El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Recuerdo los veranos de mi infancia en el pueblo, esos días de tormentas en que nos decían que tuviéramos cuidado y nos alejáramos del río. Esos momentos en que las calles se convertían en enormes cursos de agua y arrastraban de todo: basura, piedras e incluso troncos enormes que navegaban por el pueblo como si fuera lo más normal del mundo.
Las riadas, en mi zona, comienzan en las ramblas. Esos cauces secos que funcionan muy de vez en cuando e incluso hay algunos que hace años que no han vuelto a funcionar. Ramblas que, en el momento que empiezan a encauzar agua, llegan a inundar todo y arrastrar lo que encuentran a su paso. Todo esto gracias a la suma de una gota, otra gota y otra gota que llegan a unirse tantas veces que acaban siendo un precioso e inesperado espectáculo de la naturaleza.
La gente del medio rural, ahora mismo, somos esas gotas que caen de forma aleatoria en el territorio. Puede que en mayor o menor medida encauzadas, unas más lejanas y otras más cercanas. Pero gotas sueltas, que necesitan encontrar su forma de fluir y tener la suficiente fuerza para cambiar y arrastras a su paso. Y además tenemos un gran reto: canalizarnos y fluir o estancar. La única forma de que no se ejecute la condena que nos quieren aplicar es que logremos entendernos. Desde las sierras, hasta los pequeños valles debemos sumar nuestra gota de agua para que consigamos entre todos, desde diferentes posiciones e ideologías, que el medio rural sume e importe.
Se, por lo que llevo observando, que si las cosas se quieren cambiar debe hacerse desde dentro, desde donde se puede influir y desde donde se puede decidir. Nuestros pueblos han perdido tanta capacidad que en la mayoría ya solo sus ayuntamientos tienen alguna posibilidad de hacer actuaciones adecuadas. Se tiene que acabar la época del 'café para todos' y empezar a tener una gobernanza local dirigida a las verdaderas necesidades de cada municipio. No queremos pabellón en todos los pueblos, ni piscina; unos pueblos son turísticos, otros agrícolas, otros son un buen punto logístico... Cada uno con su personalidad debe buscar la fórmula de potenciar todas sus Fortalezas.
Por eso, que un encuentro por la unión de los pueblos se llame “La Riada” me parece de lo más acertado. Canalizar la fuerza de un gran territorio hasta que tenga la fuerza suficiente de transformar cosas. El próximo 2 de marzo nos vamos a juntar en Burbáguena, pueblo conocido por sus riadas y sus cortes de carretera. El día 2 vamos a comenzar a trabajar para que, desde dentro, podamos seguir luchando por el futuro de nuestros pueblos. E invitamos a todos los colores políticos e ideas a que vengan a sumar y a construir. Ya vale del discurso de odio y crispación y vamos a cambiarlo por el de arrimar el hombro. Solo sumando entre toda la gente de los pueblos, desde el respeto y la diversidad, conseguiremos pueblos vivos y que la Riada inunde todo. Dejemos que el agua fluya y transforme lo que tenga que transformar.
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