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Javier Martínez: “El miedo no se cura, se asimila y se aprende a vivir con ello”

Javier Martínez junto a su madre, en su domicilio de Rubí.

Neus Tomàs

Javier Martínez perdió a su hijo de tres años en los atentados del 17 de agosto del 2017. El niño estaba paseando por La Rambla junto a su madre, su hermana Marina, que tenía entonces siete años, y sus tíos abuelos. Vivían en Rubí y habían decidido pasar el día en Barcelona. Xavi y su tío Paco no lograron sobrevivir al atropello de la furgoneta que el terrorista Younes Abouyaaqoub conducía y que provocó una masacre en el centro de la capital catalana. Un atentado del que ahora se cumplen dos años y del que esta familia, como tantas otras, no ha conseguido todavía sobreponerse.

Javier recibe a eldiario.es en su casa de Rubí. Sus padres viven también allí. Paquita, la abuela de Xavi, se emociona repasando los vídeos de su nieto que guarda en el teléfono. Se lamenta de que tenga que pagarse ella el psicólogo porque a ojos de la administración no está considerada una víctima del terrorismo. Explica que al dolor de haber perdido al pequeño hay que sumarle el de ver hundido a su hijo.

En este tiempo, Javier ha hablado con mucha gente. Desde el Rey al ministro del Interior. Se ha reunido con el president Torra, ha estado en Waterloo con Carles Puigdemont y ha recibido cartas de algunos de los políticos independentistas que están en la cárcel. Exige a las administraciones que se coordinen mejor. “Quiero que la muerte de mi hijo haya servido para algo”, insiste.

Coincidiendo con el primer aniversario de los atentados, reconocía que aún no había podido superar el duelo. Ha pasado otro año. ¿Cómo está?

Diría que algo mejor, pero todavía todavía muy tocado.

Ha perdido un hijo en un atentado pero legalmente usted no está considerado como víctima del terrorismo.

La gente no sabe muchas cosas sobre el tema del terrorismo. Por desgracia, he tenido que hacer un curso intensivo porque al final la que tiene que acabar aprendiendo. Es así, según la ley, víctima es una persona que está en el lugar de los hechos pero no los familiares ni nadie relacionado con la familia.

Entonces, ¿qué clase de reconocimiento tiene?

Soy el padre de una víctima y, al tratarse de un menor de edad, si hay alguna indemnización económica la recibiría yo. Simplemente eso.

Una de las dificultades de muchos casos es conseguir que las secuelas psicológicas se tengan en cuenta en el caso de los familiares. ¿Qué tratamiento tienen por parte de la administración?

El Ministerio de Interior nos puso una psicóloga infantil, una profesional muy preparada, que era más que nada para mi hija pequeña, que sí está considerada como víctima porque estaba en la Rambla y estuvo a punto de morir. Ya que trataba a mi hija, atendió también al núcleo familiar. Lo ha hecho muy bien pero aún tenemos secuelas. Por ejemplo, mi hija padece insomnio. El miedo no se cura, se asimila y se aprende a vivir con ello, pero no se cura. El miedo a las aglomeraciones, al sonido de las ambulancias, las fobias que tienes cuando vas a Barcelona, todo eso no se cura.

¿Ahora trabaja?

No. Yo empecé a trabajar e intenté levantar la cabeza a los tres meses de la muerte de mi hijo. La empresa se portó muy bien, pero cuando volvía a casa me encontraba con que mi madre estaba mal, mi padre estaba en la cama, la niña no había ido al colegio... Mi núcleo familiar no funcionaba. Aguanté el primer envite pero sufrí también un desgaste emocional muy grande al ver que mi casa no funcionaba. Entonces tuve que volver a dejarlo. No me encontraba bien.

Se quejó en una entrevista de que había periodistas que les habían hecho daño. ¿A qué se refería?

Me refiero a que, por ejemplo, cuando sale la furgoneta en la televisión hace daño. Cuando ves la gente tirada del suelo hace daño. Cuando te enteras que le dan el premio Ortega y Gasset a la foto en la que se ve a Julian Cadman, aquel niño de siete años, tirado en el suelo, pienso que hay que tener un poquito más de empatía. Hay que ser bastante más profesional. Se pueden hacer fotos muy bonitas de ese día en La Rambla, de la ambulancia, de los policías, de todo lo que queráis, menos de la gente en el suelo.

Le explicaré un poco la situación que se vivió allí. A mi hijo lo arrastraron corriendo hacia la puerta del Liceu, lo intentaron reanimar en la puerta y había gente que estaba dentro haciéndole fotos con los móviles. Me lo ha explicado mi hija. Ella tenía siete años, se estaba haciendo pipí y le daba vergüenza porque la gente estaba haciendo fotos con los teléfonos.

Hubo otras fotos. A los pocos días del atentado usted abrazó al segundo imán de Rubí. ¿Fue su manera de pedir que no se criminalice a todos los musulmanes?

Pedí esa visita porque vivo en Rubí y mi hijo jugaba con los niños marroquíes en el parque. Yo no puedo echarle la culpa de los atentados a todos los marroquíes. Ha habido un grupo de chavales que han hecho lo que han hecho. Lo que yo sí quería era hacerle algunas preguntas al Imán. Del mimo modo que le he hecho preguntas a un cura o a un montón de personas.

¿Qué le preguntó al imán?

Le pregunté muchas cosas y le dije, entre otras, que yo no voy a Marruecos a matar niños de tres años.

¿Y al cura con el que habló?

Fue muy curioso porque somos creyentes aunque no practicantes. Llevamos tiempo sin ir a la Iglesia pero somos creyentes. Cuando Roser, la tía de mi hijo, aún estaba en el hospital, íbamos a hacer una misa funeral pero decidimos esperar a que ella pudiese salir y asistir a la misa de mi hijo y de Paco, su marido. Lo íbamos retrasando y en una de las veces que vi al párroco, que era quien además había bautizado a Xavi, tuvimos una conversación muy interesante.

¿Qué le dijo?

Lo que no me podía decir siendo un párroco y es defender que esto es una guerra. Hay que tener un poquito más de empatía. Le pregunté si había tenido algún contacto con la comunidad musulmana de Rubí. Me contestó que le habían llamado para ir a la fiesta del cordero pero que no había ido porque le daba miedo.

Usted también fue a Ripoll para entrevistarse con la asistente social que había atendido a los jóvenes que acabaron siendo terroristas. ¿Por qué quiso reunirse con ella?

Ella se puso en contacto conmigo y yo, igual que he intentado hablar con un montón de personas, quise ver cómo era aquello. Ellos se querían disculpar y decirme que la culpa no era de todo el colectivo musulmán. Fue muy interesante hablar con la asistente social porque conocía a esos chicos desde que eran pequeños, los había tratado durante mucho tiempo.

¿Intentó también contactar con las familias de los terroristas?

Sí, intenté contactar con la familia. Si yo, un padre al que le matan de hijo, estaba cómo estaba, imagínate si te matan dos hijos y encima han hecho una cosa tan gorda. ¿Cómo podía estar esa persona? Me hubiese gustado abrazarlo.

Hay víctimas que aseguran sentirse desamparadas por las administraciones. ¿Usted también lo cree?víctimas que aseguran sentirse desamparadas

No es que lo piense, es que es así. Hay muy poca ayuda. Hay una psicóloga pero en nuestro caso la familia es muy grande. Mi hermano lo ha pasado muy mal. Mi hermana es maestra y la mitad de los alumnos son marroquíes. Mis sobrinos también lo han pasado muy mal. Tiene que mejorar todo lo que se refiere a los trámites. En teoría quien se encarga de las víctimas es el Ministerio del Interior pero cuando hay cuestiones que afectan al de Justicia, los dos ministerios no se ponen de acuerdo.

¿Lo que necesitan es más apoyo legal?

Sí, abogados que nos digan qué tenemos que hacer. No nos pueden decir que la información la busquemos en una página de internet.

En alguna ocasión ha lamentado que como país no estamos preparados para situaciones como el atentado de La Rambla. ¿Qué cree que se podría hacer para mejorarlo?

Le voy a poner un ejemplo. Si yo soy guardia civil o policía nacional y me entero que en el parque Retiro van a poner una bomba, lo mínimo que haces es llamar por teléfono. Pues lo que no puede ser es que aquí los Mossos de Esquadra no supieran quién era el imán Abdelbaki Es Satty. Porque si hubiesen tenido esa información, posiblemente lo habrían seguido. Otra cosa a mejorar es la atención a las víctimas. En Euskadi, como por desgracia han tenido muchas, disponen de una oficina para ellas. Hay provincias en las que hay algún tipo de atención similar. Aquí en Catalunya no hay nada.

Durante este tiempo ha hablado con muchas autoridades, desde el Rey al ministro del Interior o el presidente de la Generalitat. ¿Qué les ha dicho?

El Rey vino él. Nos vimos en el acto del primer aniversario y hablé con él.

¿Cómo fue esa conversación?

Fue intenso porque le pedí un par de cosas. Le dije que cuando uno envía una carta de pésame, la firma. Estas cartas, si son personales, se firman. La otra fue decirle que, en estos momentos políticos que vivimos, soltase a los presos porque él es el único que podía hacer una amnistía.

Respecto al resto te diré que a los políticos los hemos votado y se supone que están para hacernos la vida mejor. ¿Cuando te matan a un hijo a quién tengo que dirigirme? Lo que he hecho es hablar con quienes pueden hacer algo para preguntarles qué ha pasado y si en futuro piensan hacerlo mejor. He obtenido algunas respuestas y muchas preguntas.

¿Estaría más tranquilo si se hubiese creado en el Congreso una comisión de investigación parlamentaria?una comisión de investigación

Claro. Sería la manera de demostrar que les importa, que van a mirar qué ha pasado. Aunque sea mentira. A muchos políticos les he pedido que me engañen. Al ministro le he dicho: 'Señor ministro, engáñeme y dígame que las policías están mejor y hay más medios. Dígamelo y yo me voy tranquilo a mi casa'. Quiero que la muerte de mi hijo haya servido para algo. Pero cuando en dos años ves que no ha servido para nada, ¿cómo crees que estoy? Yo no quiero vivir de esto como sí lo hacen personas que tendrían que estar ayudándonos. Me refiero a la Asociación de Víctimas de Cataluña, que en estos dos años todavía no me ha llamado. ¿Si una asociación que está para ayudar a las víctimas no hace nada, para qué sirve ese dinero?

Entrevista completa a Javier Martínez:

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