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Elecciones: fórmula, oportunidad y debilidad

Lluc Salellas

Hemos oído hablar de listas, elecciones y objetivos para el año que está a punto de llegar. Mayoritariamente el debate se ha desarrollado especialmente desde dos ópticas: lista única sí o no y más últimamente la influencia de Podemos en todo este asunto. Es pertinente, pues, hacer aportaciones que puedan complementar los debates ya establecidos. Lo probaremos.

Desde una perspectiva de enmienda global al status quo económico y político, las elecciones en Catalunya que seguramente habrá en 2015 deberían afrontarse con un triple objetivo: primero, fortalecer la ruptura con el Estado, siguiendo el clamor democrático que ha habido en las calles de Catalunya en los últimos años; segundo, abrir un proceso constituyente efectivo no tutelado por instancias económicas internacionales que nos conduzca hacia la independencia política; tercero, asentar los condicionantes sociales y políticos para que este proceso sea conducido de forma democrática por la mayoría social de nuestro pueblo, por las clases populares, es decir, ese agente que hoy se conoce más popularmente como “los de abajo”. Un reto apasionante en una ventana de oportunidad única en el Sur de Europa de la Troika.

La fórmula. Más allá de la necesidad de articular la lucha en la calle que es donde se han labrado las victorias en el último ciclo político (2010-2014), ante unos comicios que los tenemos que hacer únicos en el contexto en que nos encontramos, soy de la opinión que la mejor fórmula es la de 2 listas en el campo independentista. Ninguna de ellas protagonizada por los partidos políticos, pero sí con su apoyo. Una que se disponga a obtener más de 60 diputados a partir de lo que se ha llamado independentismo transversal con un deje socialdemócrata y con el apoyo del catalanismo del espacio tradicional del PSC y CiU (lo que quedará de ello) y ERC. Otra, que aspire a ser la segunda candidatura con más votos y que agrupe la izquierda de ruptura, constituyente desde sectores diversos, movimientos sociales, y que tenga el apoyo de la CUP, EUiA, Procés Constituent y algunos de la esfera de ICV.

De este modo, pienso, conseguiríamos afianzar el proceso de ruptura con el Estado tal y como nos ha pedido una amplia mayoría de gente en la calle y pondríamos a la vez un péndulo claro hacia la necesidad de hacer un proceso abierto, constituyente, que generara también una alternativa política al Oeste del Mediterráneo. Ahora bien, esta fórmula es complicada que aparezca en las próximas semanas si hacemos caso de la actualidad informativa (tal vez la solución de tres listas en la circunscripción de Barcelona y dos en el resto sería una opción de consenso). Sin embargo, sí está en nuestras manos poder articular una de las dos listas, la de la inequívoca defensa de las clases populares y un proceso de ruptura. Y en este sentido, la propuesta hecha desde la Crida Constituent parece un buen punto de partida. Y más si tenemos en cuenta que, por un lado, cogiendo las últimas encuestas, más allá de CiU y Esquerra entre el resto de opciones hay partido y, por otro, que este escenario llevaría a Podemos tomar una posición más clara sobre cómo afrontan el embate político catalán siendo algo más que una rama “regional” de una opción política estatal.

La oportunidad. Y todas estas idas y venidas con el objetivo de articular un proceso constituyente que institucionalice desde abajo, más allá de las organizaciones, un espacio de decisión y de creación de un sujeto político con rango de Estado. Una República que sea contrapoder a la dinámica neoliberal de traspasar todo el poder y espacio de decisión a la esfera privada mientras aniquila lo público, la decisión colectiva. Un actor que colabore en la resolución de los condicionantes estructurales que nos llevan a la miseria, violencias y desequilibrios hoy en día y que, por supuesto, incorpore mucha gente que todavía duda, con razones convincentes, en el camino hacia la independencia. Tenemos la capacidad de hacer este debate. De terminarlo. Tenemos casi 2 millones de personas que ya han dado su SÍ y ahora nos hace falta terminar de socializar la oportunidad para hacer que este sea un paso real como en Islandia, efectivo como en Latinoamérica, reconocido como Escocia.

La debilidad. La oportunidad de abrir este proceso constituyente, que también puede producirse en otros lugares del Estado con el ascenso de Bildu o Podemos, es a la vez también un peligro para toda la labor que desde los 90 han ido articulando los movimientos sociales. Y es que la institucionalización rápida de algunas personas y colectivos está empezando a llevar el riesgo de repetir lo que tanto criticamos a buena parte de los actores de los 70, aceptar la amnesia y, sobre todo, cooptar toda la ruptura que venía y vivía en la calle. Aprendamos de los errores y busquemos la forma que esta debilidad deje de serlo en estos procesos que hoy en día son ya irrenunciables. El mecanismo pasa, sin duda, por mantener la fuerza en la calle, producir el cambio y entonces, institucionalizarlo. Nunca al revés. Como nos dice Josep Fontana hablando de la Transacción: “La calle ya no importaba, importaba la política parlamentaria. Y lo estropearon todo. Se mató desde arriba”. Que la historia no se repita.

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