Hunan, te convertirás en un auténtico dragonchino
En esta época en la que todo es light, «poco picante, por favor», «¿tiene cebolla?», «¿lleva mucho ajo?», «mejor un vino ligerito», «ay, yo no puedo con los interiores» (de estos soy yo), «uy, qué miedo lo del coronavirus», «yo poco», no hay nada más transgresor que ir a un chino donde, gracias a algunos platos, tendrás las vías respiratorias despejadas dos días y tu sistema vascular se sentirá como si hubiera corrido un maratón o se hubiera dado a la droga intensamente.
Para acompañar este viaje he encontrado un cantante que debe de ser chino. Realmente no lo entiendo pero suena muy chino eso de «chiquitan chiquititan tan tan» y debe ser precisamente de Hunan, al principio dice algo parecido al nombre de esta región, me imagino que la pronunciación será la propia del lugar, por eso suena como raro (u-ha). Además, luego habla de la stasi, que a los comunistas siempre les gustan esas cosas del espionaje y tienen cierta manía con estar al tanto de todo; habrán tenido problemas con sus colegas alemanes y estarán diciendo algo de ellos, a saber. Claramente es una canción política y el tío va vestido como un espía, pero no logro comprender el significado de toda la letra, lo siento; bueno, en realidad tampoco he podido escuchar toda la canción, me ha dado un poco de dolor de cabeza, la música china es un poco cabezona (ópera incluida).
https://www.youtube.com/watch?v=d_lLPZKfkc8
Vamos al meollo del asunto. El local presenta una decoración moderna, bonita, sencilla, con algunas sillas de diseño (tipo Eames y Wishbone, esta última tiene cierto aire oriental a pesar de su origen nórdico), mesas independientes y una gran mesa corrida —que se llenó con un gran grupo de chinos, que en realidad poblaban todo el local, el chinómetro del que se habla en el despiece de este artículo estaría al 100 %—, al fondo una zona de bar y pequeños detalles de color rojo propios de su cultura. Ya sabéis, el rojo, en China, es prosperidad en los negocios, suerte, salud, no sé si por su vínculo con la sangre, como en otras culturas, o porque, en la mitología china, una vez salió un monstruo, Nian, a atacar a la gente por ahí y, por lo visto, lo vencieron con el color rojo y a partir de ese momento se reconoce el poderío de dicho color. También tienen cuadros con caracteres chinos que, tal vez si los tradujéramos, podrían decir algo así como «Hoy no se fía, mañana sí»; aunque esperemos que sean cosas menos triviales tipo «En el amanecer de nuestros días, la oscuridad acecha, venceremos al monstruo con nuestra sangre» (uh, me ha salido fenomenal, de algo me debían servir los ojos medio achinados por el sueño permanente).
Me gusta particularmente el hecho de que tienen, como antiguamente en muchos restaurantes, un montaplatos, es decir, esos ascensores de acero donde bajan y suben los platos, por su cuenta, como si tuvieran vida propia, desde el infierno de un sótano oscuro y lleno de cuchillos y llamas hasta un cielo de cocina colorida y sabrosa, muy parasite style. Me gusta ese arriba y ese arriba de Coco —pobrín, qué agotamiento— y de la sociedad en general, otro agotamiento diferente, esos mundos paralelos que solo se tocan si hay un acto violento, es decir, si se cae el suelo de arriba o los de abajo lo queman todo.
https://www.youtube.com/watch?v=YRa7oYLehA0
Para beber, M. pide una cerveza china Tsingtao (2,90 €), una lager realmente bastante buena, nada que objetar, mejor que muchas patrias.
Yo me decanto por zumo de maíz (2,80 €). En realidad aunque se denomine zumo es un batido de maíz hervido y triturado con azúcar, porque ir exprimiendo granos de maíz lo veo complicado. Se presenta muy caliente, sabe dulzón, es curioso. A mí me recordó a la parte superior del pastel de choclo chileno o, también, a una polenta muy líquida con leche, aunque creo que este batido no llevaba leche, era maíz hervido y azúcar. Es casi como un plato más por su densidad, calor y sabor; me gustó, es algo diferente y profundamente saciante.
En la mesa tienen, a modo de cortesía, un cuenquecito con una especie de nabo cortado en tiras, encurtido en vinagre de arroz y con su toque de pimiento picante de Hunan. Probándolo puedes calibrar si eres capaz de afrontar adecuadamente la cocina de la región.
Comenzamos eligiendo el plato denominado sopa con pasta de arroz grande (8,50 €). Solo puedo decir que a mí toooodas las sopas orientales me encantan, las encuentro confort food maximus. Bueno, en general la comida china para mí es comida reconfortante, es el tipo de cocina con la que celebrábamos el cumple, en Gijón, con mis amigas de pequeña —licor de lagarto incluido, ya no creo que Sanidad lo permita—, después, en mis primeros años en Madrid, los chinos eran el sitio para comer por excelencia, me conocí todos los de Moncloa y La Latina; incluso ya avanzados esos primeros años, teníamos al Chino Diario que había en calle pez como chino de cabecera. ¡Cómo he disfrutado la cocina china de antes y cómo disfruto también la regional de ahora!
Con la cocina china soy un poco…
https://www.youtube.com/watch?v=hsnmHakgbmU
¡M’encanta!
Bueno, seguimos con la sopa con pasta de arroz grande, un plato con un nombre sencillo, directo, descriptivo, prosaico, nada de pijadas. Una sopa de sabor intenso a carne, tipo concentrado de Bovril, con una especie de tagliatelle de arroz, algunos trocitos de carne, cebolla y, aparte, tres acompañamientos de pimiento verde, rojo picante y, creo, perejil macerado en vinagre y aceite que sirven para condimentar la sopa y para los platos que vienen después. ¡¡Una ricurísima!! Sabrosona, acogedora, dosis para 4 o dos tragaldabas, deliciosa y 0 picante.
Luego tocan las gambas vaporizadas con fideos finos (14,25 €). Gambas vaporizadas sobre un lecho de caldo ligero de carne con espaguetis de arroz y una mantita de ajo despachurrado y cebolleta china encima. Este es un plato para los que les guste el ajo, pues la manta de ajo es importante. A mí me encantó el contraste carnívoro con las delicadas gambas y ese ajo dándolo todo con un poco de picor y un mucho de frescor. Los fideos chinos estaban ahí, no es que aportasen nada, excepto textura resbaliosa, pero bien. Un plato curioso y, de nuevo, sabrosón.
Y, para finalizar, panceta china con pimientos rojos (10,95 €). Panceta muy fina y medio crujiente con un salteado en wok de pimiento rojo, ajo, cebolleta y chalota ligeramente tostado y ardiente, por el picante, no por la temperatura. Un platazo para echar fuego, llorar, moquear, sentir el rubor en las mejillas un rato y los labios que parecen recién pintados de carmín o propios de una fiebre importante, ¡subidón, subidón! No os deis a las drogas, daos al picante; en cuanto a las consecuencias estéticas de un uso cotidiano de ambos son diversas pero ambas muy interesantes: con muchas drogas, tenemos pérdida de dientes, cuerpos delgados y fibrosos tipo madera de barco y pelazo y, con el picante, obtenemos unos labios rojos e inflamados, ojos brillantes y, si perseveramos, un buen cáncer de colon con todo lo que eso conlleva a nivel estético.
Ya estábamos ahítos, así que decidimos no tomar postre, pero ellos, motu proprio, nos ofrecieron un trozo de piña, refrescante y agridulce, francamente perfecto para aplacar el ardor general que invadía nuestros cuerpinis tras el último plato.
Si te gustan los interiores, la carta presenta un montón de opciones y también de «exteriores» particulares como garras de pollo. Mi máximo nivel transgresor llega al picante, que siempre me ha encantado, los interiores no me motivan especialmente, aunque seguro que aquí están estupendos, pues el gustico lo aportan esos maravillosos pimientos rojos picantes que poseen en la zona y te «abrasan» con amorrr.
Recomiendo absolutamente este restaurante para el que le guste la cocina con sabor, las grandes cantidades, los precios excelentes, el picante y los interiores, para el que le guste la cocina oriental y sus maravillosas sopas y para el que, en general, disfrute comiendo bien.
Hunan, calle Ballesta 4. Tel. 919 19 35 64.
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