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El Mandela saharaui: “En los territorios ocupados sufrimos el apartheid marroquí”

Sidi Mohamed Daddach, el llamado 'Mandela saharaui'. | Eugenio G. Delgado

Eugenio G. Delgado

El Aaiún —

La presión marroquí sobre él no se ha aflojado después de tantos años. Su casa en El Aaiún está “vigilada las 24 horas” y no se le puede localizar a través del teléfono por si la policía marroquí lo tiene pinchado. Se llega a él por el boca a boca de los activistas saharauis. Sin hacer mucho ruido. Y, entonces, él aparece donde tú estés, se recoge la Daraa celeste, se sienta en el suelo con las piernas cruzadas, espera y responde.

Habla despacio y bajito, y mira directamente a los ojos, sin prisa. Sidi Mohamed Daddach espera la pregunta. Esa paciencia la aprendió durante los 25 años que pasó entre rejas en las cárceles marroquíes. De 1976 a 2001. Estos 25 años convierten a Sidi en el segundo preso político que más tiempo ha estado en prisión en África, solo por detrás en esta triste clasificación del que llegó a ser presidente de Sudáfrica y premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela. Madiba estuvo 27 años.

Por su resistencia pacífica y por sus años en la cárcel, a Sidi Mohamed Daddach (1957, Guelta Zemour) se le honra con el sobrenombre del Mandela saharaui.

Entre los dos Mandelas existe una diferencia vital: el del Sáhara Occidental estuvo condenado a muerte los primeros 14 años. “Lo más duro fue levantarme durante todos esos años pensando que cada día iba a ser el último de mi vida y saber cómo me iban a matar, porque los guardias nos lo contaban para aterrorizarnos y porque muchos compañeros no volvieron: te sacaban de tu celda de madrugada, te ponían en pie en un patio y siete policías con siete pistolas te disparaban siete balas de cintura para arriba”, recuerda.

“Si no morías, el procurador tenia una pistola con otra bala, que ellos llamaban la bala de la piedad, para rematarte. Según ellos, para que sufrieras un poco menos”, prosigue.

Sidi vivió durante 25 años en una celda de dos metros cuadrados por uno y solo podía salir a un patio de otros 30 metros cuadrados durante cinco horas al día. En 1976 fue detenido cuando intentaba unirse al Frente Polisario y fue obligado a servir en el Ejército marroquí.

“Pasé diez días colgado de una pared boca abajo”

Intentó escapar, recibió un tiro en la tibia izquierda –que enseña con orgullo guerrillero– y el reino alauita le condenó a muerte por “alta traición”. Solo la presión de Amnistía Internacional y de la Cruz Roja, más la amnistía política decretada en 2001 tras la muerte del rey Hassan II en 1999, culminaron su liberación cinco lustros después.

“Solo comíamos lentejas y garbanzos y teníamos una única muda, con lo que debíamos lavarla con agua fría y ponérnosla así. Además, nos pegaban y tenían cuartos específicos para torturas. En uno de ellos pasé diez días colgado de una pared boca abajo porque encontraron en mi celda una pequeña radio que me había regalado un funcionario y que tenía escondida”, relata.

A pesar de las “torturas, vejaciones e insultos constantes y continuados” que sufrió en los años de cárcel, el Mandela saharaui continúa su lucha pacífica en el Aaiún ocupado desde la presidencia del Comité de Defensa del Derecho a la Autodeterminación del Sáhara Occidental (Codapso).

Su activismo continúa

En El Aaiún y en el resto de ciudades ocupadas del Sáhara Occidental no es fácil esta resistencia no violenta, según nos cuenta: “Hay discriminación, segregación y racismo contra los saharauis. Por ejemplo, si se prohíbe el paso por una calle por cualquier actividad, solo se prohíbe para los saharauis, los colonos pueden pasar. A los estudiantes se les pone muchas dificultades para poder ir a la universidad y las personas adultas no encuentran trabajo porque les dicen que no hay para saharauis”.

La discriminación se efectúa sin disimulo, continúa. “Cuando hay manifestaciones, todos los saharauis que pasen por la calle son objeto de golpes o posibles detenciones, independientemente de que estén o no en la protesta. Y también se producen constantes allanamientos de casas y redadas sin justificación alguna. La policía nos dice que somos el enemigo y que es así como nos tratan. En los territorios ocupados sufrimos el apartheid marroquí”.

Además, tienen que convivir con “traidores”, enfatiza. “Como en todos los casos de ocupación, siempre se encuentran nativos colaborando con el invasor por intereses materiales y dinero, pero su traición no afecta para nada a la causa. Los auténticos saharauis no aceptan acuerdos ni sobornos. Yo nunca me he vendido”.

Apuesta por la paz

Después de 40 años de ocupación, el Mandela saharaui subraya qué solución al conflicto es la que prefiere y cuál es la que puede desencadenarse: “Queremos una solución pacífica, pero el Frente Polisario no va a esperar indefinidamente y muchos jóvenes están pidiendo la vuelta a las armas”, apunta.

“Deseo que la guerra no sea el camino, pero para lograrlo exijo al Consejo de Seguridad de la ONU que presione a Marruecos y que la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental) organice el referéndum de autodeterminación que se acordó en el alto el fuego de 1991”.

En marzo, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon visitó los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia) y habló de “ocupación” marroquí. La reacción de Marruecos fue expulsar en abril a 73 miembros del equipo civil de la Minurso del Sáhara Occidental ocupado. En junio aceptó el regreso de 25, pero Sidi Mohamed Daddach lamenta “los privilegios marroquíes”.

“Hay intereses económicos y políticos, sobre todo entre España y Francia, que ellos ponen por encima de nuestra libertad y que nos perjudican. Por eso, Marruecos ha podido expulsar a observadores de la ONU, a abogados españoles, a periodistas, a miembros de ONG y a la misión de la Minurso”, señala como dato fundamental de un conflicto estancado y casi olvidado.

“Claro que la monarquía española afecta al Sáhara”

Si las arrugas son un claro síntoma del paso del tiempo, Sidi Mohamed Daddach ha vivido más de los 59 años que están escritos en su DNI español. Aunque este ya es solo un reliquia colonial y un recordatorio de la lucha que mantiene el pueblo saharaui desde la ocupación marroquí.

En España se desconoce aún si habrá terceras elecciones o un nuevo gobierno. Tampoco parece importarle mucho a Sidi Mohamed Daddach, a pesar de que se pudiera abrir una esperanza con las promesas de Unidos Podemos.

“Desde Felipe González, pasando por José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, hasta Mariano Rajoy todos han dicho de palabra cuando estaban en la oposición que nos apoyaban, pero al llegar al Gobierno no lo han hecho”, reitera el saharaui. “Pablo Iglesias ha afirmado que reconocerán la RASD para que tenga un status diplomático en España y que apoyarán el referéndum de autodeterminación. Tendremos que esperar para ver si Unidos Podemos llegan al Gobierno y si cumplen sus promesas”, reflexiona con una mezcla de prudencia y recelo.

El Mandela saharaui señala con firmeza la responsabilidad de la monarquía española en la desgracia de su pueblo: “Juan Carlos I llamaba a Hassan II ‘Hermano’ y Mohamed VI llama a Felipe VI, ‘Sobrino’. Claro que esta relación afecta al Sáhara, aunque mucha gente en España se crea que el rey no tiene poder y que solo es una figura simbólica”, asevera Daddach.

Entonces, hace memoria: “La monarquía española fue la que vendió el Sáhara Occidental a la monarquía marroquí y la que mantiene grandes intereses económicos y políticos con ellos. Te pongo solo un ejemplo: la tercera visita oficial de Felipe VI como rey, después de una audiencia con el Papa Francisco y de estar en Portugal, fue a Marruecos, julio de 2014”.

Hace un mes, el 18 de julio, se celebró el Día Internacional de ‘Nelson Mandela. Por la paz, la democracia y la libertad’. ¿Coincidió alguna vez con el hombre con quien se le compara? Sí, aunque de forma indirecta. Fue en 2002, en Bergen (Noruega). Sidi recibió el Premio Rafto, también conocido como el Nobel de la Paz de los Derechos Humanos y la Democracia.

“Pocos días después, una delegación de la embajada sudafricana se acercó a mí, me entregó un regalo de parte de Nelson Mandela y me dijeron que me mandaba un gran abrazo. Fue el único contacto que tuve con él”, describe.

El regalo era un libro sobre su lucha incansable contra el apartheid en Sudáfrica.

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