Unión Europea: cuando se quiere, se puede

9 de mayo de 2022 18:09 h

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Por Gemma Martínez, secretaria de Políticas Públicas de Podemos Canarias y viceconsejera de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias

La Unión Europea es un claro ejemplo de que cuando se quiere, se puede. Pero claro, hay que querer.

En 2008, con una gravísima crisis, Europa pudo optar y optó por la austeridad auspiciada por Alemania que en aquel momento defendía los intereses de su banca, aunque para ello tuviéramos que humillar a países como Grecia, o vigilar estrechamente a otros como España. El norte se arrogó la potestad de tutelar y cuestionar al sur, cuando la realidad era que la economía y las finanzas internacionales, incluidas la alemana y la francesa, habían formado parte muy activa de aquella debacle que fue la crisis financiera, que devino económica y, por supuesto, acabó y sigue siendo social. 

Los bancos, las autopistas, las empresas se rescataron, se modificó la constitución española con nocturnidad y alevosía para consagrar la sacrosanta regla del control del déficit que tan cara nos está saliendo ahora. Ya desde el Pacto de Estabilidad, contenido en el Tratado de la Unión desde 1997, se limitaba al 3% del PIB el déficit máximo de los Estados, tope incumplido sistemáticamente por la práctica totalidad de los países sin ninguna consecuencia práctica. Alemania lo hizo reiteradamente sobre todo después de su unificación, y no pasó nada, se entendió que era necesario para no dejarla caer y por el contexto del momento, sin embargo, va España y lo incluye en la constitución. Ha sido pegarnos un tiro en el pie. Esa regla ha lastrado nuestra economía, y, por ejemplo, la posibilidad de contratar desde lo público. Esto ha adelgazado con mucho la administración, costuras que se han puesto de manifiesto ahora cuando teníamos que dar respuesta a la siguiente crisis, la generada por el COVID.

Todo esto se hizo sin que la UE tuviera competencias claras para ello.

Se decidió en el 2008 apostar por la austeridad y por los rescates masivos de banca y empresas. Los bancos nos deben 40.000 millones de €, repito, 40.000 millones de € a los españoles, y yo no sé ustedes, pero yo ni lo olvido ni lo perdono, y menos ahora cuando prestan un servicio lamentable a nuestros mayores en las colas, o cobran las comisiones más altas de toda la UE. 

Y en toda esta ingeniería financiera, la UE y los estados, se olvidaron de rescatar a la gente.

Aquello sentó las bases del enorme impacto de la crisis actual. Se adelgazó lo público, se aumentaron las desigualdades y la precariedad laboral, aumentó la vulnerabilidad de las familias, y la nueva crisis nos pilló sin el colchón que tenía la sociedad en la crisis anterior y que nos permitió ir tirando. 

Pero esta vez la respuesta fue muy diferente.

La Unión Europea constató su enorme error, y respondió de manera diferente. En vez de recortes, puso encima de la mesa una enorme inyección financiera, una especie de Plan Marshall, llamado Next Generation, que ha regado de dinero a los países europeos.

La idea es buena, necesaria y el momento no puede ser más adecuado. El problema es que esta misma Europa que ahora nos rocía de dinero, es la misma que nos obligó a recortar personal en las administraciones públicas durante años, y ahora con poca gente y con las mismas reglas estrictas, poco flexibles y tediosas de los fondos europeos, hemos de ejecutar en tiempo récord un montante enorme y necesario de dinero. O flexibilizamos normas y marco temporal, o los tan ansiados fondos para un urgente cambio de modelo económico al final no aportarán ni cambio ni urgencia.

Como hemos visto hasta ahora, la economía es un ejemplo de que cuando la UE quiere, puede.  Y la gestión de los flujos migratorios, es otro.

Desde Canarias aplaudimos que, por primera vez, la UE decidiera aplicar la Directiva de 2001 de protección inmediata a personas desplazadas en caso de afluencia masiva y evitar desbordar los sistemas de asilo de los Estados miembros. Que decidieran hacerlo con las personas ucranianas que huyen de la guerra provocada sin motivo por Rusia, es de justicia y revela la agilidad que posee la Unión para actuar en caso de urgente necesidad, y la llegada de personas desde ucraniana a nuestro territorio, lo es, y merecen y necesitan toda nuestra solidaridad y la protección que Europa les pueda dar.

Pero en Canarias no deja de llamarnos la atención la rapidez de la UE para tomar esta serie de medidas, cuando a nuestro territorio llegaron tan solo el año pasado 22.000 personas, muchas de ellas demandantes de asilo por huir de las guerras olvidadas de África, y a las que no se les ha aplicado esa directiva, ni se les ha dado la misma respuesta.

Por no hablar de los casi 3000 menores acogidos por Canarias en los últimos años, y que nuestra región está atendiendo y gestionando en solitario, sin la corresponsabilidad ni del Estado ni de la Unión europea (salvo el apoyo del Ministerio de Derechos sociales, pese a que los fondos europeos de gestión de los flujos migratorios los recibe el Ministerio de Inclusión, Seguridad social y migraciones)

¿No sé pregunta ustedes por qué los niños ucranianos pueden acogerse a la directiva del 2001 que agiliza la garantía de su protección y la amplía, y los niños que huyen de la guerra de Mali no?

¿Por qué ese doble rasero?

Desde Canarias hemos reiterado que con la aplicación de esta Directiva se abre una ventana de oportunidades que la UE debería aprovechar para mejorar su apoyo y gestión de los flujos migratorios que llegan a Canarias, que no deja de ser la frontera sur y ultraperiférica de su territorio. 

Canarias se siente sola, y sabemos que cuando la Unión Europea quiere, puede.

Feliz día de Europa para todas las personas que creemos que la Unión Europea sigue siendo un buen proyecto, uno muy necesario que sigue mereciendo la pena, pero mal gestionado. No queremos varias Europas, queremos solo una cuyo centro sea la gente, la que ya está aquí y la que viene de fuera, sea cual sea su color de piel y procedencia.

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