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La paz no se construye con las armas

Margarita Robles.

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Con motivo de ese evento militarista que ha acogido la ciudad de Huesca, la ministra de Defensa, Margarita Robles, hizo unas declaraciones y afirmaba que “invertir en defensa, es invertir en paz, en libertad y en seguridad”. Doña Margarita, al igual que toda esa cohorte de personas que defienden, y justifican, el militarismo se sitúa en el año 390 de nuestra era. Siguen creyendo que lo que dejó escrito en latín, el romano Publio Flavio Vegecio, a finales del siglo IV, sigue vigente.

Lo que dijo Vegecio, “si quieres la paz, prepara la guerra”, se apoyaba en la errónea percepción de que, si eras una potencia militar, quien pensara atacarte se lo pensaría dos veces y no lo haría. Lo que no tuvo en cuenta, ni tienen quienes defienden esa teoría, es que el poderío militar, además de que se puede utilizar para defenderse, se utiliza la mayoría de las veces, para atacar, para imponer, para conquistar.

La historia está plagada de todas esas “defensas de la paz” que han realizado los ejércitos. Empezando por la propia Roma que protagonizó la primera guerra imperialista, podríamos seguir por otros ejemplos tan “pacíficos” como las conquistas explotadoras de América y África, como las fases de dominio colonial en Asia y, más modernamente, esos casos vividos en Irak, Siria, Afganistán o en Yemen.

Hay pueblos enteros, como el armenio, el kurdo, el palestino, el saharaui, que sufren directamente esa “preparación para la paz” que hacen Turquía, Israel o Marruecos.

La historia es tozuda, y nos demuestra que, aunque estamos oyendo permanentes llamamientos a la paz, no deja de haber guerras. Por hablar de las más recientes recordemos las que, una vez acabada la II Guerra Mundial, se han vivido en Corea, Indochina, Vietnam, Argelia, Angola, El Congo y las vividas en Europa, a finales del siglo pasado, en los Balcanes.

Otra vez, a cuenta de la guerra en Ucrania, nos vienen con la “necesidad” de incrementar el gasto militar. Ya avisó Trump. Dejó claro que los países miembros de la OTAN debían gastar más en defensa, hasta llegar al 2% del PIB. La salvajada de Putin en Ucrania ha puesto, de nuevo, el asunto del aumento del gasto militar en la mesa y, por lo que vemos, todo el mundo, incluido nuestro país, se ha puesto a ello. En ese contexto las declaraciones de doña Margarita.

Estamos horrorizados por esa masacre cometida en Texas por un pistolero que, aprovechándose de lo fácil que es tener y utilizar armas en EE UU, se ha llevado la vida de 19 niños y niñas y de 2 profesoras. Quienes opinan, como doña Margarita, que lo mejor para la paz es armarse mejor hablan de más armas. En 17 siglos no han aprendido nada, por eso defienden poner pistolas en las manos de maestros y maestras.

Otra vez vemos el demagógico lenguaje que se utiliza para hacer proselitismo militarista y se disfrazan las cosas para justificar los gastos militares. Hace no mucho convencieron de la necesidad de armarse fuertemente para doblegar el terrorismo y justificar ese inmoral aumento del gasto militar.

Ahora nuestros ejércitos “no atacan” sino que “nos defienden”, le hemos cambiado el nombre a los ministerios de la guerra que ahora son los de Defensa, las bombas son “inteligentes” y solo matan a quien deben matar (que se lo pregunten a las gentes del Yemen, por ejemplo), y se disfrazan las operaciones militares de “acciones humanitarias”.

De hecho, en estos momentos, nuestro país participa en 17 misiones militares, unas de la ONU y otras de la OTAN.

Estos días vemos el culto al militarismo en Huesca, en Zaragoza y en otros lugares. Nos ha anunciado el Gobierno que vuelve a incrementar el gasto militar. Vamos a acoger la cumbre de la OTAN y nos van a embarcar, sin tener resueltas las necesidades sociales derivadas de la crisis de 2008, la pandemia y las consecuencias de la guerra, en un gasto milmillonario en armamento.

Todo ello porque quien manda en la OTAN, los EE UU, a pesar de que el conjunto de países de la OTAN gastan en “defensa” un billón (con b de bomba) y que eso es el doble de lo que gastan Rusia y China juntas, lo impone.

Resulta inmoral e intolerable que, diariamente se gasten millones en armamento a la vez que, diariamente, mueren decenas de miles de personas de hambre en el mundo.

No es el militarismo el que garantiza la paz, ni el que protege la libertad, ni el que da más seguridad. La paz y la libertad se alcanzan cultivando, enseñando y aplicando, en vez del militarismo, toda una serie de valores, actitudes y comportamientos, que rechazan la violencia, previenen los conflictos y se apoyan en el diálogo.

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