Despacio Galileo, la grieta de Carmena por la que se coló la batalla de la movilidad: “Fuimos timoratos y demasiado lentos”
El 12 de junio de 2017, los vecinos del barrio de Arapiles, en Chamberí, vieron cómo el Ayuntamiento retiraba los coches en un tramo de la calle Galileo y en su lugar pintaba de amarillo el suelo, para colocar después varias jardineras, una gran mesa y varios bancos. La intervención, llamada Despacio Galileo, incluía cortar el paso a los coches en 50 metros de esa calle, los situados frente al actual parque José Luis Sampedro y cambiar la configuración del tráfico en la zona. Por el camino se eliminaban 33 aparcamientos azules, que se ganaban con creces gracias a una actuación en la cercana Vallehermoso, donde se habían añadido 74 plazas verdes.
Despacio Galileo era una actuación de urbanismo táctico, una forma de intervenir en la ciudad con pocos recursos pero con grandes resultados para la movilidad, que por entonces se había puesto de moda en Barcelona con las supermanzanas. Iba a ser la primera de un total de 8 proyectos que, bajo el nombre de Chamberí Zona 30, intentaban rebajar la velocidad y el volumen de tráfico que sufría el distrito dificultando el tráfico de paso. A la vez, se ganaba acera para el peatón y se creaba una pequeña plaza junto al Centro Cultural Galileo, un espacio que rápidamente fue ocupado por niños y familias de la zona. Quitar coches de la ciudad y ganar espacio para las personas, ¿qué podía salir mal?
Pero la intervención no gustó a un número considerable de vecinos, que se quejaron de no haberse enterado del proceso participativo que precedió a Despacio Galileo, de que las terrazas que pasaran a ocupar el lugar de los coches y, sobre todo, del perjuicio para la velocidad y el tráfico de los vehículos a motor. Después de varias manifestaciones, artículos en prensa y broncas políticas en el Ayuntamiento, el concejal de Chamberí y el área de Movilidad aceptaron la reversión parcial de la medida el 24 de agosto y abrieron la calle a coches y motos. Pese a ello la movilización siguió y semanas después se retiraron el banco y el escenario colocados y se delimitó la zona con más jardineras. Nunca se llegó a ensanchar definitivamente la acera con una obra. Y, con el cambio de gobierno, la calle vuelve a albergar coches en el espacio ganado para los peatones.
La intervención de Galileo acabó como la primera derrota de Ahora Madrid en materia de movilidad. ¿Por qué? “Falló la comunicación, pero sobre todo fuimos timoratos y demasiado lentos”. Lo afirma sin dudar Carlos Corral, por entonces subdirector general de Planificación de la Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de Madrid y que justo antes de la actuación en Chamberí había ideado otras acciones de urbanismo táctico en Centro que resultaron exitosas, como la eliminación de los aparcamientos en las calles San Vicente Ferrer o Palma y el cambio de sentido en Reyes.
“La idea en Galileo era buena: con unas pocas actuaciones estratégicas se intentaba que no hubiera tráfico de paso, salvo el de las bicis y el transporte público”, detalla Corral. La actuación preveía ocho intervenciones en los barrios de Gaztambide y Arapiles -detalladas en este documento- con ocupaciones de calzada similares a otras experiencias probadas en París, Nueva York, San Francisco o Santiago de Chile. “Hubiera funcionado todo como un gran módulo de supermanzanas. Y el modelo se podría haber replicado al resto del ensanche madrileño”, añade este funcionario municipal.
Pero desde el primer día vecinos, partidos políticos de la oposición y algunos medios de comunicación criticaron con vehemencia la medida. Julio López, presidente de la asociación vecinal El Organillo, estuvo desde el primer día en las protestas por lo que consideró “una chapuza, hecha con gran improvisación, ideada de espaldas al vecindario y decidida en reuniones a las que acudían muy pocas personas”, cuenta a Somos Chamberí . Al principio, su organización lideró las protestas por ser un referente vecinal (llevan 40 años en el activismo) y por tener su sede justo al lado de la intervención: “Aglutinamos el descontento que se originó en el barrio y organizamos varias asambleas para negociar con el Ayuntamiento”.
Radicalización de la protesta “propia de la ultraderecha”
La negociación de los vecinos acabó con el concejal del distrito, Jorge García Castaño, comprometiéndose a volver a permitir el tráfico de paso en la zona. “El Organillo decidió creer en su palabra y darle un tiempo, podría haber sido una victoria vecinal pero otra gente decidió saltarse el acuerdo al que habíamos llegado con el Ayuntamiento”, recuerda Julio. En ese momento apareció el germen de lo que después se convertiría en Chamberí Se Defiende, una nueva asociación vecinal en la que, en palabras de Julio, “había gran interés partidista, con personas vinculadas a PP y Ciudadanos, que decidieron hacer saltar la asamblea por los aires y aprovechar los contactos creados para hacer carrera política”.
A partir de ese momento, la protesta se radicaliza. Apoyados por Villacís y Martínez-Almeida, que acudían a sus convocatorias, los miembros de Chamberí Se Defiende atraen a los vecinos que habían acudido a las asambleas y comienzan las broncas en los plenos de la Junta de Chamberí, que se llenan de gritos, consignas y pancartas. E incluso aparecen pintadas con amenazas de muerte e insultos a Carmena en Despacio Galileo, de las que nadie se hace responsable.
El movimiento de protesta también atrae a Madrid Lo Vale, otra asociación vecinal que por entonces actuaba en Chamartín, al norte de Madrid, y que decide unir fuerzas junto a Chamberí Se Defiende en el campo de batalla de Galileo, extendiendo sus críticas a todas las actuaciones municipales en el distrito. Las manifestaciones continúan hasta el final de la legislatura, cuando las dos portavoces de ambas asociaciones deciden integrar las litas electorales de Vox al Ayuntamiento de Madrid.
“Fue una forma de hacer política que tuvo que ver con la confrontación total, propia de la ultraderecha. Algo que también está llevando a cabo en Europa y Estados Unidos” afirma Jorge García Castaño, concejal de Más Madrid y edil responsable de Chamberí cuando se planteó el conflicto. García Castaño ve claros rasgos de la extrema derecha en “los discursos, las actitudes” del movimiento contrario a Despacio Galileo. “No dudo que entre los vecinos que protestaban se encontraba gente e todo tipo, pero que había una politización muy fuerte también estaba claro”, recuerda.
El concejal admite que se mostró sorprendido por el revuelo que provocó inicialmente “una actuación muy pequeña dentro de todo lo que se hizo en el distrito” en materia de movilidad, con obras de ampliación de aceras en la zona de Olavide, Vallehermoso y actuaciones puntuales en las esquinas de las calles, eliminando plazas de estacionamiento rotacional para ir ganando poco a poco espacio peatonal y más aparcamientos para residentes.
Las enseñanzas del urbanismo táctico y el Efecto Galileo
Efecto Galileo
“Una de las lecciones que hemos aprendido de Despacio Galileo es que en estos casos tiene más sentido ejecutar directamente la obra, porque para hacer un proceso de participación ciudadana se necesita un contexto más tranquilo. El ambiente político-mediático es el que más daño hizo a la intervención”, defiende García Castaño a la vez que señala que la actuación de Olavide tuvo mucho más calado en materia de movilidad, pero apenas generó protestas. “Teníamos que haber hecho más”, lamenta.
El concejal de Más Madrid cree que las protestas y el intento del actual Ayuntamiento de desmantelar las políticos de movilidad de Carmena es parte de una “batalla cultural para dar más libertad al coche”, que incluye críticas a los carriles bici y a Madrid Central, la intervención más contundente de su legado. En su defensa García Castaño advierte que “vamos a acompañar a los movimientos vecinales” que reivindican mantenerlo, además de plantear una “defensa jurídica” de sus actuaciones. “Para nosotros es una parte nuclear de lo que tienen que ser las políticas de la ciudad en el futuro”, declara.
Carlos Corral, que se jubiló hace unos meses después de llevar décadas dedicado a la movilidad, no lo ve igual que Jorge García Castaño. Para él, las actuaciones de urbanismo táctico hubieran funcionado “si el Ayuntamiento no hubiera cedido a las presiones” y está convencido de que la claudicación provocó un Efecto Galileo en las actuaciones municipales en todo MadridEfecto Galileo. “Hubo un cambio de estrategia en la gestión del área de Desarrollo Urbano Sostenible, se empezó a coger miedo y a retrasar sin sentido varias actuaciones urbanísticas. Y en Chamberí se dejó solo al concejal de distrito frente a las críticas, él hizo lo que pudo”.
A la vez, Corral afirma que el Ayuntamiento dio un giro y apostó por actuaciones que implicaban “mucho granito y mucho gasto”. Y se dejó el urbanismo táctico de lado, pese a que en Madrid lleva funcionando bien desde los tiempos de Tierno Galván, quien lo aplicó -con la ayuda de Carlos Corral- en lugares como Vallecas o para conseguir cerrar al tráfico el parque del Retiro. “A lo mejor elegimos mal y teníamos que haber empezado este tipo de actuaciones por otros distritos, como Retiro o Arganzuela. O incluso llevar estas actuaciones a distritos del exterior de la M-30 como Usera”, apostilla.
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