La Policía de Madrid interviene una clase de zumba e indigna a las alumnas: “No nos dejan bailar en un parque”
“La Policía Municipal nos interrumpe dos de cada tres clases”. Así protesta Lucía, usuaria de unas clases de zumba que tienen lugar periódicamente en el auditorio del Parque Tierno Galván de Madrid, contra la intervención de agentes que no les permiten desarrollar estas sesiones. Todo ello, asegura en declaraciones a Somos Madrid, sin exponerles con claridad ningún motivo para una prohibición que tiene una consecuencia tan clara como sorprendente: “No nos dejan bailar en un parque”.
El asunto ha trascendido por un tuit en el que se capta una de estas actuaciones policiales, efectuada el pasado martes, que ha despertado la indignación y el asombro en redes sociales. Pero no se trata de un hecho aislado ni puntual. Y eso que según aclara a este medio Fernando, uno de los monitores, han intentado ponerse en contacto con el Ayuntamiento que lidera José Luis Martínez-Almeida para encontrar una solución: “Solo hemos recibido silencio administrativo”.
“Cada vez nos dan un argumento diferente sin explicitar realmente el problema, cuando la realidad es que no hay ninguna ordenanza que prohíba hacer deporte al aire libre”, lamenta Lucía. En ocasiones se amparan en que “ha llamado un vecino por el ruido”, pero explica que los monitores llevan un equipo de sonido muy pequeño y lo utilizan en una zona habilitada para ello como es el auditorio: “Los edificios están superlejos, no hay justificación para que nos impidan hacer esto un domingo a las 11.00 o una jornada de diario a las 20.30”.
“En otras ocasiones nos dicen que hay programada alguna actividad en esa parte del parque. Ahí no hay ningún problema, nosotras mismas nos coordinamos con los encargados de esas actividades para acabar un poco antes o nos cambiamos de sitio si es necesario, por nuestra parte somos muy flexibles”, afirma Lucía.
El trato de la policía, sin embargo, no es siempre tan diligente: “Hay agentes que nos exponen algunos de estos motivos para justificarse, incluso nos dejan acabar la sesión, pero hay otros que directamente cortan la clase sin casi mediar palabra”. Fernando apunta, no obstante, que la situación ha alcanzado este punto “por la fijación de una persona en concreto que se dedica a denunciar constante nuestra labor, y ante estas llamadas los agentes tienen que acudir”.
A Lucía le indigna especialmente este control en contraposición a macroeventos organizados por grandes empresas en estos mismos espacios: “En el propio Tierno Galván se celebra el Brunch in the Park, que supone la clausura del parque para una actividad privada que cuesta 150 euros cada entrada, con música a todo volumen, así como conciertos todo el año. Mientras, nosotras participamos en una actividad asequible, saludable y que disfrutan mayoritariamente las mujeres”. Critica “el enfoque que se le da al uso del espacio público en Madrid: macrofestival a cientos de euros el abono sí, pero 80 señoras bailando un domingo por la mañana no”.
En la misma línea se manifiesta Fernando: “Nosotros como profesionales del deporte y fanáticos de la salud solo buscamos que la gente salga a la calle, se mueva y disfrute. Gente con problemas de todo tipo a la que venir a bailar le sirve de terapia, la gran mayoría mujeres. Si encima es en un lugar como este, un núcleo sin viviendas alrededor que elegimos precisamente para no molestar a ningún vecino, mejor que mejor. En esta misma localización se han organizado conciertos de rock por los que seguramente han pagado una millonada. Y nos parece fenomenal, siempre y cuando no persigan algo así de inofensivo”.
Desde el área de Seguridad del consistorio transmiten a este periódico que “no hay denuncia ni acta policial” ni en esta ni en ninguna de las anteriores injerencias de agentes locales. No obstante, añaden que “si hacen la actividad con música se puede pedir que limiten el sonido o, si es una actividad económica, se les puede requerir la licencia del distrito para desarrollarla en la vía pública”.
Lucía cuenta que las clases de zumba en el Tierno Galván empezaron a funcionar hace tres años, con las primeras salidas permitidas después del confinamiento. En invierno pueden concentrar hasta 80 personas, aunque cuando se produjo esta última actuación policial no superaban las dos decenas. Se trata de una iniciativa privada, pero muy abierta y altruista, comandada por Fernando y otros dos monitores. Este profesor subraya que llevan a cabo una labor desinterasada, aunque muchas alumnas han acordado un precio por sesión para compensarles por su desempeño. Se reúnen todos los domingos y, en ocasiones, algún día entre semana. Siempre que los agentes lo permiten, claro.
12