Miguel Ángel Albares, director de la Catedral de Cuenca, nos recibe en su despacho justo a la izquierda de la capilla del Espíritu Santo situada en el claustro. Para llegar hasta aquí, hay que recorrer medio templo, contemplando los maravillosos juegos de luz y color de las vidrieras abstractas, pasar por debajo del arco de Jamete, una de las piezas estrella del Renacimiento en España, y bordear medio claustro contemplando ‘El Laberinto del Dictador’ de Florencio Galindo o el olivo procedente del huerto de Getsemaní.
Desde ahí nos conduce ya por una zona que no está abierta al público, situada en la parte superior del Claustro donde, enfundado en su bata de investigador, se encuentra Ángel Martínez Catalá. Él es, desde noviembre de 2022, el técnico responsable del archivo capitular del Cabildo de la Catedral, una auténtica “joya”, como defiende Albares, donde se guarda todo lo que se ha generado tanto en la Seo como en la institución desde que el Papa Lucio III firmara la bula creando la Diócesis de Cuenca en el año 1182.
Ahí arranca 841 años de historia recogidos en un archivo que ocupa ahora cinco salas, que separan infinidad de documentos y libros como la destinada a los cantorales, las tazmías (distribución de los diezmos que se pagaban al Cabildo), la biblioteca, los relacionados con la propia Catedral, la de secretaría y justicia y, la más grande de todas, agrupa todo lo relacionado con la economía. Pero a esto hay que sumar un despacho del técnico, una biblioteca y una sala de investigadores.
Un amplio archivo que da cobijo a un sinfín de documentos históricos que ni siquiera está medido en kilómetros lineales por la cantidad de piezas que hay. En la sala destinada a secretaría, que es la más avanzada en cuanto a la catalogación, está a la mitad, y hay contabilizados 800 libros y cerca de 500 legajos gracias a una “importantísima” labor que comenzó el anterior director del archivo, Antonio Chacón, hace 40 años.
Hasta la fecha solo se ha catalogado una mínima parte de este archivo que ocupa cinco salas en la parte superior del claustro de la catedral
Pero a pesar de su desempeño, sólo en esta sala hay muchísimos legajos que conservan su atillo puesto desde, quizás, el siglo XVI, por lo que cree Martínez que “aún quedan muchas generaciones por pasar para que todo el archivo esté catalogado”.
Su labor, aunque sigue con la de su antecesor de clasificar y catalogar, también está intentando implementar sistemas informáticos y, entre ellos, una base de datos. De esa manera, todo lo que está inventariado, ya está en red, y así localizar más fácilmente cualquier petición que pudiera hacer un investigador.
Documentos de valor
El documento más importante, y además el más antiguo, son las dos bulas fundacionales tanto de la Diócesis en 1182 como de la autorización para formar el Cabildo del 15 de mayo 1183. Ambas están firmadas por el Papa Lucio III y concedidas al obispo Juan Yáñez, que además tienen el sello en plomo del Santo Padre así como la efigie de San Pedro y San Pablo.
Pero entre las salas de este archivo catedralicio también se pueden encontrar documentación de Alfonso VIII o del propio Juan Yáñez cuando nombra a los primeros canónigos el 28 de junio de 1183.
Las fiestas más emblemáticas de la ciudad, como son la Semana Santa, San Julián o San Mateo también tiene su presencia en este amplio archivo: desde reseñas del siglo XV cuando los canónigos lavaban los pies a los pobres de la ciudad el Jueves Santo hasta quien daba la ceniza el Miércoles que se inicia la cuaresma.
También hay constancia de cómo en la Edad Media ya se instalaba en la Plaza Mayor un corredor de madera para que los canónigos pudieran disfrutar de las vaquillas de San Mateo, así como quién entregaba el Pendón al Ayuntamiento.
“Investigando por el archivo siempre pueden aparecer cosas que hasta ahora no se tenía constancia”, indica el técnico responsable del archivo, quien explica que buceando en la documentación existente, aunque se atribuya a Don Nuño el haber creado la zona del chantre alrededor de Mariana, “todo ese paraje ya se llamaba así mucho antes de que ese señor estuviera en Cuenca, por lo que te rompe todos los esquemas”, una cosa que a Martínez “le encanta”.
Además hay y documentación perteneciente a Sebastián de Covarrubias, al Papa Luna (que fue canónigo de la Seo conquense), así como obras que músicos de renombre como José de Nebra, quien compuso para el coro de la basílica.
Los documentos de este archivo valdrían para investigar y elaborar tesis doctorales sobre infinidad de asuntos: desde economía y arte hasta clima
Gracias a la gran cantidad de documentos que hay disponibles en este archivo, como cantorales, partituras, o legajos varios, suele ser habitual ver a investigadores de multitud de ámbitos en la parte superior del claustro.
Aunque en su mayor parte son relacionados con la historia del arte, también hay presencia de muchos musicólogos e historiadores centrados en la época medieval, aunque se echa en falta que acudan más porque, defiende el técnico responsable, “aquí hay capacidad para hacer tesis doctorales todas las que se quieran y más”.
Y es que “se puede saber de casi cualquier cosa buceando por el archivo”, ya sea de clima, liturgia, teología e incluso alimentación. Es la temática que un profesor de la UCLM está investigando, en concreto el azafrán y su economía ya que durante la Edad Media, el diezmo de estas hebras era de los más importantes que tenía el Cabildo.
Todo ello gracias a una “maravillosa” labor de Chacón en catalogar los millares de documentos de este archivo que ahora goza de bastante reconocimiento dentro del mundo científico.
Un archivo vivo en el que no paran de sumarse nuevos documentos, como una carta encontrada hace medio año detrás del retablo de la capilla de los Apóstoles que, aunque pudiera parecerlo, finalmente no tuvo tanta importancia, o dibujos de monjes en márgenes de libros así como recetas caseras para curar enfermedades.
Además, también han salido sorpresas como el boceto del año 1700 de cómo tendría que ser la balaustrada de la Catedral, que se llevó a cabo muchos años más tarde.
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