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Canarias; sanidad pública o beneficencia

Juan Carlos Alemán / Juan Carlos Alemán

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En las últimas horas ese debate no sólo se reaviva, sino que crece, cuando contemplamos ejemplos insulares preocupantes, como los puestos en evidencia por mi compañera Rita Gómez, diputada por La Palma.

La Ley General de Sanidad del año 1986, estableció el papel del sector público dentro del ámbito de la sanidad, pero son los responsables políticos los que establecen las relaciones entre éste y el privado; el peso de cada uno y su evolución. En este caso, las decisiones políticas, por supuesto, no son neutras nunca.

Para nosotros, los socialistas, el eje del sistema canario de salud, debe ser el sector público, y desde luego, no se tiene que ganar el puesto, como dicen algunos/as en competencia con el privado, sino que lo es ya de por si; por una cuestión de equidad, de sostenimiento de la atención al universo social, sin mas rentabilidad, que el logro de los objetivos de una sociedad sana. Por eso defendemos ese sentido público de la sanidad, por ser un derecho básico, uno de los pilares del estado del bienestar.

Es frecuente oír planteamientos de competitividad muy ligados a las posiciones liberal conservadores cuando comparan sanidad pública y privada, o más bien, cuando intentan introducir criterios de mercado sobre la salud de nuestros conciudadanos, pero, la sanidad pública ampara derechos sociales, que no compiten, porque son, eso: derechos; no están en el mercado, o no debieran estarlo.

Los socialistas, siempre hemos sido favorables a una colaboración con el sector privado de la sanidad. De hecho, estamos convencidos de que existen servicios sanitarios privados de gran calidad, que trabajan codo a codo con el sector público. Sería absurdo no recurrir a sus recursos, en aquellos lugares donde por razones de diferente índole, la sanidad pública no puede prestar un servicio, sin por ello renunciar a su desarrollo futuro.

Precisamente esa convicción, abrió la puerta a que un Gobierno socialista, fuera el creador del sistema de conciertos. Esa prestación de servicios no tiene perversión alguna salvo, que el poder político la desequilibre, desviando ingentes cantidades de recursos o los procesos mas suculentos y estratégicos de la privada - concertada, de tal forma, que ésta termina dotándose de unos recursos, que posteriormente usa para captar mano de obra cualificada, entiéndase especialistas de todo tipo, que serán mejor remunerados que en la sanidad pública, entre otras cosas.

La llamada ahora “externalizacion de servicios” es la fórmula moderna y actual de los denominados “procesos de privatización”, y por tanto, entendemos, de debilitar el sistema sanitario público canario.

Esta transferencia de recursos económicos, cuando no tecnológicos, cambia totalmente el papel de la sanidad privada en el conjunto del sistema de salud, porque de tener una actuación legítima, que respalda nuestra Constitución al determinar nuestro sistema económico, pasa a tener un papel de competidora, desleal diría yo, curiosamente con los recursos y servicios que proceden de las administraciones públicas, bajo la dirección conservadora.

Esa política concluye en un hecho real e indiscutible: que la sanidad pública de Canarias, poco a poco, -sin ruido-, va perdiendo en los últimos años su papel de eje y pilar de un sistema de bienestar.

A la realización de esta política y de sus objetivos, ayudan los tiempos en las listas de espera, las saturaciones de las urgencias, la tardanza en las pruebas diagnósticas, que así, convierten a la sanidad privada, no en una opción legitima, sino en una necesidad vital para muchos pacientes.

Estos hechos, no se incluyen en los presupuestos como dinero para la sanidad privada, pero tienen un efecto devastador en perjuicio de la sanidad pública y lo que es peor aún: en su prestigio. Y a los ejemplos nos remitimos.

Los médicos de atención primaria sólo pueden dedicar unos minutos a sus pacientes; la duda les lleva, en algunos casos, a su envío a los especialistas, produciendo una sobrecarga en los hospitales.

Las listas de espera, y ya hablamos de ellas en plural, pues ocupan todo el sistema, no llevan un aumento del personal para su atención y además una parte importante de nuestros quirófanos descansan tardes y noches, dejando inactiva alta tecnología unas 16 horas diarias. A la vez que esto ocurre, el 30% de las intervenciones quirúrgicas se realizan en el sector concertado. Podemos pues afirmar que se está produciendo una inversión de recursos de la pública en la privada, por dejación calculada, por falta de creencia en lo público.

Por si fuera poco, hemos pasado de seis millones de euros en 1996, a unos doscientos millones de euros en conciertos sanitarios, más o menos, 33.000 millones en pesetas.

Y por si fuera poco y para rematar la situación, se anuncian ahora recortes importantes, que empeoraran la tendencia. Que curioso, se recorta en Sanidad y Educación, una muestra más de la sensibilidad del Gobierno Canario.

Esto, no sólo no crea una inquietud en el equipo que gestiona el Servicio Canario de salud, viendo como el sistema público va perdiendo el eje del sistema con su propio dinero. Todo lo contrario, perseveran y “externalizan”, palabra nueva y tecnocrática, que pretende afirmar, que se privatizan elementos estratégicos del sistema, como rehabilitación o equipos de alta tecnología médica.

Se trata de colocar los sectores estratégicos, de futuro, en manos ajenas al sistema público, por acción o por omisión.

¿Acaso figura toda esta acción política, en una partida presupuestaria? No; el proceso es más sutil, más lento, pero igual de conservador y antisocial.

Al final, nos encaminamos a que el sistema puede ser público, pero disminuido, y no universal.

Será público, pero para cierto público. El que no tiene otro remedio, ni otra paciencia, ni otros recursos, y sólo será universal cuando se demande el mismo, porque ofrece lo mejor, independientemente del dinero que se tenga.

Cuando los mas privilegiados de la sociedad opten por la pública, porque su problema son palabras mayores, convierten a esa sanidad pública en universal. Ése es el reto para un Gobierno que quiere y pretende ser de las personas, de lo contrario caminamos a la beneficencia, moderna y mejor, eso sí; pero al fin y al cabo, beneficencia.

En la otra cuestión, la del desvío masivo de medios y recursos a la sanidad privada, y nadie lo discute, no hay que hacer responsables las personas que buscan un servicio, sino los gobiernos que no lo prestan.

El Gobierno de Canarias, ¿quiere acabar con el sistema público?: No comparto esa idea; quiere reducirlo a un papel no central, nada menos.

Es un planteamiento de equilibrios o más bien de desequilibrios, en beneficio de la actividad privada.

Por eso, insisto, no es un tema estrictamente presupuestario, es de dirección, de hoja de ruta, de IDEOLOGÍA con mayúscula.

En Estados Unidos el gasto sanitario sobre su propio PIB que no es un PIB cualquiera, es el mas alto del mundo, en cambio la insatisfacción ciudadana con el mismo, es también la mayor.

Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, el cuidado de algunos órganos, en EE.UU. es resuelto por la vía de la extracción, dado que es mas rentable económicamente para el sistema. Esos mismos órganos en España, se cuidan, no se extraen, porque el sistema no busca primar la rentabilidad económica del mismo, sino la social.

Ese parámetro que mide al sector privado no es aplicable al público. Además, la otra gran diferencia estriba en que el sistema público trata, no sólo de curar la enfermedad en el momento de su aparición, cosa común al sector privado, es algo más; se le confía a la asistencia preventiva, funciones de promoción y protección de la salud. Conceptos fundamentales: prevención y educación.

Por eso, su rentabilidad nunca puede ser medible en términos económicos, porque de igual modo no son medibles los derechos ciudadanos, y por supuesto el derecho a la salud y al bienestar

La idea del conservador que mira a la sanidad es “hemos operado más”, rentabilidad pura y dura; en cambio, la idea debe ser desde el punto de vista de la atención al ciudadano, “la sanidad publica ha funcionado desde el primer tramo del sistema y nos hemos evitados costos humanos y materiales, hemos necesitado operar menos”.

La sanidad privada mira al acto sanitario como una foto, una imagen a vender, mientras que la sanidad publica la ve como un conjunto de fotogramas que forman la película de una vida saludable.

Los conservadores han captado hace mucho tiempo un matiz para disminuir el peso del sistema público: los ciudadanos quieren un sistema de prestaciones gratuitas, esa idea tiene una gran base de acuerdo, pero quien da el servicio, no tiene la misma unanimidad.

La izquierda Europea en general y la española en particular, han creído durante mucho tiempo, que el sistema público se defiende por si solo, que esta anclado en lo natural de la sociedad, porque tiene tras si un gran acuerdo social, que liga gratuidad y prestación publica, esto ya no es verdad. Esa unión se debe fortalecer todos los días, dando calidad, buen servicio, y una orientación política correcta de fortalecimiento y rentabilización de nuestras propias estructuras sanitarias publicas.

Los sectores mas progresistas y modernos de la sociedad española están reaccionando, comprueban que una vez mas, las conquistas sociales no permanecen por si mismas, que gratuidad, publico y calidad deben caminar juntas, eso implica explicación, ganar a los ciudadanos/as, organizarlos por sus derechos, mucho más cuando el Gobierno de la Comunidad es de derechas, nacional o nacionalista, como es el caso del Gobierno Canario.

Los ciudadanos han aprendido del fracasado, y hasta frustrante modelo conservador en Valencia y Madrid. Ahora ese modelo, lo intentan aplicar aquí, una vez más, sin ruido -de manera sigilosa-, como ya apunté anteriormente.

Por eso observo con alegría, una reacción política, social y ciudadana frente al recorte económico en sanidad entre otras políticas sociales.

Queremos que el sistema público exista, queremos que sea el mejor, Universal, por tanto, en cuanto que atractivo para cualquiera; aunque tenga posibilidades económicas, y debe dar el servicio en todos los sitios, donde tenga recursos para darlo, porque debe llegar donde el negocio no llega, porque allí también existen, viven y padecen, ciudadanos y ciudadanas.

Y por su puesto concluimos, después de todo lo dicho, que existen hondas diferencias entre la izquierda y la derecha. La forma de concebir el modelo sanitario, su desarrollo y la creencia en un sistema público no disminuido, eje de un buen sistema de salud, es quizás uno de los más claros ejemplos de esa confrontación en el Siglo XXI. Pero por encima de diferencias también es verdad que estamos decidiendo la sanidad del futuro y en eso nos jugamos el futuro de nuestra propia salud, la de nuestros hijos y la de los que un día van a construir esta tierra. Con eso no podemos jugar.

* Ex-Secretario General del PSC-PSOE (1997-2007)Diputado del Parlamento de Canarias

Juan Carlos Alemán*

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