La leyenda chamberilera que guarda los tesoros del cuplé madrileño: “El género merece ser apoyado y respetado”
Olga María Ramos se considera cupletista y cupletóloga, porque además de interpretar es una estudiosa y divulgadora del género. Quizá por ello su casa es también bien un museo de las maravillas. En una de sus estancias atesora vestidos de ensueño, retratos familiares y de leyendas del cuplé como Raquel Meller o Consuelo Vello “La Fornarina”, instrumentos musicales cargados de historia, innumerables ornamentos y cientos de mantones elaborados con todo tipo de materiales. Mantones que hasta tienen nombre en función de sus estampados, sus colores o sus orígenes: divino, exótico, salmón ahumado o, atención, agente de seguros.
Tampoco faltan decenas de premios y galardones que tanto ella como su madre, la leyenda del cuplé Olga Ramos (fallecida en 2005), han recibido a lo largo de su trayectoria. Olga María, que este miércoles 14 de agosto actúa en Vistillas en las Fiestas de La Paloma, presume con especial cariño de la cinta roja de la DEA, la agencia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos dedicada a la lucha contra el tráfico de drogas: “La mujer de un comisario escuchó mi tema Di que no y le emocionó mucho”. La artista recuerda con orgullo que hace 30 años cedió los derechos de este alegato contra el consumo de estupefacientes al Plan Municipal antidroga.
La sala atesora los recuerdos y tesoros de Las noches del cuplé, legendario y céntrico establecimiento en la calle de la Palma que se convirtió en referencia del género entre 1968 y 1999. En su apertura Olga Ramos fue contratada como violinista, pero pronto pasó a ser la estrella y desde 1978 administraba el local junto a su marido, el compositor Enríque Ramírez de Gamboa “Cipri”. Fue el escenario en el que su hija Olga María llevó a cabo sus primeras actuaciones, después de décadas en lo que sus padres se lo impidieron (lo mismo había hecho su abuelo con su madre) y una vez divorciada tras un convulso matrimonio. Pero toda esa memoria, todo ese legado, acabó debido a “la especulación”, lamenta.
El interés de los dueños del establecimiento por darle un uso residencial al local incrementando el alquiler obligó a clausurar el espacio en el que Olga María creció personal y profesionalmente. “La Puerta del Sol fue mi jardín de infancia”, recuerda con nostalgia esta artista nacida en el número 12 de la calle Sagasta pero criada entre Lavapiés y las inmediaciones del kilómetro 0. “Cuando cerró Las noches del cuplé a Madrid se le paró el corazón. Es un lugar que había conseguido reunir a Pilar Franco y Victoria Kent, la música estaba por encima de todo”, relata.
Fue el epicentro del cuplé madrileño y el templo en el que Olga María pudo asimilar y continuar el legado de su madre. Y eso que empezó en el rock, a los 16 años. “El grupo se llamaba Las Akelas. Sacamos dos discos de villancicos yeyé, pero la cosa no terminó de funcionar”, apunta. Aunque al principio ella misma renegaba y sus padres tampoco la animaban a seguir los pasos familiares, y de hecho se formó y ejerció como azafata, finalmente el arte que le corría por las venas hizo de las suyas: “Me reinventé con 34 años, pero he triunfado en mi alegre otoño. No ha sido fácil ni me han dado oportunidades por ser hija de quien lo soy, de hecho las comparaciones son horribles”.
“Mi madre, además de cupletista, era casi una cronista de la villa. Su huella es muy grande”, admite, aunque también precisa que ella contribuyó mucho a la labor de su madre en la última etapa de su carrera: “Soy la que le hacía los pregones”. Y como señala, todavía hoy la confunden con su progenitora al contactarla, contratarla o presentarla.
Guardar un legado mirando al futuro
Claro que la cupletista y cupletóloga ha sabido reinventarse. Participó en el famoso programa de televisión Got Talent, “donde todos los jueces me dieron su sí”. Ha impartido clases magistrales y conferencias cantadas en centros educativos y en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (Resad). El pasado año llegó incluso a colaborar con el grupo indie Anís Guateque en un tema muy ligado a la ciudad y grabado en su propia casa-museo: De ti, Madrid. “Hay que darle visibilidad al cuplé”, sostiene.
El videoclip resume el talento arrebatado y arrebatador de la artista, que no tiene reparos en interrumpir la conversación cuando siente un ímpetu interpretativo para cantar versos dedicados a “mi barrio chamberilero / el barrio que yo más quiero” u otros de corte picaresco. “Pero nunca zafios, el cuplé de este estilo debe evitar caer en lo obvio, lo burdo y lo obsceno. De ahí el encanto de elementos como el pulverizador”, indica.
Me reinventé con 34 años, pero he triunfado en mi alegre otoño. No ha sido fácil ni me han dado oportunidades por ser hija de quien lo soy, de hecho las comparaciones son horribles
Olga María aborda este historial de éxito y sinsabores, así como su visión comprometida pero también crítica con el pasado y el presente del cuplé, rodeada de auténticas reliquias. Un precioso abanico herencia de Luis Aguilé, más de un centenar de partituras originales, un libro de firmas que incluye las de Juan Negrín y Ernest Lluch o el tercer número de la revista deportiva Marca, en cuya contraportada aparece su madre practicando gimnasia.
La visita termina con una Olga María Ramos visiblemente emocionada. “Mi vida es el cuplé. Merece ser apoyado y respetado. Porque sino, mientras Madrid se reivindica como capital del flamenco que es algo que no le es tan propio, va a dejar morir un género que es parte fundamental de su identidad. El cuplé es muy variado: es una mazurca, es un pasacalle, es una habanera, es un foxtrot, es un charleston, es un pasodoble... Todo eso es el cuplé: dramático como Nena, frívolo como Tápame, pícaro como La regadera, sentimental como La violetera”.
Y así, cantando e interpretando algunos de estos cuplés que son himnos de la esencia madrileña, Olga María se despide. Su casa es un museo lleno de joyas, sí, pero al conocerla todas las reliquias palidecen ante la sabiduría y la pasión de una mujer que continuó el camino trazado por su madre hasta crear su propio sendero. Uno que conduce a las más puras esencias de la cultura y el arte de Madrid.
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