Nord Stream 2, el otro gaseoducto de Rusia que llega a Europa pese a las sanciones
Se acumulan los asuntos espinosos que tensan la relación de Europa y Estados Unidos con Rusia. Complican las relaciones con Moscú el comportamiento ruso en el conflicto civil del este ucraniano, la anexión de Crimea, la implicación militar en Siria al servicio del régimen de Bashar al-Assad, las acusaciones de injerencia rusa en la votación del referéndum del brexit, en la elección presidencial estadounidense que ganó Donald Trump e incluso en el procès de Catalunya. Eso, sin olvidar las virulentas y más recientes acusaciones desencadenadas tras el asesinato del ex espía Sergei Skripal en la localidad británica de Salisbury.
Desde que empezara el conflicto en Ucrania, tanto la Unión Europea como Estados Unidos han levantado un sistema de sanciones con el que castigar a la economía rusa por las renovadas aspiraciones geopolíticas de Moscú. En Europa, sin embargo, el sector del gas ruso se mantiene apartado de los mecanismos sancionadores. Sólo con esto en mente se entiende que siga avanzando el Nord Stream 2, el segundo gaseoducto ruso en el mar Báltico. El consorcio Nord Stream, cuyo mayor accionista es la empresa energética rusa Gazprom, ya tiene un gaseoducto que lleva gas natural desde Vyborg (oeste ruso) hasta Greifswald (norte alemán). La apertura del segundo, el Nord Stream 2, parece ser cuestión de tiempo.
La semana pasada, las autoridades alemanas daban los permisos necesarios para la construcción de esta infraestructura faraónica en territorio teutón. “Ya se han producido casi de 2.000 kilómetros de tuberías, cerca del 80% de las necesarias. El proyecto avanza según lo planeado y lo previsto en el calendario”, dicen a eldiario.es responsables de Nord Stream 2. “Esperamos recibir en los próximos meses los permisos de Dinamarca, Suecia, Finlandia y Rusia”, añaden. También esos países están implicados en el recorrido del gaseoducto.
El proyecto prevé que este mismo año comience su construcción. Se espera que el Nord Stream 2 esté operativo a finales de 2019 o principios de 2020. Sin embargo, las degradadas relaciones entre Rusia y la Unión Europea y, hasta cierto punto Estados Unidos, son un factor que podrían complicar a Alemania el abrir la llave de paso de ese gaseoducto. En la actualidad, son más “volátiles e impredecibles” las relaciones que están detrás del negocio del gas entre Rusia y Alemania, según un estudio del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP) publicado a finales de 2017. Lo firman las investigadoras Aurélie Bros, Tatiana Mitrowa y Kirsten Westphal.
En la actualidad, Alemania representa el mayor mercado de consumo de gas en la UE. En el país de la canciller Angela Merkel se consumen, al año, unos 77.000 millones de metros cúbicos de gas natural, según datos de 2015. El 37% del gas que consume Alemania es de origen ruso. El Nord Stream 2 podría prácticamente duplicar ese porcentaje, llevándolo hasta un 60%. Los datos hablan por sí mismos del interés de Gazprom en ese prometedor proyecto.
Alemania y Rusia cuentan con una larga relación en materia energética. Desde los tiempos de la Unión Soviética, en Alemania se consideran las adquisiciones millonarias de gas ruso como un factor con capacidad para facilitar las relaciones con Moscú. “Desde los 70 hasta los 90, el comercio del gas [con Rusia, ndlr.] se desarrolló y apoyó políticamente para que tuviera efectos positivos”, escriben Westphal y compañía. Aquella fue una actitud propia de la détente, una fase de relativo deshielo en la Guerra Fría. “En los 90 se convirtió en una relación más comercial”, abundan las responsables del estudio del SWP. Posteriormente entraría en escena la UE, con sus pretensiones de crear un mercado interno del gas y de diversificar rutas y fuentes de gas natural.
Según las expertas del SWP, se podría hablar de una nueva fase de las relaciones en el negocio del gas entre Rusia y Alemania tras el inicio del conflicto en Ucrania. Las tensiones entre Kiev y Moscú, entre otras cosas por la anexión de Crimea y el apoyo ruso a los separatistas del este del país que denuncia el Gobierno ucraniano, han llevado al Kremlin y a Gazprom a manifestar su deseo de no ampliar más contratos de tránsito de gas ruso por territorio ucranio a partir de 2019. Ésto constituye no sólo un problema para Ucrania, sino también para otros países del este europeo, incluido Polonia. Por este país también viaja gas ruso hacia Europa occidental.
El Nord Stream 2 es, en buena medida, un modo de evitar la ruta continental del este europeo. El gaseoducto pasa por el mar Báltico hasta llegar a Alemania. Esto explica que Polonia se haya erigido en uno de los grandes opositores al proyecto. Varsovia – al igual que Kiev – no quiere perder los privilegios de ser capital de un país de tránsito del gas ruso. Antes de ser despedido hace unos días por Donald Trump, el secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson afirmaba el pasado mes de enero su oposición al gaseoducto en cuestión. Lo hacía en suelo polaco. “Como Polonia, los Estados Unidos están en contra del Nord Stream 2”, afirmaba Tillerson, cuyo país no depende, en modo alguno, del gas ruso.
Para la UE, Rusia es su exportador de gas más importante, junto a Noruega. El gas ruso representa cerca de un tercio del que se consume en el espacio comunitario. Frente a la oposición al proyecto de socios como estadounidenses y polacos, incluso ante a las voces contrarias procedentes de la Comisión Europea y de su 'gran coalición', la canciller Angela Merkel siempre se ha referido al Nord Stream 2 como “un proyecto económico” de interés.
Un proyecto para la distensión con Rusia
En este sentido, los responsables de la iniciativa apuntan que el “proyecto obedece estrictamente a las condiciones del mercado, que lo hacen posible”. Evitan, en todo momento, aludir al difícil momento que atraviesan la relaciones entre Estados Unidos, la UE y Rusia. “Nosotros no podemos comentar hechos políticos. Nuestra tarea es construir el gaseoducto”, apuntan desde Nord Stream 2.
Sin embargo, a los observadores de relaciones internacionales especializados en el mundo ruso no se les escapa la particular importancia del proyecto del mar Báltico. “Los gobiernos regionales alemanes concernidos por el Nord Stream 2 y el gobierno federal alemán tienen mucho interés en este proyecto. Yo soy muy escéptico sobre las posibilidades de que factores políticos puedan impedirlo”, dice a eldiario.es Stefan Meister, investigador del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP) especializado en Europa del este y Rusia.
Para él, los responsables alemanes sólo pueden dar la bendición al proyecto. “En Berlín se escucha decir que este tipo de proyectos son de distensión, sin los cuales la relación con Rusia sufriría una escalada que haría que todos perdiéramos, porque no tendríamos más relación con ese país”, plantea Meister. Tal vez esa sea una de las premisas a considerar en la que muchos llaman ahora “la nueva 'Guerra Fría' con Rusia”. La expresión alude a las presentes y más que mejorables relaciones de Occidente con el país de Vladimir Putin.