Mariana Mazzucato: “Sería vergonzoso dejar que las empresas diseñen la salida de la crisis”
Mariana Mazzucato (Roma, 1968) es catedrática de Economía en la University College de Londres (UCL) y una asesora codiciada por diferentes gobiernos y líderes políticos. En su currículum aparecen nombres como Alexandria Ocasio-Cortez, el Vaticano o la OMS, la ONU o la OCDE. Mazzucato es admirada y temida por sus tesis fuertes y sus críticas directas a la inacción de algunos estados o la avaricia de parte del sector empresarial. Autora de diversos libros como No desaprovechemos esta crisis (2020) o Misión Economía: guía para cambiar el capitalismo (2021), asegura que algo tiene que cambiar para no enfrentarnos, una y otra vez, a la crisis de la marmota. La entrevistamos en Barcelona con motivo de su nombramiento como doctora Honoris Causa por la Universitat Oberta de Catalunya.
En su libro No desaprovechemos esta crisis asegura que la COVID es una oportunidad para cambiar el capitalismo. ¿Diría que los gobiernos están aprovechando esa oportunidad?
Algunos sí y otros no. Por ejemplo, en Francia los fondos de recuperación que se dieron a la industria están condicionados a la transición verde. Otros países han decidido invertir en su propia capacidad y en los servicios públicos, como es el caso de Vietnam. En cambio, los hay que continúan con una política de externalización, dando dinero a la empresa privada sin condicionalidades. Creo que la verdadera pregunta es ¿cómo podemos asegurarnos de que los gobiernos están aprendiendo la lección y cómo les obligamos a hacerlo? Esto no se puede volver a repetir, porque han muerto millones de personas. La pandemia fue inevitable, pero la falta de preparación no lo es. Y no estábamos preparados, como no lo estuvimos en la crisis financiera o la climática.
Hay crisis que son inevitables, como la COVID, pero hay otras de la cuales teníamos evidencias. Por ejemplo, la ciencia nos lleva avisando de la crisis climática desde 1970. ¿Por qué las próximas crisis deberían ser distintas?
Esa es la cuestión: ¿habremos aprendido o dentro de treinta años seguiremos teniendo pandemias? La ciencia ha hecho su papel, que es crear una vacuna, pero sigue habiendo millones de personas sin vacunar, y no hablo de aquellos que no quieren, sino de los que no pueden debido a la falta de vacunas. No es sólo un problema de capacidad productiva, sino que se basa en la negativa de compartir el conocimiento por parte de empresas como Pfizer. No es que no sepamos qué tenemos que hacer, es que algunos han escogido no hacerlo, igual que con la crisis climática. Si no empezamos a movernos ahora, los problemas serán mayores mañana. Superar estas crisis requiere visión a largo plazo, pero hay demasiados gobiernos y empresas cortoplacistas.
Pongamos que una solución sería presionar a Pfizer o crear una farmacéutica pública. ¿Cree que el problema es la falta de pensamiento a largo plazo o la falta de valor para enfrentarse a la industria?
Ambas. Con la crisis climática vemos que algunos gobiernos toman decisiones que van en la línea de compartir los costes de la crisis energética para evitar que la ciudadanía pague unas facturas de la luz desorbitadas mientras las compañías ganan millones. La crisis de la COVID no se debería convertir en un casino de apuestas en el que el sector privado se enriquezca. Se requiere mucha valentía para asegurarse de que los precios de las vacunas estén regulados, pero también para generar procesos de investigación científica enfocados en el bien común. Normalmente, en economía hablamos de bien público, que se ha convertido en una corrección de algo que el sector privado no está haciendo bien. Necesitamos que el bien común sea el objetivo de los gobiernos para evitar que todo quede en manos de filántropos caritativos. Ese es el principal problema del modelo capitalista que tenemos.
Defiende que los gobiernos deben centrarse en invertir y no sólo en arreglar lo que va mal. Con los fondos Next Generation EU (NGEU) los estados tienen la capacidad de hacerlo. ¿Qué le parecen?
Los NGEU son muy refrescantes; recordemos que en la crisis de 2008, la condición de la financiación europea fue la austeridad. España tuvo que rebajar su déficit y, para ello, recortó la financiación pública al desarrollo y la investigación en un 30%, lo que fue realmente estúpido y, como vemos ahora, autodestructivo. La fórmula actual es mejor porque, en teoría, los NGEU están condicionados a inversiones públicas en digitalización y transición climática. Pero la cuestión ahora es si tenemos la capacidad de gastar este dinero. Y es que en Italia gran parte de los fondos europeos recibidos durante las últimas décadas han tenido que ser devueltos porque no se han gastado. Es un pez que se muerde la cola: necesitamos inversiones en servicios públicos para tener estructuras de gobernabilidad fuertes y dinámicas.
En España, al menos, se ha escogido la fórmula de la colaboración público-privada para dar salida a los NGEU. ¿Es la manera correcta de invertirlos?
Creo que debe ser el sector público el que lidere el proceso, nunca el privado, y siempre en base a un objetivo concreto, ya sea ir a la luna o retirar el plástico de los océanos. Y, sobre todo, debe ser un objetivo que tenga en cuenta las necesidades de la gente. De otra manera, el Estado desoye sus obligaciones y se convierte en mero financiador de una industria sin vocación pública y se acaba abonando el terreno para la corrupción o los lobbies. No tengo un problema de entrada con las colaboraciones público-privadas, sino con quién define el objetivo. La batuta la tiene que tener el Estado, pero con eso no basta: es imprescindible escuchar la opinión y garantizar la participación de la ciudadanía. La salida de la crisis se debe dar de abajo a arriba. Pero actualmente vemos, por ejemplo en los sectores de la salud o la fiscalidad, que es la industria quien define los objetivos. Mira qué está sucediendo con el espacio: es Elon Musk quien dicta las reglas. Dejar que las empresas diseñen la salida de la crisis sería vergonzoso.
Aunque sean los gobiernos los que decidan los objetivos, ¿cómo evitamos que las empresas cometan trampas como el greenwashing para ser financiadas?
Haciendo que los cambios que se piden a la industria sean obligatorios. De la COP26 salieron muchas propuestas, pero tendrían que haberse convertido en normas que sirvieran para cambiar en el campo de quién está la pelota de las soluciones. Si estas propuestas sólo son voluntarias, seguiremos teniendo grandes clubs de empresas que limpian su imagen con narrativa verde, pero no cambian sus valores. Ahora lo que tenemos son empresas como Pfizer que juegan con los gobiernos y sólo cuando las hemos necesitado hemos entendido que su manera de trabajar es muy problemática. Siempre habrá greenwashing, pero las decisiones políticas pueden dificultar estas trampas.
¿Cree que los gobiernos se están centrando de más en la recuperación económica y están dejando de lado cuidar los servicios públicos, como es el caso de la sanidad?
Espero que no. Aunque no he leído ningún análisis que explique cuál es el rastro global del dinero y a dónde está yendo a parar. Y, si no va al sistema global de salud, tenemos un problema. Una de las cosas que tenemos que aprender de la pandemia es que debemos fortalecer el sistema de salud en casa, peor también en el resto del mundo porque, mientras haya zonas a las que no llegue la vacuna, el virus seguirá volviendo a mordernos. No creo que hayamos interiorizado esto todavía, y prueba de ello es el apartheid de vacunas. Sólo enviamos las que no necesitamos y esta falta de solidaridad es un crimen. Si no podemos actuar bien durante una crisis, ¿cuándo lo haremos? Martin Luther King decía que hay que juzgar a las personas en las épocas malas, no en las buenas. Pues lo mismo con los gobiernos y las empresas: no me importa lo que puedas llegar a hacer en un futuro si ahora que necesitamos cooperación no estás a la altura.
La crisis actual es, además de global, triple: sanitaria, económica y climática. ¿Cree que tenemos suficiente amplitud de miras para gestionarla o que nos vamos centrando en cada uno de estos tres aspectos por separado?
Eso es exactamente lo que pasa y ahí está el reto. Y lo ha sido durante mucho tiempo. La salud o la crisis climática deben estar en el centro de la economía. No sirve tener un ministerio de finanzas que siga la vieja política y luego otros ministerios que hagan pequeñas acciones por aquí y por allá. El ministerio de economía debería englobar todos estos retos porque si no, llegamos a pactos como el European New Green Deal, que no tiene impacto a nivel financiero.
Y otro aspecto importante es entender que la crisis es global y que tenemos que interactuar con otros países y zonas del mundo para solventarla. La Unión Europea tiene unos valores de puertas para adentro, pero se deben respetar fuera de sus fronteras también, para no llevar a cabo acciones que creen daño en países que dependan de que la Fundación Bill Gates resuelva el problema. Tener y defender unos valores está muy bien, pero no basta sólo con la palabra porque si no, es como con el greenwashing: cambiar la narrativa pero seguir haciendo lo mismo.
Volviendo a los NGEU: uno de los miedos es que se conviertan en deuda. ¿Cómo podemos evitarlo?
Eso sería un gran problema. Normalmente, cuando pensamos en deuda, pensamos en la pública, pero la complicada es la privada. En los últimos meses, la deuda privada ha crecido a niveles previos al 2008 y eso fue precisamente lo que causó la crisis del 2008. Desafortunadamente, además de una crisis sanitaria y climática, estamos plantando las semillas de otra terrible crisis financiera. Por eso, si nos focalizamos en reactivar la economía sólo fomentando el consumo o el rescate a empresas sin condiciones, vamos directos al desastre. La deuda privada se asemeja a una familia: cuando no puedes pagar, te vas a la quiebra, con todo lo que ello conlleva. La deuda pública es diferente, sobre todo en países con una moneda solvente, que pueden crear dinero. Pero hay que ser cauteloso para no caer en la inflación. En la Unión Europea contamos con el euro y si vamos en bloque y nos aseguramos de actuar al mismo ritmo y de manera equilibrada, no debería haber ese riesgo.
¿Cree que la UE va actuar en bloque o que se va a volver a dividir entre la Europa central y la de las periferias?
En la anterior crisis, las condicionalidades aumentaron las diferencias. En lugar de austeridad, se debería haber apostado por la inversión para un banco público solvente, en sanidad o educación. El problema es que, en aquel momento, sonaba un mantra que está volviendo a aparecer y que dice que para recortar la deuda pública hay que recortar en lo público. Y no es así. No digo que no haya muchas áreas en las que se pueda recortar, pero es que lo que realmente estamos cortando es nuestra línea de vida. Ahora tenemos entre las manos un montón de dinero a gastar en poco tiempo. ¿Y luego? Si no lo invertimos bien va a tocar recortar, lo que nos va a hacer más débiles de cara a la siguiente crisis. Tenemos que condicionar las inversiones para que el sector privado no se enriquezca a costa del bienestar colectivo.
¿Sabremos hacerlo?
Podemos. Tenemos. Debemos. Pero no es suficiente decirlo, tenemos que pasar de la teoría a la práctica y exigir rendición de cuentas a gobiernos y empresas. Por ejemplo, tenemos que mirar a los ojos a la UE y decirle: “En serio, ¿un Green Deal? De acuerdo, pero entonces ¿por qué tienes una taxonomía que nos dice que la energía nuclear o el gas son inversiones verdes?” ¡Vamos, seamos serios! Debemos gritar los nombres de gobiernos y empresas que llevan a cabo malas prácticas para aprender, porque lo podemos hacer mejor.
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