bandera para múltiples causas pero, ¿vale su figura para todo?
“No canta, no baila, no se la pierdan”. El titular, atribuido al New York Times como un elogio a Lola Flores, nunca vio realmente la luz: es una de las muchas leyendas que circulan en torno a La Faraona. Pero describe con tanta precisión el magnetismo que ejercía, que merecería ser verdad. Hubo muchas cantantes, cantaoras y bailaoras mejores que ella, pero su carisma y su fuerza fueron únicas. Ahora, con motivo de su centenario, la artista se convierte en el principal reclamo para su ciudad natal, Jerez de la Frontera, que la tendrá presente de manera transversal en todos los eventos, incluidos los deportivos.
Un calendario que comienza hoy, aniversario del nacimiento de la artista, con una instalación floral de la firma Florenea que tendrá lugar en la plaza Belén, formadas por flores rojas y cuerdas que simulan los flecos de un mantón. Según lo previsto, a las 12.00 horas se colocará el último clavel y se oirá un acordeón, la misma música -en concreto, la Marcha Real- que sonaba en el momento de su nacimiento en el tabanco de su padre, el 21 de enero de 1923. A partir de ahí, arrancará un recital de canciones de artistas jerezanos como Lucía Liaño, Macarena de Jerez, Fernando Soto o jóvenes voces de la Fundación Alalá, entre otros, incluyendo preguntas al público y premios para quienes más sepan sobre la homenajeada.
Será la primera cita de todo un año en el que Lola Flores ejercerá de embajadora de su ciudad. “Jerez es Lola y Lola es Jerez. Porque Jerez es 100 % Lola. 100 % Flores”: tal es el lema de un calendario que cuenta como plato fuerte la creación de una ruta turística con tres itinerarios temáticos y un centro de interpretación dedicado a la artista en la misma plaza Belén, cuya inauguración está prevista para la próxima primavera, con vestidos, fotografías, correspondencia y otros fetiches, así como sus películas. “Vamos a promocionar las fortalezas de Jerez”, señala la alcaldesa, que contará con el icono del flamenco y la copla como eje de todo el año, desde la Semana Santa (del 2 al 9 de abril) al Gran Premio MotoGP (del 28 al 30 de abril), que tomará la célebre frase con la que Lola quiso salvar la boda de su hija Lolita de las masas curiosas -“si me queréis, irse”-, para lanzar el eslogan “Si me queréis, venirse al Gran Premio de Jerez”. Y como no podía ser de otro modo, también estará muy presente en otras citas destacadas como el Festival de Jerez, la Fiesta de la Bulería o la Feria del Caballo.
Regreso a Jerez
“Nunca se olvidó de su origen, donde bebió de las fuentes del flamenco. Esta ciudad fue su mayor fuente de inspiración”, afirmaba a través de su cuenta de Twitter la alcaldesa de la ciudad, la socialista Mamen Sánchez, con motivo de la presentación en Fitur de la programación del Año Lola. Pero lo cierto es que estas celebraciones se antojan una verdadera escenificación del “regreso” de Lola Flores a una ciudad de la que nunca renegó, pero con la que mantuvo siempre una extraña distancia, hasta el punto de afirmar en una entrevista que quería ser enterrada en Sevilla. Una distancia que pudo deberse a factores muy diversos, desde eventuales militancias políticas de su padre a malos recuerdos de sus inicios en un ambiente artístico mucho más sórdido de lo que es hoy, pero que en definitiva la alejaron de su cuna.
Así lo pone de manifiesto Alberto Romero Ferrer, profesor de la Universidad de Cádiz y autor del ensayo Lola Flores. Cultura popular, memoria sentimental e historia del espectáculo, publicado por la Fundación Lara. Como buena noticia, Romero Ferrer considera importante que “se haya empezado a considerar la figura de Lola desde el punto de vista académico. En este sentido hemos pasado de un rechazo casi unánime a desterrar poco a poco los prejuicios que consideraban estos temas un asunto menor. La universidad, que teóricamente es la vanguardia del conocimiento, a menudo es todo lo contrario, se comporta de una forma muy medieval, jerárquica e inmovilista con muchos temas. Gusten más o menos las canciones de Lola Flores, es indiscutible, por ejemplo, como icono de la modernidad. Y todavía hay mucha tela que cortar sobre su figura y su obra”.
“Otra cosa”, apunta el profesor, “es el papel de las instituciones, cuyo afán por ensalzar estas personalidades aumenta ”el riesgo de descontextualizar. Decir, por ejemplo, que Lola era una feminista de bandera, es algo muy alejado de la realidad. O que por el hecho de que en los 40 y en los 50 desplegara una sexualidad escénica muy transgresora de la moral de la época se pudiera considerar antifranquista, pues no. La cuestión es que Lola Flores se ha convertido en una coletilla que sirve para todo, se usa como bandera del movimiento LGTBI, para reivindicar el acento andaluz… Si no contextualizamos, el personaje pierde su fuerza. Usarlo para todo no es hacer justicia con ella“.
Un buen ejemplo del cambio operado en la universidad española respecto a la artista es la labor desarrollada por Cristina Cruces, Catedrática de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, que obtuvo el IV Premio Internacional de Investigación del Flamenco Ciudad de Jerez por su trabajo ¿Ni canta? ¿ni baila? El baile flamenco de Lola Flores en la cinematografía de la hispanidad. Cruces también cree que el centenario es un buen momento para examinar la evolución de la jerezana y su recepción por parte del público. Y para darle su sitio merecido: “La Transición no le perdonó a Lola sus devaneos con la dictadura, sus cuentas con Hacienda, su evocación de un casticismo a olvidar si España quería ser ‘moderna’. Y, sobre todo, nunca se le perdonaron el triunfo, la personalidad arrolladora, el desparpajo, la capacidad de asimilar lo popular con las élites, de superar las imperfecciones con la energía de la palabra, del cuerpo, de los ojos, haberse enredado en una narrativa del estrellato que, mediáticamente, llegó demasiado lejos. Además, era mujer, mujer fuerte, consciente de sí misma, dominadora”, asevera.
Camaleón histórico
“En una intelectualidad que, desde los setenta, coparon las mentes más progresistas del país, Lola no tenía sitio”, prosigue Cruces. “Tampoco lo tenían la copla, lo popular, sobre todo aquello que no respondiera a esa otra versión ‘inocente’ o, en el otro extremo, políticamente activista con lo que definir al pueblo. Y fue así que la España de Lola, como el NO-DO, la revista, la zarzuela, la música radiada, el cuplé o el cine español, quedaron fuera de combate como objetos de estudio, sin entender que esas eran las prácticas más auténticamente populares que había detrás de esa España gris. Que esas eran las arterias por las que circulaban la pequeña felicidad de las masas, muchas de sus emociones, su manera de entender el mundo. Y, sobre todo, que detrás de todo ello anidaba un corpus artístico grandioso, que cayó en el olvido”.
Un corpus que, agrega la catedrática, “había que rescatar, y es así que figuras como Lola Flores —no solo ella, pero ella como icono más destacado— han podido salir de aquel mar de confusiones al que, en realidad, también habían contribuido”. Así, la renovación académica de los últimos años ha resituado “la negociación entre lo popular y lo político en la España franquista, a la par que las audiencias caen rendidas a un modo de afrontar ‘lo público’ que difícilmente se encuentra en artistas de nuestro tiempo, que tiene que ver con las trayectorias biográficas y las condiciones profesionales que afrontaron los artistas nacidos en los años veinte y treinta”. Para Cruces, “ese es uno de los grandes atractivos de una figura que se nutrió de una permanente construcción del personaje, adaptándose a cada momento con los límites (y la libertad) que le permitían su actitud crítica y autoexigente, su valentía escénica, un conocimiento que defendió antiacadémico (en el baile, en el cante, en la rapsodia, en la interpretación actoral), una estampa inconfundible y un tesón a prueba de bombas”.
Cruces cita como desafíos para los estudiosos del futuro aspectos como “la dimensión escénica, la configuración de repertorios, la recepción de las audiencias, la negociación y el poder, las iniciativas empresariales, la configuración estética, la intersección entre la vida privada y las experiencias laborales o las técnicas de baile”, a través de los cuales “prácticamente se puede leer la historia de España”. Su biografía, dice, es un recorrido por el siglo XX que va del periodo de entreguerras en el que nace, los desastres de la Guerra Civil, la autarquía de la posguerra, los inicios de la apertura diplomática del franquismo y la génesis de una geopolítica cinematográfica panhispánica, la modernización y desarrollismo de los sesenta (que nos permitió ver en el NO-DO a una Lola en bikini), la estética camp de los setenta en Casa Flora “y hasta el cénit actoral de las últimas películas conviviendo con el desparrame mediático de revistas y programas televisivos. Un verdadero camaleón histórico, vaya”.
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