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El estudio arqueológico de las defensas republicanas de Santa Pola: munición, vajilla y un 'grafiti' de “viva la URSS”

Grafiti en uno de los fosos de una batería de artillería antiaérea.

Lucas Marco

València —

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Un equipo liderado por el arqueólogo Felipe Mejías ha realizado una prospección arqueológica en los barracones del destacamento republicano de la décima Agrupación Sur de defensa de costas ubicado en el cabo de Santa Pola (Alicante). Se trata, según explica Mejías, de un lugar de interés estratégico que formaba parte del Muro Mediterráneo, una serie de fortificaciones impulsadas en plena Guerra Civil por el Gobierno de la Segunda República en toda la línea de costa, “precisamente para prevenir los bombardeos de las zonas costeras y las posibles amenazas de desembarco o ataques navales de la Armada franquista”.

El espacio supone uno de los enclaves “más representativos porque es un conjunto que se conserva relativamente bien a pesar de que el paso del tiempo ha hecho mella en las instalaciones”, afirma el arqueólogo, que dirige un equipo completado por Víctor Martínez Rubio, Eloy Poveda Hernández y José Ramón Ortega.

Los trabajos se han centrado en el estudio de los barracones de tropa, incluyendo los dormitorios, los aseos, el comedor y el edificio de mandos, además de un aljibe con capacidad para 30.000 litros de agua, que daba servicio a la instalación. “Las baterías antiaéreas no se terminaron aunque sí que se construyeron los fosos, los refugios y todas las dependencias vinculadas”, explica Mejías, quien apostilla que “sí se pusieron en funcionamiento las baterías de artillería de costa”. 

El equipo ha usado un detector de metales, “pero de una forma científica”, advierte Felipe Mejías. “Hay muchos aficionados que utilizan los detectores de metales para buscar piezas y llevárselas a casa y esto es lo más acientífico que te puedas imaginar, porque la pieza por sí sola no sirve para nada; para nosotros lo importante es la pieza en su contexto, en el lugar. Con detección metálica y GPS lo que hacemos es referenciar y darle coordenadas a todos los objetos que vamos encontrando”, explica el responsable del proyecto.

El equipo, en apenas una semana, ha localizado munición, monedas, joyas, adornos, elementos de indumentaria vinculadas con los pertrechos y los uniformes de los soldados (botones, hebillas, insignias y hasta los corchetes de la ropa), además del material de construcción y vidrio, cerámica, la vajilla que se utilizaba y recipientes de cristal como vasos o botellitas de medicamentos.

“Han aparecido por grupos, toda la vajilla de loza y fuentes, copas, tazas, frasquitos de vidrio de medicamentos y tinteros de cristal, uno muy bonito y muy representativo del contexto de la Guerra Civil”, explica Mejías. El arqueólogo también destaca los objetos vinculados a la higiene y a la sanidad y, especialmente, las piezas de munición de armas cortas y largas. “Hay bastante munición percutida aunque allí no se combatió por lo que sabemos, así que deben ser ejercicios de tiro o alguna práctica”, dice el arqueólogo.

Los trabajos también revelan algún misterio: “Hay munición del bando franquista que no sabemos cómo llega hasta aquí, pero es del año 38 y 39, pueden ser incautaciones que hace el Ejército republicano y que llegan a un destacamento como este”. 

Además, la prospección también ha identificado cuatro escombreras a modo de zona de vertidos de los barracones, habitados por cerca de 70 soldados.

Los especialistas han usado la fotogrametría, una técnica relativamente novedosa que cruza la información tridimensional y genera modelos en tres dimensiones de los objetos para, en última instancia, crear una visita virtual al edificio. “Elaboramos mapas en 3D de esos objetos, tanto edificios como objetos pequeñitos”, detalla Mejías.

María José Cerdá Bertoméu, directora del Museo del Mar de Santa Pola, explica que la prospección arqueológica supone la primera fase de una intervención más amplia, con financiación europea, en los pabellones. La memoria de los trabajos arqueológicos permitirá la elaboración del proyecto arquitectónico, “respetando las informaciones y las cautelas” que proporcione esta primera prospección de cara a un futuro centro de interpretación del patrimonio.

Así, el trabajo de Felipe Mejías aporta “pistas de la importancia y necesidad de abordar un proyecto integral”. El objetivo pasa por expandir el Museo del Mar de Santa Pola e incluir el patrimonio militar vinculado a la Guerra Civil, “investigado relativamente poco” hasta ahora, según explica María José Cerdá Bertoméu.

Además, el museo divulga los trabajos mediante videos en la Red. “Tan importante es intervenir, conservarlo y cuidarlo como divulgarlo y contarlo para que la sociedad reconozca esos elementos como bienes patrimoniales, y más en un caso como el de la Guerra Civil que, aunque está protegido jurídicamente, todavía nos cuesta entender, por la cercanía histórica, que eso es patrimonio”, agrega la directora del Museo del Mar de Santa Pola.

“Los proyectos de intervención patrimonial son lentos, pero deben serlo porque primero debemos investigar y, en función del conocimiento científico adquirido, intervenir”, apostilla.

La intervención de enmarca en la disciplina de la arqueología de la Guerra Civil, cuyo pionero en España es Alfredo Gonzalez Ruibal. “Es una disciplina que está creciendo pero despacio”, explica Felipe Mejías, quien recuerda que otros países en Francia o Alemania, los campos de concentración, están perfectamente reconstruidos, abiertos al público y musealizados. “Y escenarios de combate igual; en Francia, Normandía por ejemplo. Estados Unidos tiene campos de batalla de la Guerra de Sucesión, musealizados. Es una cuestión que en otros países está muy clara pero que aquí está costando, más por el componente ideológico que tiene, que es un lastre. Habría que desideologizar este tipo de cuestiones y abordarlas desde planteamientos científicos”.

“Uno tiene que contextualizar perfectamente qué pasó, dónde pasó y por qué pasó. Y yo creo que la arqueología tiene un papel fundamental en ello”, concluye Mejías.

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