Breve historia de la ciudad de Madrid para comprender su desigualdad territorial
La ciudad de Madrid está considerada una de las más segregadas residencialmente de Europa. Así lo atestigua el estudio comparativo Socio-Economic Segregationin European Capital Cities: East Meets West en el que por la parte española participaron Daniel Sorando y Jesús Leal. Ello implica que las diferentes clases sociales que habitan la ciudad viven distantes entre sí, tal y como muestra el mapa de abajo. Mientras en el noroeste residen las personas con mayor poder adquisitivo, en el sureste reside la población más precaria de la ciudad.
Esta situación, lejos de ser natural, tiene unas raíces históricas y políticas que van a ser repasadas en este artículo. Por supuesto, hay muchos factores que no aparecen en él, ya sea por desconocimiento o por no hacerlo excesivamente largo.
Antes de empezar el repaso histórico es importante tener en cuenta dos aspectos clave de la realidad social: la inercia temporal y la inercia espacial. La primera tiene que ver con que las características de los fenómenos sociales están influidas por su propio pasado. La segunda la formuló Tobler de esta manera: “Todas las cosas están relacionadas entre sí, pero las cosas más próximas en el espacio tienen una relación mayor que las distantes.” Si observan cualquier mapa en el que se plasme algún fenómeno social -renta, edad media, precios, etc.- verán que en un gran número de ocasiones los valores próximos en el espacio tienden a ser similares entre sí.
¿Por qué sucede esto en la ciudad de Madrid respecto a la concentración de la riqueza?
El Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX ya estaba segregado aunque de forma más compleja que en la actualidad. Como se muestra en el mapa inferior, en 1915 ya se concentraba la población precaria en el sur de la ciudad, como lo atestigua su mayor porcentaje de alquileres. Ello se debía, entre otros factores, a la localización de la industria así como al desnivel de sus terrenos, los barrancos y la escorrentía de las aguas residuales, tal y como relata Fernando Vicente en La modernidad deformada. El imaginario de bajos fondos en el proceso de modernización de Madrid (1860-1930).
Sin embargo, en aquella época era mucho más habitual que convivieran en los mismos barrios personas de muy diferente clase social. Esto se debía a que por entonces, las personas tendían a vivir muy cerca de sus puestos de trabajo. Por ejemplo, en el distrito de Buenavista, lo que actualmente es distrito de Salamanca y Chamartín y donde se concentraba buena parte de la alta burguesía, abundaban las sirvientas. En la Inclusa vivían las cigarreras, pues ahí se situaba la Tabacalera.
¿Cómo era posible que en el mismo barrio convivieran personas de diferente clase social -y por tanto con muy diferente poder adquisitivo-? A través de la segregación vertical. Es decir, en los pisos principales vivían las personas con mayor renta y en los altos las más precarias. Borja Carballol lo cuenta muy bien en El despertar de una gran ciudad: Madrid. En él recopila los datos que se muestran en el siguiente gráfico, y que atestiguan las enormes diferencias de precio que había en el mismo bloque de edificios.
El paso de la segregación vertical a la horizontal fue progresivo y está muy relacionado con la expansión del ascensor, que revalorizó los pisos altos -hoy en día los áticos son los más valiosos-, y el tranvía, que abarató notablemente el transporte y contribuyó al desplazamiento de la clase obrera a la periferia.
Entonces, ¿por qué adquirió esta forma concreta la segregación residencial horizontal en Madrid?
Madrid en 1875 era lo que hoy en día es el distrito Centro y estaba rodeado de otros municipios que se incorporaron a Madrid alrededor de 1950 -Villaverde, Chamartín de la Rosa, Carabanchel, Vallecas, etc.- con el objetivo de convertir la ciudad en el “Gran Madrid”. Por aquel entonces, todos ellos eran pequeños pueblos de carácter esencialmente agrícola.
En 1860 empieza una gran transformación urbana en Madrid: el Plan Castro. Era el proyecto para el Ensanche de la época. Esto se estaba dando en muchas ciudades españolas y europeas que empezaban a derribar sus murallas, pues les impedían crecer ante la afluencia masiva de población. En el proyecto del Ensanche ya quedaba recogida la idea de la diferente distribución territorial de la población en función de su clase social. De hecho, como hemos visto anteriormente, en él empezó a originarse la concentración de la riqueza que se da en la actualidad en la ciudad, aunque estaba matizada por la segregación vertical, que permitía residir incluso en el mismo edificio a personas de muy diversa procedencia social.
En el sur se concentró la industria -lo que hoy en día es el distrito de Arganzuela-. Ello atrajo a mucha población de otras provincias españolas que empezaron a asentarse en sus alrededores. Este proceso se aceleró en la década de los 50 y 60 con el desarrollismo franquista que provocó un enorme éxodo rural. Se empezaron a formar poblados de infraviviendas por toda la ciudad, tanto a las afueras del núcleo original como en los municipios que se incorporarían en los años 50. Sin embargo, se establecieron especialmente en el sur -aunque también había en el norte- derivado de la concentración de la industria en esta zona y de que muchas familias procedían del sur de España, pues en el norte había más polos industriales a los que emigrar. Las dificultades de transporte en aquella época llevaban a que las personas se asentaran en la zona de Madrid más próxima a su lugar de origen.
Como ejemplo de este patrón norte-sur es interesante mostrar la distribución de los poblados de absorción construidos en los 50 que se recoge en el siguiente plano. Estos eran promociones públicas destinadas a realojar a las personas que vivían en infraviviendas. Hubo más iniciativas de este tipo durante el franquismo como los poblados dirigidos. Sin embargo, durante de la década de los 70 todavía quedaba mucha población viviendo en casas autoconstruidas y que carecían de cualquier infraestructura básica. Ello derivó en el movimiento vecinal por la vivienda digna, uno de los más importantes y transformadores de nuestra historia contemporánea y que dio origen, entre otras cosas, al barrio de Orcasitas tal y como hoy lo conocemos.
En el norte de la ciudad -lo que actualmente conforma parte de Chamberí, Salamanca y Chamartín-, la realidad en el último siglo ha sido muy distinta. Ahí se empezó a concentrar la burguesía procedente del casco histórico de la ciudad y de otras partes de España, especialmente alrededor del Paseo de la Castellana. Su origen se sitúa en 1834 como prolongación hacia el norte de Recoletos y el Paseo del Prado, el cual surgió tal y como lo conocemos en la época de Carlos III y en el que se sitúan los museos más importantes de la ciudad.
El desarrollo del Paseo de la Castellana durante el siglo XX supuso instaurar un nuevo eje de poder norte-sur que complementó (y en cierta medida sustituyó) al anterior este-oeste, que iba desde el Palacio Real hasta el Congreso de los Diputados, pasando por la Plaza Mayor y Sol.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX personas de la alta burguesía y la aristocracia construyeron sus palacetes en esta calle. En 1933 se empezó a construir en el Paseo de la Castellana los Nuevos Ministerio, por lo que muchos de los ministerios del gobierno se encuentran allí. Con Franco se le dio tanta importancia a su desarrollo que incluso le llamó Avenida del Generalísimo. Actualmente es la zona financiera de la ciudad y en la que residen las rentas más altas.
Si volvemos al mapa de 1875, se puede apreciar con nitidez los efectos de los procesos descritos en el artículo. Al igual que Vallecas o Villaverde, Chamartín de la Rosa era un pequeño pueblo agrícola. Actualmente es la zona más rica de la ciudad -el Paseo de la Castellana recorre toda frontera oeste- junto a Chamberí y Salamanca. En cambio, los municipios del sur de la época, en los que se concentró la industria y la infravivienda durante el siglo XX, hoy en día son los distritos más precarios de la ciudad, separados del centro por la gran brecha física que constituye la M30 -con la reciente excepción de Madrid Río que da para otro artículo-.
La combinación de factores políticos -como la planificación del Ensanche o el desarrollo del Paseo de la Castellana hacia el norte-, económicos -como la localización de la industria al sur de la ciudad-, y geográficos -la parte noroeste tiene mayor valor paisajístico con el Pardo mientras el sur sufría la escorrentía de aguas residuales-, han sentado las bases del desarrollo desigual.
Ello ha generado un eje norte-sur vertebrador de la ciudad que ha condicionado la construcción de infraestructuras, la localización de las sedes de las empresas y de los edificios gubernamentales, el tejido comercial y la promoción de viviendas en las últimas décadas.
Volviendo a los conceptos de inercia temporal y espacial: el valor, tanto simbólico como económico, de los nuevos inmuebles de un lugar está condicionado por el valor de los de su alrededor. Esto supone un poderoso elemento de filtrado y de agrupación de las clases sociales, pues del poder adquisitivo deriva el tipo de vivienda a la que se puede acceder, lo que conlleva la persistencia en el tiempo de la distribución de la riqueza.
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