Un hombre de palabra
A principios de noviembre de 1980, en la habitación de un hotel de la calle Peachtree, en Atlanta, un hombre negro se lía un canuto de hierba frente al televisor. Se trata de un músico con cultura de raíz política que responde al nombre de Gil Scott-Heron. Acaba de actuar en un club cercano y se dispone a relajarse. Pero no lo consigue.
En la pantalla del televisor aparece el presidente de Estados Unidos. Acaba de ganar las elecciones y es un actor mediocre que posee la misma personalidad de un semáforo, en rojo frena y en verde se pone en marcha. Sí. Se llama Ronald Reagan y en aquel momento las televisiones rememoraban su trayectoria cinematográfica reponiendo sus películas, algo que no dejaba de ser un masaje al hombre que ampliaría el cisma entre ricos y pobres.
Mientras Gil Scott-Heron llenaba sus pulmones de humo dulce, por la tele daban la película que lleva por título Bonzo Goes to College y donde Ronald Reagan sale con un chimpancé. Valga con ello la metáfora darwinista que nos muestra cómo el nuevo presidente de los Estados Unidos no había evolucionado mucho. Con el tiempo, el término real se identificaría con el término imaginario. A lo largo de su presidencia nos vino a demostrar, no sólo que el hombre venía del mono, sino que algunos monos son reaccionarios.
Así lo demuestra la política que desarrolló junto a su aliada inglesa, una macaca de virtudes masculinas: Margaret Thatcher. Pero volvamos a la habitación del hotel de Atlanta, donde Gil Scott-Heron sigue dándole al canuto mientras piensa que menos mal que Reagan no había ganado las elecciones por un voto de diferencia. “Menos mal”, pensaba Scott-Heron, ya que, él no había votado. Es entonces cuando el humo sube y Gil Scott-Heron empieza a tirar del hilo invisible de su memoria política y hace un análisis de las causas que llevaron a Ronnie Reagan a la presidencia de los Estados Unidos.
Según Gil Scott-Heron, el asunto de los rehenes de la embajada de Teherán había llevado a Jimmy Carter a perder las elecciones, no logrando con ello ampliar su mandato. Recordemos el turbio asunto en unas líneas, pues todo empezó años antes, en 1978, cuando el presidente Carter visitó Irán para bendecir con ello públicamente al sah Pahlaví como “líder de la sabiduría suprema”. Poco tiempo después, con la Revolución iraní en marcha, el líder de la sabiduría suprema fue derrocado y llevado a un exilio que le permitió el asilo temporal en Estados Unidos.
En noviembre de 1979, como respuesta a la bendición de Carter, revolucionarios iraníes tomaron la embajada estadounidense de Teherán reteniendo a más de cincuenta personas como rehenes. A cambio de su liberación exigían, entre otras cosas, el regreso del sah Pahlaví a Irán para ser sometido a juicio. Por decir no quede que Carter no manejó bien la situación y la chapuza le costó la presidencia.
Con tales asuntos y después de fumarse el porro, Gil Scott- Heron se puso a escribir. El resultado fue una de sus canciones denunciadoras titulada “B Movie” donde, con el estilo declamatorio que le haría famoso, Scott-Heron se burlaba del nuevo presidente de los Estados Unidos.
Todas estas cosas las cuenta Scott-Heron en su libro de memorias, unas crónicas póstumas que acaba de editar en castellano la editorial Libros del Kultrum. Se titulan “Con las horas contadas” y componen un volumen jugoso que sirve para adentrarnos en la vida de este músico que nunca perdió el compromiso político. A este libro hay que añadir la novela que también escribió y que salió publicada hace un tiempo por Hoja de Lata. La novela se titula “El buitre” y es un relato policíaco donde los niños juegan con sus barquitos de papel sobre el reguero de sangre que baja como un río por las avenidas de Harlem. Para terminar, apuntar que los rehenes de Teherán no fueron liberados hasta el 20 de enero de 1981, poco después de que Reagan hubiese tomado posesión como presidente de los Estados Unidos. Lo demás, ya es Historia.